Camaradas,
Hoy viernes 7 de noviembre a las ocho de la mañana, hora local, ha tenido lugar en Moscú un gran desfile militar en la Plaza Roja, frente al Kremlin, con motivo del vigésimo cuarto aniversario de la Revolución Bolchevique. Han intervenido unidades de infantería, caballería, formaciones blindadas y artillería que, acto seguido, han partido a las afueras de la capital a tomar posiciones en el frente.
Al desfile han asistido Stalin, varios Comisarios del Pueblo y otras hienas comunistas. El locutor de la radio que ha retransmitido el acto ha puesto de relieve, varias veces, que en el desfile participa tan sólo una pequeña parte de la guarnición de Moscú, indicando que "el resto del Ejercito", al igual que “toda el Arma Aérea”, se hallan ocupados en establecer un cinturón de hierro en torno a la capital.
A continuación, el dictador soviético ha pronunciado otro discurso desesperado a toda la nación en el que se ha contradicho a sí mismo y afirmado, en contra de lo que dijera ayer, que en el Ejército Rojo “no hay escasez de armas y municiones”. Estas han sido sus palabras:
¡Camaradas, hombres del Ejército Rojo y de la Marina Roja, comandantes e instructores políticos, hombres y mujeres trabajadoras, hombres y mujeres de las granjas colectivas, intelectuales, hermanos y hermanas en la retaguardia enemiga que han caído temporalmente bajo el yugo de los bandidos alemanes, nuestros gloriosos guerrilleros y guerrilleras que desbaratan la retaguardia de los invasores alemanes!
De parte del Gobierno Soviético y de nuestro Partido Bolchevique, os saludo y os felicito en el vigésimo cuarto aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre.
Camaradas, hoy debemos celebrar el vigésimo cuarto aniversario de la Revolución de Octubre en condiciones difíciles. El traicionero ataque de los bandidos alemanes y la guerra que se nos ha impuesto han creado una amenaza a nuestro país. Temporalmente hemos perdido varias regiones y el enemigo se encuentra ante las puertas de Leningrado y Moscú.
El enemigo calculaba que nuestro ejército sería dispersado al primer golpe y nuestro país postrado a sus rodillas. Pero el enemigo ha hecho un cálculo completamente erróneo. A pesar de reveses temporales, nuestro Ejército y nuestra Marina han repelido con valor los ataques enemigos a lo largo de todo el frente, inflingiéndole grandes pérdidas, mientras nuestro país –todo nuestro país- se ha organizado en un solo y disciplinado campamento de combate, junto con nuestro Ejército y Marina, para derrotar a los invasores alemanes.
Hubo un tiempo en que nuestro país se vio en una situación todavía más difícil. Recordad el año 1918, cuando celebramos el primer aniversario de la Revolución de Octubre. En aquel tiempo, tres cuartas partes de nuestro país se encontraban en manos de los intervencionistas extranjeros. Habíamos perdido temporalmente Ucrania, el Cáucaso, Asia Central, los Urales, Siberia y Extremo Oriente. No teníamos aliados, no teníamos Ejército Rojo –tan sólo acabábamos de crearlo- y padecíamos una gran escasez de pan, armas y equipo.
En aquella época catorce estados se encontraban en pie de guerra contra nuestro país, pero no nos abatimos ni nos descorazonamos. En medio de la conflagración de la guerra organizamos el Ejército Rojo y convertimos a nuestro país en un campamento militar. El espíritu del gran Lenin nos inspiró en aquel momento para la guerra contra los intervencionistas.
¿Y qué sucedió? Derrotamos a los intervencionistas, recuperamos todos nuestros territorios perdidos y obtuvimos la victoria.
Hoy, nuestro país se encuentra en una posición mucho mejor que hace veintitrés años. Hoy es muchas veces más rico en industria, alimentos y materias primas. Hoy tenemos aliados que a nuestro lado forman un frente unido contra los invasores alemanes. Hoy disfrutamos de la simpatía y el apoyo de todos los pueblos de Europa que han caído bajo el yugo de la tiranía Fascista. Hoy poseemos un Ejército espléndido y una Marina espléndida que defienden la libertad e independencia de nuestro país con sus vidas. No padecemos ninguna grave escasez ni de alimentos, armas, ni equipo.
