Morir en tiempos modernos

Publicado el 17 mayo 2019 por Carlosgu82

A lo largo de nuestra vida nos convertimos en acumuladores compulsivos, algunos acumulan ropas, autos, joyas, comida, casas, mascotas, etc, lo que sea que nos vendan o regalen, porque tal vez pensamos que de cierta forma nos brindan felicidad y claro, como no, también nos brindan cierto estatus.

Incluso quienes no tienen mucho dinero también caen en lo mismo, el tema no es sólo contemporáneo, sino que pienso que es parte de nuestra existencia, desde que el hombre llegó a la tierra, seguramente en menor medida, porque la materia prima de la prehistoria  era algo más pesada, como la piedra por ejemplo, difícilmente se podría haber acarreado toneladas de ella, pero sin embargo a los muertos se les colocaban sus pertenencias en sus tumbas.

Esto no ha cambiado mucho, claro que ya con mayor finura, pero un espectaculo tristemente surrealista.

En estos días de gran recogimiento, no por semana Santa, sino por la muerte de mi querida tía, he visto con mayor madurez todo el proceso de la muerte y he quedado casi en estado de shock, al ver toda la parafernalia que trae consigo la muerte, nadie está preparado para ello, pero como vivimos en tiempos modernos, inmediatamente al no saber que hacer te contactas con una funeraria. Al llegar allí con toda la tristeza que llevas encima, te topas con una persona de sonrisa similar a la de la Mona Lisa, que te hace sentir que tu dolor es su dolor, hasta que comienza a darte el listado de la gran infinidad de cosas que tienen para ofrecer, lo primero el cajón y así casi misteriosamente como quién abrirá la bóveda del tesoro mundial, corre una puerta casi imperceptible en uno de los muros y te encuentras con unos maravillosos cajones de madera de caoba, castaños y demás. Allí guardan celosamente todo lo vip, luego de esto comienzan a darte los precios, claramente con muchos ceros, a eso se le debe sumar el servicio de cafetería con pastelillos por supuesto, los cirios, los porta cirios, la cantidad de autos que llevaran las flores, y para asegurarte que quienes acompañen al muerto lloren, no pueden faltar los coros, por lo que la lista suma y suma.

Después viene todo el protocolo del cementerio y aún cuando mi tía haya sido precavida y haya tenido su mini parcela allí, debes pagar igual, pero lo más triste es el tema de la iglesia, ella una mujer muy católica y devota, pero en el momento en que más necesitaba un cura, me di cuenta que los curas ya no están en las iglesias, ni siquiera en la parroquia de los hospitales….entonces dónde están los curas?….con suerte encontré un diácono, a quién pregunté por la presencia del cura, pero sólo dijo que él podía oficiar la misa, o como se llame.

Comencé a leer entonces quienes eran los diáconos y para qué servían, justamente servían para hacer lo mismo que los curas, una especie de apoyo mientras los curas predicaban por el desierto a las almas descarriadas. Por favor, alguien podría creer eso?

Tal vez toda mi pena se transformó en rabia debido a esto y al ver al diácono hacer la misa en zapatillas, el coro salvo lo desagradable. Al momento de la eucaristía el ha preguntado si habían personas que iban a comulgar, pero el silencio hizo eco.

De allí al cementerio con más coros, no pensé que me animaría a decir unas palabras, pero lo hice. Ahora ya que han pasado días tristes, tomé la decisión de regalar las cosas de mi tía, es un momento triste, pero por salud mental se debe hacer.

Es en este proceso en el que he reflexionado en la cantidad de cosas que somos capaces de acumulra, muchas veces le decía usa hoy esa blusa nueva que es tan linda y ella me decía mejor en una ocasión especial.

Somos bien tontos, nos llenamos de cosas las cuales jamás usamos y otras ni siquiera recordamos que tenemos.

Pienso que hay que vivir el día a día, lo más simple posible, gastar los ahorros en viajes, comer lo que nos gusta, disfrutar con los amigos, si sientes las ganas de beber una copa de vino al desayuno, pues hacerlo, hacer todas las locuras que se nos vengan a la mente, pero sobre todo, hacer acciones que no solo nos ayuden a vivir el día a día a nosotros sino que acciones que dejen huellas en los demás, porque al final, volveremos de nuevo por estos lados a vivir la vida, pero en un estado mucho más avanzado del que cuando nos fuimos y eso dependerá justamente de lo que hemos hecho.