Mostra FIRE!! 2021 - Parte 4: El sueño de ser uno mismo

Publicado el 20 junio 2021 por Enprimerafila
Llegamos a nuestra última crónica sobre la Mostra FIRE!! que en su veinticinco aniversario ha conseguido al menos ofrecer una versión híbrida, menos completa en su formato online de lo que fue el año pasado, que consiguió gracias a ello superar con creces su proyección nacional, con más de 60.000 espectadores. El retroceso hacia una edición más presencial supone, como ha ocurrido con festivales como D'A Festival o Docsbarcelona, un retroceso también en la repercusión de la muestra. Pero en todo caso hemos asistido a una programación que, aunque irregular en la calidad de sus propuestas, como suele ser habitual, ha conseguido ofrecer una muestra heterogénea de la producción internacional de temática LGTBI+. Estas son las últimas películas que hemos visto. OFICIAL LARGOMETRAJES
Presentada en el Festival de Zurich, Beyto (Gitta Gsell, 2020) cuenta una historia de homosexualidad reprimida en un entorno familiar restrictivo a través del protagonista, un joven de origen turco que vive en Suiza y que se enamora de su entrenador de natación, Mike (Dimitri Stapfer, al que hemos visto recientemente en la serie bélica Laberinto de paz (SRF, 2020)), pero que tiene que enfrentarse a unos padres que no asimilan la homosexualidad de su hijo. La película se desarrolla en dos espacios diferentes: por un lado, Suiza, donde el joven Beyto (el debutante Burak Ates) descubre su homosexualidad, y por otro lado un pequeño pueblo de Turquía, donde los padres del protagonista le preparan una boda a sus espaldas. La segunda parte es más colorista, lo que contrasta con el sentimiento de decepción que experimenta el personaje principal, enfrentado a lo que los demás quieren que sea, y obligado a casarse con su mejor amiga, Seher (una espléndida Ecem Aydin, también debutante).

La película está basada en la novela de Yusuf Yeşilöz, autor de origen kurdo pero nacionalizado suizo que también es realizador de documentales. No conocemos la obra original, pero la adaptación cinematográfica está llena de tópicos y estereotipos que se representan en un guión convencional, que aporta pocos elementos diferenciadores respecto a otras tantas historias sobre la represión de la homosexualidad en familias emigrantes. No ayuda tampoco un trabajo de dirección mediocre, que no consigue extraer interpretaciones con un mínimo de emoción de los jóvenes actores, lo que se percibe aún más en el actor debutante que interpreta al protagonista, y en escenas que deben tener una cierta carga dramática, como la pelea entre Beyto y Mike cuando éste se entera de que se ha casado, que tiene una planificación torpe. Lo único medianamente novedoso es un cierto desarrollo de la historia hacia una mirada optimista en torno a la sexualidad. 
En este sentido, No hard feelings (Faraz Shariat, 2020), que ganó el Premio Teddy a la Mejor Película en el Festival de Berlín, consigue al menos huir de los estereotipos de la representación de la homosexualidad en las familias inmigrantes. Lo interesante de esta propuesta no es exactamente lo que cuenta sino cómo lo cuenta. Se trata de la historia de un joven iraní de tercera generación que vive en Alemania, pero que no toma conciencia realmente de sus orígenes hasta que conoce a dos hermanos inmigrantes, también iraníes, que tratan de conseguir la condición de refugiados. Es entonces cuando cambia su perspectiva hacia sus orígenes y las dificultades que para muchos tiene la necesidad de emigrar. Esta descripción de una comunidad cerrada, pero que en este caso ha adoptado ya una cierta mentalidad occidental es lo más interesante de la película, en su descripción desinhibida de la sexualidad del protagonista que se desarrolla principalmente en la primera mitad. Pero cuando aborda el drama y las cuestiones raciales acaba cayendo también en los tópicos de siempre.

