En lo que constituye, sin dudarlo, un paso adelante de proporciones ciclópeas, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (los Mormones) dice ahora que el deseo homosexual ya no es pecado. ¡Puñalás de escalofrío se me adentran de arriba abajo! ¡Esto es el descubrimiento de la pólvora!
Efectivamente, esos misioneritos tan blanquitos, tan jovencitos, tan monos, consideran que el deseo en sí no sólo no es pecado sino que contribuye a la santidad (de ahí que, en las parejas de misioneros, el uno haya de ejercer vigilancia sobre el otro; por ejemplo, cuando uno va al baño, tiene que dejar siempre la puerta abierta y, el otro, estar atento, espero que no a las efusiones de metano ni a los sonidos húmedos).
Se agradece el paso hacia adelante, sólo equiparado por la iglesia católica de los no santos de los actuales días, cuando decretó que las mujeres tenían alma (propuesta aceptada por un solo voto de diferencia, creo recordar).
¡Enhorabuena!
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