Morir a la madrileña

Publicado el 27 abril 2021 por Civeperez

George Grosz

La filosofía establece una clásica distinción cualitativa entre la libertad negativa -libertad "de"- y la libertad positiva -libertad "para"-. En su acepción negativa, libertad "de" significa negación de la dependencia respecto de algo, inmunidad frente a determinación exterior, o frente a la imposición desde fuera a hacer algo que coarta la propia espontaneidad. Por ejemplo, libertad de expresión equivale al derecho de manifestar, defender y propagar las opiniones propias, sin encontrar trabas.

En su acepción positiva, libertad "para" se refiere a la capacidad del individuo para hacer algo por sí mismo. Cuando se habla de políticas concretas, libertad debe ser algo más que una palabra mágica. Una sociedad solo podrá considerarse libre, cuando sea capaz de crear condiciones que aseguren libertad real a todos sus integrantes otorgando, por ejemplo, una renta básica universal que garantice las condiciones materiales de igualdad de oportunidades "para" hacer o dejar de hacer algo.

(libertad, hermoso tesoro de los dioses) leemos en la Freiheit, schöner Götterfunken Oda a la libertad ( Au die Freiheit) de Friedrich Schiller. En boca de los poetas, la palabra libertad es capaz de suscitar profundas emociones. Sensibilidad del espíritu que desaparece en una nebulosa alcohólica cuando la encargada de responder a la crucial pregunta: libertad ¿para qué? es la candidata del Partido Popular (PP). Libertad para tomar cañas en los bares, concluye, definiendo desde su cosmovisión provinciana que ese es el eje en torno al cual gira la forma de "vivir a la madrileña".

Desde una perspectiva metafísica, vivir conduce a un final inexorable. Así lo expresan las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique (c. 1440-1479): Nuestras vidas son los ríos que / van a dar a la mar / que es el morir. Y puesto que hay que morir, lo deseable es hacerlo en paz, no de esa tremenda manera de irnos de este mundo que significa es morir a la madrileña bajo los sucesivos gobiernos del Partido Popular.

Morir a la madrileña en las residencias de ancianos

Durante el periodo más álgido del contagio por el Covid19, millares de personas murieron en Madrid. La mayoría de ellos, personas de avanzada edad que, a mediados de marzo de 2020, quedaron atrapadas en las residencias sin recibir atención médica. Por supuesto que la pandemia pilló desprevenidos a todos los gobiernos mundiales. Al principio, todos tuvieron que improvisar medidas para hacerle frente. Pero el gobierno regional presidido por Isabel Ayuso tomó una de las medidas más crueles que cabría esperar hacia la gente más débil. Los responsables de Salud redactaron un protocolo de admisión en los hospitales en virtud del cual se negó el traslado a ellos de los ancianos residentes en geriátricos contagiados por el virus.

Un protocolo que establece denegar la cama a quienes más riesgo de morir tienen, asignándola al paciente que más pueda beneficiarse del tratamiento, puede explicarse tal vez en una situación de guerra. Pero resulta moralmente inaceptable aplicarla en el seno de un país desarrollado. Estas personas vieron llegar el final de sus vidas en las más espeluznantes condiciones de soledad y desatención médica que se puedan imaginar. Cadáveres abandonados en las habitaciones es lo que encontraron los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias cuando entraron a las residencias.

El idiotismo lingüístico se convierte en idiotez moral cuando, en pleno siglo XXI, la madre del cajista que invoca la señá Rita o don Rodrigo Manrique, el padre de las sentidas coplas que le dedica su hijo Jorge, habrían muerto de una forma lúgubre. Abandonados en sus últimos estertores por la política dictada por los idiotas morales que tenían en ese momento el timón del gobierno de la Comunidad de Madrid.

Madrid, la ciudad europea con más muertes por contaminación de los coches

La contaminación ambiental del aire es una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en todo el mundo. Un estudio de impacto en salud ha estimado la carga de mortalidad atribuible a la contaminación del aire en más de 1.000 ciudades europeas. La investigación, publicada en The Lancet Planetary Health, incluye un ranking de las ciudades europeas con mayor mortalidad atribuible a cada uno de los dos contaminantes del aire estudiados: partículas finas (PM2,5) y dióxido de nitrógeno (NO2). Por lo que respecta a este último factor, el área metropolitana de Madrid lidera el ranking de muertes evitables asociadas al NO2 entre cerca de 1.000 ciudades estudiadas.