Regresamos a Turquía con la película Ask, büyü vs. (Love, spells and all that) (Ümit ünal, 2019), que logró los premios a Mejor Película, Mejores Actrices y Mejor Guión en el Festival de Estambul. La historia comienza con el regreso de Eren (Ece Dizdar) a una pequeña isla donde vivió en su adolescencia para encontrar a Reyhan (Selen Uçer), un antiguo amor al que abandonó, obligada por sus padres. Después de 20 años de separación, con su vuelta pretende retomar una relación que no pudieron continuar. El planteamiento inicial requiere de una cierta complicidad del espectador, en tanto que no se explican realmente las circunstancias por las que si Eren estaba tan perdidamente enamorada de Reyhan no ha regresado hasta veinte años después porque, aunque se menciona que estuvo casada, su disposición de enamoramiento profundo no encaja bien con la ausencia tan prolongada. La separación provocada por el descubrimiento de su relación establece también los primeros apuntes de la diferencia de clase social entre ambas, uno de los elementos esenciales de la película. Mientras el castigo para Eren fue viajar a París y estudiar en la Universidad, las consecuencias para Reyhan fueron no poder estudiar y vivir con un padre maltratador. 

El director y guionista incorpora el elemento mágico que servirá como estructura central de la película cuando Reyhan explica a Eren que, cuando se marchó hace veinte años, acudió a una hechicera para que preparara un conjuro de amor. Y permanece la duda de si es este aspecto mágico el detonante del estado de enamoramiento o se trata de una excusa para introducir un sentimiento de amor lésbico en una sociedad en la que no tiene cabida. La película plantea en algunos momentos una relación de redescubrimiento entre las dos amigas/amantes que encuentra cierta belleza formal, especialmente marcada por los escenarios naturales de la isla y, sobre todo, por los sonidos apacibles que las rodean. Pero contiene un problema esencial respecto a una mirada eminentemente masculina hacia esta relación, porque la película adopta en todo momento el punto de vista del director, y eso impide que la mirada femenina pueda evitar los estereotipos de la representación lésbica en personajes como Eren, que se presenta con un aspecto "masculinizado". 
Curiosamente, la descripción de los personajes masculinos intenta justificar el desarrollo de los personajes femeninos. Cuando Eren y Reyhan acuden a la casa de la hechicera que preparó el supuesto encantamiento, les recibe su hijo, un hombre que está obsesionado con las teorías de la conspiración y que establece un paralelismo entre la sociedad turca actual y las películas de zombies. Hay una especie de estado de paranoia que representa en cierto modo la tradición de una sociedad que también está habitada por devoradores sin sentimientos. Tampoco el papel del otro personaje que tiene cierta importancia en la historia, Gökhan, con el que Reyhan ha iniciado una relación, consigue escapar del cliché de la masculinidad despechada. De alguna forma se plantea la llegada de Eren y su homosexualidad no reprimida como una especie de salvación de la infelicidad de Reyhan, rodeada de hombres paranoicos, celosos o maltratadores, lo cual puede ser discutible en tanto que ofrece un planteamiento demasiado reduccionista para justificar la relación entre ambas. 
OFICIAL DOCUMENTALES

Las contradicciones de un país como Cuba están presentes en la actitud hacia la homosexualidad, que el Partido Comunista consideraba "una herencia del capitalismo", mientras que en la actualidad existe en La Habana el Centro Nacional Cubano de Educación Sexual (CENESEX), que está dirigido por Mariel Castro, sexóloga e hija de Raúl Castro, que ofrece la posibilidad de llevar a cabo operaciones de reasignación de sexo. Y a pesar de esta apertura hacia una cierta aceptación de la diversidad sexual, muchos miembros de la comunidad LGTBI siguen viviendo en una cierta clandestinidad. El documental Transformistas (Chad Hahne, 2020) ofrece una visión del mundo del transformismo en Cuba, y concretamente en Santa Clara, donde en 1992 un grupo de drag queens decidieron desafiar al gobierno creando un espacio comunitario llamado El Mejunje, fundado por Ramón Silverio, que se ha convertido con los años en uno de los lugares de encuentro y representación de la cultura transformista. 