Todo nuestro país, todos los pueblos de nuestro país, respaldan a nuestro Ejército y nuestra Marina, ayudándoles a aplastar a las hordas nazis. Nuestras reservas humanas son inagotables. El espíritu del gran Lenin nos inspira en nuestra guerra patriótica hoy tal y como lo hiciera veintitrés años antes.
¿Es posible, entonces, dudar que podamos y debamos obtener la victoria sobre los invasores alemanes? El enemigo no es tan poderoso como algunos pseudo-intelectuales abatidos por el pánico lo retratan. El demonio no es tan terrible como él mismo se pinta. ¿Quién puede negar que nuestro Ejército Rojo ha puesto en desbandada más de una vez a las presuntuosas tropas alemanas?
Si uno juzga la verdadera situación de Alemania y no a través de las jactanciosas aseveraciones de los propagandistas alemanes, no será difícil ver que los invasores alemanes nazis están enfrentándose al desastre.
El hambre y la pobreza reinan en Alemania. En cuatro meses y medio de guerra, Alemania ha perdido cuatro millones y medio de soldados (¿?). Alemania se está desangrando, sus reservas humanas se están agotando. Un espíritu de revolución está cobrando forma no sólo entre las naciones de Europa bajo el yugo de los invasores alemanes, sino entre los propios alemanes, que no ven el final de la guerra.
Los invasores alemanes están estirando sus últimas fuerzas. No hay duda de que Alemania no puede mantener semejante esfuerzo durante mucho más tiempo. Otros pocos meses, otro medio año, un año quizás, y la Alemania Hitlerita se derrumbará bajo el peso de sus propios crímenes.
¡Camarada, hombres del Ejército Rojo y de la Marina Roja, comandantes e instructores políticos, guerrilleros y guerrilleras!
Todo el mundo os contempla como una fuerza capaz de destruir las hordas bandidas de los invasores alemanes. Los pueblos esclavizados de Europa bajo el yugo de los invasores alemanes os miran como sus libertadores. Una gran misión de liberación ha caído sobre vosotros.
¡Ser dignos de esta misión! La guerra que lleváis a cabo es una guerra de liberación, una guerra justa. ¡Que las heroicas imágenes de nuestros grandes ancestros –Alexander Nevsky, Dmitri Donskoi, Kuzma Minin, Dmitri Pozharsky, Alexander Suvorov, Mikhail Kutuzov- os inspiren en esta guerra!
¡Que la bandera victoriosa del gran Lenin ondee sobre vuestras cabezas!
¡Por la completa destrucción de los invasores alemanes!
¡Muerte a los ejércitos alemanes de ocupación!
¡Larga vida a nuestra gloriosa madre patria, su libertad y su independencia!
¡Bajo la bandera de Lenin-adelante hacia la victoria!
La crítica a las palabras pronunciadas entre ayer y hoy por Stalin no puede ser más sencilla, sobre todo cuando ayer reprochaba a Inglaterra no haber creado un nuevo frente contra Alemania que hubiera hecho menos terrible el ataque a Rusia. En un momento en que Alemania e Italia bombardean sin cesar las bases de Malta y soportan con estoicismo defensivo la represalia de incursiones enemigas sobre Sicilia y puertos del sur al tiempo que persiguen tenazmente a los convoyes ingleses, lo menos en que puede pensar el Reino Unido es en acudir en ayuda de Stalin. Por eso todo el Eje respira tranquilo y tiene la orgullosa conciencia de que el frente que Stalin echa de menos no pudo formarse por la acción de las fuerzas fascistas en el Mediterráneo que, derrotando una y otra vez a Inglaterra en Grecia, Creta, Libia y Egipto han hecho más desesperada la situación del enemigo bolchevique.
Las esperanzas de Stalin de reconstruir, antes de que llegue el fracaso definitivo, lo que le costó levantar veinticuatro años de trabajo, y ha perdido en poco menos de cuatro meses, son fantásticas y pueriles. Absurdas son también las inconsecuentes frases dirigidas a envalentonar al nacionalismo ruso después de la larga enseñanza perniciosa de carácter absolutamente internacionalista. El sentimiento de amor patrio no se compadece con el fondo nihilista de las teorías bolcheviques que, al perder los bienes materiales de las ciudades de donde huyen, destruyéndolas en fiel cumplimiento de la política de tierra quemada ordenada por Stalin, han perdido toda fuerza moral y espiritual.
Es lebe Nationalsozialismus!
Tod dem Bolschewismus!