Moscú – Irkutsk Primera etapa del transiberiano

Por Zhra @AzaZtnB

El famoso transiberiano es en realidad una ruta de tren que va desde Moscú hasta Vladivostok y si lo miráis en un mapa veréis que cada uno está en una punta de Rusia. Y ya de paso que Rusia es muy grande. Tan grande que para hacer esa ruta se tardan 7 días y 6 noches, unos 9288km de vía que se dicen pronto. También está el Transmanchuriano (Moscú- Pekín evitando Mongolía) y el Transmongoliano (Moscú– Pekín pasando por Mongolía).

Hay varias cosas importantes a saber sobre el tren. La primera y más importante es que mientras estás en el tren se habla del horario de Moscú y considerando que es la ruta más larga del mundo y que pasa por ocho zonas horarias diferentes es un dato a tener en cuenta. Por ejemplo yo llegué a Irkutsk, y así lo marcaba mi billete, a las tres y media de la madrugada pero para los habitantes de Irkutsk eran las 8 y media.

Hay tres clases, la primera es de asientos blandos en un compartimento cerrado con dos personas por compartimiento. La segunda vuelve a ser de asientos blandos pero esta vez con cuatro personas. Y la tercera clase que es de asientos duros o de cuero donde todo el vagón es un compartimento en sí mismo. Por si lo dudabais yo iba en la general, un compartimento de unas 54 o 60 personas con 4 camas en lo que en Europa sería un compartimiento y 2 más a la izquierda en lo que sería el pasillo dejando un ancho de unos 70 u 80 cm para pasar, un lavabo en cada extremo del vagón, un samovar con agua caliente para hacer un té, café, noodles, sopa o lo que surja, un Provodnik y un ayudante (resulta que las encargadas del vagón no se llaman “Mamá” sino Provodnik!!). No creáis que es un tren turístico ni mucho menos, se considera la vía de comunicación más grande del país tanto de personas como de mercancía.

Samovar

Por último para comprar los billetes yo os recomiendo que paséis de agencias y vayáis directamente a http://pass.rzd.ru arriba a la derecha tenéis la banderita inglesa para cambiar el idioma.

Una vez metido todo este rollo y ya puestos en canción os cuento lo que yo he vivido.

Esta vez encontrar el tren fue fácil, ya dominaba lo que eran los minutos que faltaban y no lo confundía con el número de vía. Y aunque en Moscú hay tres estaciones de tren en una (¿Lo hacen para confundir al turista?) encontré la estación de Yaroslavskaia sin problemas. En realidad mi billete ponía Iaroslavskaia porque sería demasiado fácil llamarla siempre igual.

Una vez en mi vagón y viéndome rodeada completamente por rusos que sabían lo que hacían me siento a esperar a que el tren arranque. En estas se me acerca una mujer con un chaval de unos 18 años y me empieza a hablar. Con mi mejor sonrisa profident ya perfeccionada le explico que yo de ruso nanai. Y muy amablemente empieza a enseñarme ruso. Si es que quien no aprende es porque no le da la gana. Me hace un uno con el dedo y me dice:”Odin”. Como estábamos en medio del pasillo no tenemos que apartar y dejar la lección para más tarde. El chaval se sienta y poco después la mujer desaparece. En esto empiezo a contar asientos y sobra alguien, me entra la paranoia que he cogido mal el asiento. Me fijo que tiene doble numeración una para literas y otra para asientos. En medio de mi ataque de pánico el tren arranca, me levanto de golpe justo para ver a la mujer desde el andén diciendo adioooos con la mano mientras el chaval la ignora completamente y yo me vuelvo a sentar haciendo ver que me había pinchado con algo.

El tren se mueve y comparto espacio con Jorge Cadaval en gordo (de los Morancos), un señor que parece sacado de un cómic y no callará en 4 días y el chaval joven que, al igual que yo, estará en las literas de arriba. En frente tenemos al chico cuyo equipaje es una bici de acrobacias y un ruso que parece salido de la segunda guerra mundial. Lamentablemente ninguno tiene la paciencia de la mujer que quería enseñarme ruso en 3 segundos y después de los primeros intentos me ignoran completamente el resto del viaje. El resto del vagón tiene todo tipo de personajes, turistas rusos, madres con niños, una pareja de ancianos, un grupo de hippies octogenarios, un chaval que vivía al lado del único enchufe… La gente va variando durante el camino y un día después el chico de la bici será sustituido por una física rusa que habla inglés y ha viajado por medio mundo ¡Bien! No es una gran conversadora pero al menos me enseña ruso básico y me hace de intérprete.

Los primeros días hay miles de conversaciones por todos lados, las sábanas están bien colocadas sobre las camas, la gente se sonríe al reconocerse haciendo cola en el baño o frente al Samovar, se ofrecen comida y se comparan cuchillos de comida, móviles o lo primero que haya a mano, comemos y dormimos más o menos a la misma hora, no hay prisa por bajar en las paradas. Sacas la mano por la ventana abierta y notas el viento pasar entre los dedos. El traqueteo del tren te desequilibra y te alegras de no haberte enrolado en el circo cuando tenías 12 años. En las paradas se forman grupos, de personas antes desconocidas, y hablan con las vendedoras que han estado en la estación esperando pasar el tren y ahora están dispuestas a venderte fruta, tomates, cebollas, pepinos, pescado ahumado, chaquetas… Si no tienes frío entonces mejor un peluche para el niño o un helado, un souvenir, una cesta, tu pide y ellos te lo consiguen. Pero los días pasan y las conversaciones decrecen, las camas se desordenan y se ensucian, la gente se aletarga, el ritmo se hace más lento, en algún momento parece que el tiempo se para y sientes que te has convertido en un oso hibernando, ya no son las doce o las tres, es la hora en que el cuerpo te pide dormir, leer o comer hasta que miras por la ventana y ves el paisaje verde, las casas de madera y las estaciones pasar a toda prisa a tu lado. Sólo cuando el tren se para te das cuenta que traqueteaba y de noche deseas que se vuelva a poner en marcha para poderte dormir. El tiempo se ha marchado pero a cambio ha dejado barajas de cartas, guitarras, ronquidos, risas entre sueños y las colas por bajar en las estaciones. Por supuesto a estas alturas ya has puesto motes a todo el vagón incluso alguna de las personas de los vagones de los lados.

Cuando quieres darte cuenta llevas cuatro días sin ducharte, comiendo noodles y sopa precocinados, has escrito media libreta, te has leído dos libros, chapurreas algo de ruso, con tu nuevo sentido del equilibrio crees que Spiderman es un pardillo y comprendes la fama del circo ruso. Así la Provodnik te despierta una hora y media antes de tu estación para que te prepares y le devuelvas las sábanas. A la hora exacta llegas a tu estación y sigues moviéndote a ritmo de tren durante las siguientes dos o tres horas.