El director norteamericano Chad Hahne, que también es transformista, decidió grabar el documental sin pedir permiso al gobierno cubano, para evitar injerencias en las historias que quería contar, de forma que el documental está grabado de forma clandestina con un iPhone. Evidentemente, esto tiene consecuencias en la calidad técnica de algunas imágenes y especialmente en el sonido, pero en general se trata de una película con una estética cuidada. A través de las intervenciones de drag queens de diferentes generaciones, la película transmite las diferencias entre la experiencia de las más jóvenes y de quienes fueron pioneras en la visibilidad de colectivo. De alguna forma, en medio de la alegría y la vitalidad que ofrecen desde el escenario, hay también un trasfondo dramático que está representado en las consecuencias del SIDA (una de las protagonistas, Cynthia, falleció en 2020), pero también en el peligro de las clínicas clandestinas de operaciones estéticas, que también han provocado la muerte de jóvenes transformistas. Porque, aunque existe el CENESEX, las operaciones de estética son ilegales en Cuba. 
Las vidas de la comunidad drag están marcadas por las restricciones económicas del país, que en muchas ocasiones les obligan a tener un trabajo alternativo, como es el caso de Samantha, que trabaja en una fábrica por 20 € al mes, mientras por las noches se prepara para representar sus números de transformismo en El Mejunje. El hecho de que el documental esté rodado de forma clandestina permite que ofrezca datos controvertidos de la realidad cubana, como que Samantha estuvo en cuarentena durante cinco años en un sanatorio para enfermos de VIH, o las dificultades que tienen muchas personas transexuales para acceder a los servicios que ofrece el CENESEX porque solo existe una oficina en La Habana, y muchas de ellas viven en pueblos apartados de la capital. Transformistas es un documental que encuentra en la intimidad lograda con sus protagonistas su mayor virtud para ofrecer una visión singular y desconocida del mundo del transformismo en Cuba. 
OFICIAL CORTOMETRAJES
Tras escribir los guiones de los cortometrajes Cachorro (Jesús Rivera Soriano, 2017), Premio Especial del Jurado en el Festival de Málaga, y Xiao Xian (Jiajie Yu Yan, 2019), nominado al Goya, Daniel Toledo Saura debuta como director con Victoria (2020), un nuevo ejemplo de cómo consigue manejar con una mirada certera la elaboración de una historia que en tan solo unos minutos aglutina un mundo interior absolutamente complejo. Cuando concluyen sus ocho minutos, el espectador tiene ya una idea precisa de la trayectoria emocional de Ana (Lorena López) y Clara (Abril Zamora), establece el conflicto y deja que nuestra imaginación construya toda esa historia que está fuera de los márgenes temporales del cortometraje. Ni qué decir que ambas actrices consiguen impregnar a sus personajes de una cierta contradicción emocional en la que se encuentran, enfrentadas a una circunstancia que cambiará su futuro pero no pretende modificar el pasado. 

Victoria Amazónica es un nenúfar que crece en las aguas poco profundas del Amazonas y que se abre por la noche para atraer a los escarabajos que la polinizarán. Es la única planta que cambia de sexo durante el proceso de polinización: la primera noche es blanca y femenina, mientras que la segunda noche es rosada y masculina. La historia tiene lugar precisamente en una floristería, y reflexiona sobre los estereotipos en torno a la transexualidad, pero sobre todo propone una visión igualmente compresiva hacia quienes lo experimentan desde distintos puntos de vista. La puesta en escena es espléndida, llena de colores, que se concretan en el vestido rojo  de Clara y el azul que lleva puesto Ana, representación de los estados de ánimo de cada una de ellas, más pasional y emancipada la una, más apagado la otra. A través de unos diálogos que en cada frase están llenos de sutilezas y de información sobre la relación entre Ana y Clara, el cortometraje plantea preguntas, semillas de propuestas narrativas que bien podrían desarrollarse más, pero que están perfectamente encajadas en esta escena concreta, tan fundamental para establecer las bases de un nuevo tipo de relación familiar, que no necesita ser más explícita. 

Laberinto de paz y Xiao Xian se pueden ver en Filmin.