Morrocoy, cayo bueno cayo malo

Por Captainflint

Si hubiera que elegir un único lugar a visitar en la costa venezolana ese sería el Parque Nacional Morrocoy, dice la Lonely Planet. De algún modo el Caribe colombiano no me había llenado del todo, aún me faltaba esa foto de postal con una playa de aguas cristalinas y un sol radiante iluminándola. Así que, aprovechando que Sole venía del gélido invierno de Buenos Aires y se moría de ganas de pillar playa, enfilamos de nuevo hacia la costa, dejando el interior del país para más tarde.

Morrocoy tiene dos puntos de entrada: las ciudades de Chichiriviche y Tucacas. Todo el mundo nos había recomendado ir a Chichi que supuestamente es más relajado y barato, aunque algo más complicado de alcanzar desde Coro. Bus dirección Valencia (la de Venezuela) hasta el cruce de Sanaré para enlazar con el que va de Valencia a Chichi. La combinación nos salió bien y esa misma tarde ya estábamos saliendo para la supuestamente maravillosa playa caribeña…

<h2>Cayo Muerto</h2>

La gracia de Morrocoy no está en las playas costeras, sino en las que hay en los cayos cercanos. Un callo con “ll” es un plato típico madrileño o una mujer más fea que los pies de otro. Por el contrario, un cayo con “y” es una cresta oceánica que se forma como resultado de una erupción volcánica submarina. Para que nos entendamos, una islita en mitad del mar Caribe.

Muertos de asco en Cayo Muerto

Así que aquí se trata de alquilar una lancha que te lleva al cayo que tú le digas para que allí retoces al sol. Los cayos más famosos son Cayo Muerto, Cayo de Sal y Cayo Sombrero. El primero es que está más cerca y, dado lo tarde que era ya, el único al que a nosotros nos cuadraba ir. Contratamos al primer brasillas que se nos acercó ofreciendo balsa y nos dirigimos hacia allí. Meeeec! Error!

Aquellas dos horas en Cayo Muerto fueron una experiencia lamentable. Aquel lugar era el claro ejemplo de como un maravilloso paraíso natural puede convertirse en una terrible mierda anti-natural. ¿qué hace falta para que esto ocurra?. Básicamente inundar el cayo con una cantidad totalmente indecente de turistas venezolanos sin ninguna conciencia higiénica.

En serio amigos, el pobre Cayo estaba hecho una puta ruina. Allí no se podía ni respirar de la gente que había. Ni un trozito de agua libre, ni un palmo de arena sin una ruidosa familia de domingueros venezolanos. Montones y montones de latas de cerveza apilados por doquier. Papeles y plásticos flotando en el mar cristalino. Ciertamente una auténtica pena porque seguro que el sitio podría haber sido fantástico.

En realidad, bajo mi punto de vista, del desastroso estado en el que se encontraba aquella isla eran tan culpables los turistas venezolanos como las autoridades del lugar que no se habían molestado ni en poner unos cubos de basura en condiciones. Por otra parte, también hay que decir que era un Sábado de Agosto, en pleno momento álgido de la temporada alta del país. Periodo en que toda familia venezolana con un mínimo de poder adquisitivo se precipita a la playa. No muy distinto de lo que ocurre en España, por otra parte…

Fue un mal comienzo de la experiencia caribeña venezolana aquello, no veíamos el momento de abandonar ese masificado lugar. Sin embargo cuando por fin estuvimos de vuelta en tierra firme, comprobamos que lo que había allí no era mucho mejor. Chichiriviche es un agujero inmundo. Feo, sucio, ruidoso y lleno de mosquitos. Parece que todos los macarrillas venezolanos lo han elegido como destino vacacional y aquello está lleno de coches con el maletero abierto y unos altavoces gigantescos atronando a todas horas.

Por culpa de tanta familia de vacaciones, casi todas las posadas están repletas. Nosotros acabamos en un sitio cutre con ganas y sin aire acondcionado. Aunque en Chichiriviche la luz se va constantemente, así que lo de tener o no aire acondicionado es una lotería aunque lo pagues. Por cierto que no se veía ningún otro gringo por allí, se ve que los turistas internacionales tienen un poquito más de criterio y evitan semejante calamidad de lugar.

Cayo Borracho

Al día siguiente era Domingo y teníamos la esperanza de terminar en algún cayo que estuviera menos masificado. Habíamos medio apalabrado la noche anterior una visita a Cayo Sombrero con otros tres gringos que se suponía iban a aparecer por el muelle a las ocho. Cayo Sombrero es el más famoso del lugar, el más bonito, el de aguas más cristalinas.

Sin embargo no aparecieron ni los turistas ni el barquero. Al cabo de un rato de estar allí se nos acercó un gordito ofreciéndonos su barca a nosotros dos solos a un precio bastante inferior al habitual. El tipo nos habló de ir a Cayo Sombrero pero cuando le hablamos de nuestra masificada experiencia en Cayo Muerto se sacó de la manga otro lugar que no aparecía ni en mi guía ni en la lista de precios de la oficina en el muelle. Sólo el nombre ya era prometedor: Cayo Borracho.