Sabedor de tal amenaza para la salud de la población, un gobernante responsable procuraría adoptar las medidas más adecuadas para reducir la mortalidad asociada a la contaminación. Pero un idiota moral lo que hace es dedicarse a sus cosas, que en el caso del PP la experiencia demuestra que suelen ser asuntos bastante turbios. Desde el mismo momento de ser nombrado candidato a la Alcaldía de Madrid, José Luis Martínez-Almeida se ponía como prioridad terminar con la zona de bajas emisiones. "Lo primero, acabar con Madrid Central" , dijo en una entrevista con El Independiente el 20 de enero de 2019. "Con Almeida, Madrid central se acaba el 26 de mayo", decían los carteles electorales con los que el PP empapeló por toda la ciudad. Una vez en la Alcaldía, los tribunales de justicia se encargaron de frustrar sus planes,

De nuevo, el discurso de los populares emplea la palabra libertad con una finalidad torticera: Almeida defendió que los madrileños tenían derecho "a circular con libertad" por la ciudad. Misión en la que fue respaldado por Díaz Ayuso, en cuya opinión, "los atascos a las tres de la mañana un sábado" en la capital le hacían ver a los madrileños que su ciudad era especial. "Era parte de la vida de Madrid" .

Malvivir en las colas del hambre

La agencia de las Naciones Unidas que lidera el esfuerzo internacional para poner fin al hambre (FAO) define el hambre como "una sensación física incómoda o dolorosa, causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria. Se vuelve crónica cuando la persona no consume una cantidad suficiente de calorías (energía alimentaria) de forma regular para llevar una vida normal, activa y saludable".

Hoy en día, se estima que casi 690 millones de personas pasan hambre en el mundo. En países los países extremadamente pobres, poblaciones enteras pueden verse sometidas a los estragos de la hambruna. Por contraste, en sociedades desarrolladas como la nuestra hay excedentes de alimentos, por lo tanto, nadie debería morir físicamente de hambre. Eso no significa que todas las personas que la habitan tengan la capacidad adquisitiva suficiente para conseguir alimentos.

Las sucesivas crisis económicas provocadas por la locura financiera de 2008 y la actual pandemia, unidas a un insuficiente sistema de protección social, han situado a mucha gente en una situación límite. Gente abocada a implorar el auxilio de diversas organizaciones que, movidas por impulsos de orden caritativo o solidario, recolectan alimentos y los distribuyen entre los necesitados. Ante sus sedes aguardan los necesitados, dando lugar al fenómeno urbano de las colas del hambre que integran uno de los aspectos más desgarradores de la realidad madrileña.

Gracias a la distribución de alimentos básicos, la gente atendida por estas organizaciones no se muere literalmente de hambre, pero sufren lo que la FAO denomina inseguridad alimentaria. Es decir, la que padece una persona cuando carece de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales y para llevar una vida activa y saludable. Esto puede deberse a la falta de disponibilidad de alimentos y/o a la falta de recursos para obtenerlos.

Pues bien, estas personas que en situación de extrema necesidad e inseguridad alimentaria tienen que acudir a las colas del hambre reciben la calificación de "mantenidos subvencionados" por parte de la presidenta en funciones del gobierno de la Comunidad de Madrid. Según Ayuso, los candidatos de izquierda "Necesitan Madrid para seguir con su hoja de ruta que es romper España, dividirla territorialmente y crear ciudadanos de primera y de segunda. De segunda, los mantenidos subvencionados que ellos crean como las colas del hambre para que la gente dependa de ellos" .

Mientras que muchas personas pueden no estar hambrientas -en el sentido de sufrir molestias físicas causadas por una falta severa de energía alimentaria-, pueden estar en situación de inseguridad alimentaria. Puede que cuenten con acceso a alimentos para satisfacer sus necesidades energéticas, pero no están seguros de que vayan a durar, o pueden verse obligados a reducir la calidad y/o cantidad de los alimentos que consumen para poder sobrevivir. Este nivel moderado de inseguridad alimentaria puede contribuir a diversas formas de malnutrición y tener graves consecuencias en la salud y el bienestar de las personas.