Decía el gordito que era un cayo a la misma distancia y tan bonito como Cayo Sombrero pero en estado virgen, que llevaba cerrado al público diez años porque lo utilizaban las tortugas para deshovar, que si íbamos allí íbamos a estar prácticamente sólos. Que no había problema ahora porque no era temporada de tortugas. Sonaba muy bien aquello lo cual normalmente es clara señal de por algún lado hay alguna trampa. Me voy al hostal y pregunto. Efectivamente, el lugar es idílico. Efectivamente está cerrado al público y la trampa es que si aparece la guardia costera nos echa de allí.

Momento decisión. ¿vamos a por el seguro, legal y abarrotado Cayo Sombrero o nos la jugamos con el exótico, abandonado y arriesgado Cayo Borracho?. Aquello era claramente una de esas jugadas que sale bien puede ser genial y si se tuerce una gran cagada. Decidimos jugárnosla, el gordito arrancó el motor y nos adentramos en el Caribe rumbo al Cayo Bodegas…

Cuando llegamos allí comprobamos que nuestro orondo taxista acuático no nos había mentido. Aquel lugar era incréible amigos. Arena blanca y un agua totalmente cristalina. Había algo de gente pero tan poco que repartida en la extensión de la playa apenas se notaba y, en cierto modo, hasta nos tranqulizaba que no fuéramos los únicos allí.

Esto sí!!!!

El día era increíble, el cielo completamente azul sin una nube a la vista. Sentí una gran sensación de “ahora sí!”. Las playas colombianas habían estado bien pero, a veces por la masificación y en la mayoría de los casos por el tiempo que no acompañaba, ninguna había llegado a marecer el calificativo de playa caribeña paradisíaca. Cayo Borracho se ganó el apelativo con creces.

Las ocho horas que pasamos allí volaron. En un extremo de la isla había una enorme zona de corales. Era fascinante hacer snorkell allí, en aquellas aguas transparentes repletas de rocas con todo tipo de formas. De cuando en cuando uno se tropezaba con un banco enorme de peces que navegaban todos juntos y en fila haciendo círculos. Todo un espectáculo.

Aquello sólo fue a mejor y a mejor, a medida que íbamos combinando la playa caribeña perfecta con una cachimba y una botella de Santa Teresa, sin duda el mejor ron venezolano. Encima la gente que había por allí era todo lo contrario a la banda ruidosa que habíamos sufrido en Cayo Muerto. Acabamos confraternizando con otra pareja que tenía una nevera portátil que nos surtía de hielos para el ron.

Ron Santa Teresa y mar Caribe :)

Estábamos condenados a entendernos con aquella gente. Carlos y Calí. Él era un chileno trotamundos que llevaba diez años en Venezuela. Ella una venezolana muy simpática que trabajaba para Santa Teresa y sabía de ron más que yo. Muy buena onda que diría un argentino.

La guardia costera jamás apareció y aquel día en Cayo Borracho compensó con creces la cagada del día anterior en Cayo Muerto. Me podreis cuestionar lo ético de ir a un sitio que está cerrado pero la verdad es que, teniendo en cuenta que no era temporada de tortugas y no sólo no ensuciamos aquello sino que además nos llevamos mierda que otros habían dejado (al que tiro una lata de cerveza entre los corales habría que cortarlo en rodajas finas), no me siento demasiado culpable.

Para acabar de arreglar el asunto, esa noche terminamos en la posada de una viejecita super agradable en una habitación con aire acondicionado y la electricidad decidió aguantar. La posada se llama Delia y es de lo más recomendable.

Tanto nos gustó el lugar que volvimos al día siguiente. Esta vez cargados de hielos, cerveza y ron en una nevera que muy amablemente nos había prestado la dueña de la posada .

Era Lunes y habíamos salido del puerto aún más temprano. Para cuando llegamos no había nadie en el lugar. Cayo Borracho era exclusivamente nuestro y así fue durante al menos dos horas, hasta que llego algo más de gente. Repito, durante dos magníficas y soleadas horas, en aquel paraíso de arena blanca y agua transparente sólo estábamos nosotros!

Cayo Borracho desierto

Luego llegó algo más de gente pero incluso menos que el día anterior. Así que la receta fue la misma. Día de sol, snorkelling, ron, cerveza, sol, snorkelling, ron, cerveza…

En resumen, los malos comienzos a veces conducen a grandes finales. El Parque Nacional Morrocoy es cojonudo siempre que no pases más tiempo del necesario en tierra firme y consigas apartarte de las masas, ya sea exiliándote en cayos semi apartados, o yendo entre semana / fuera de temporada. Otra opción es acampar o dormir en hamaca en los cayos, que tiene que molar bastante también y está permitido. Eso queda para la próxima…

Concepto Pesos Colombianos Euros

Posada cutre, hab doble 100 10

Posada Delia, hab doble 100 10

Fuerte San Felipe 14000/7000(estudiantes) 5,9/12