Motivos absurdos que llevaron a cometer crímenes.

Por Crimenycriminal @crimenycriminal

Woody Allen: “Podría darle razones para matar a cien personas cada día, pero somos adultos, dejamos que lo hagan los abogados por nosotros”.
Es una verdad irrefutable: todo el mundo es capaz de llegar a matar a otra persona. Sin embargo, y por suerte, no todos podemos llegar a convertirnos en depredadores seriales y matar al menos a tres personas con un periodo de tiempo de enfriamiento entre uno y otro crimen. Periodo de enfriamiento durante el que el asesino, revive en su cabeza el último hecho delictivo hasta que eso no le es suficiente y se “activan” nuevamente sus ganas de salir a matar.
«Ya sé que no es normal que uno mate a una chica sólo para tener relaciones sexuales con ella». Estas terribles palabras fueron pronunciadas ante la policía por el asesino Henry Lee, quien inició su carrera criminal apuñalando en pleno ataque de ira a su madre mientras dormía. Fue sentenciado a ir a prisión, y posteriormente a 5 años en un hospital psiquiátrico, en el que fue diagnosticado como un psicópata suicida, sádico, y con desviaciones sexuales. Fue puesto en libertad en 1970 y se fue a vivir con su hermana y con el marido de ésta, que ya le creían rehabilitado, hasta que poco tiempo después mató a su perro.
Henry, deseoso de formar una familia, se casaría con la amiga de su hermana y madre de dos hijas de 8 y 9 años. Mientras su mujer salía a trabajar, el padrastro, se quedaba “cuidando” de las niñas. Su idea no fue otra que abusar de ellas hasta que acabó aburriéndose y marchándose sin dar explicaciones.
Empezó a vagar con su coche por América, y en Miami encontró al que iba a ser su amigo y amante, Ottis Toole. Pirómano, homosexual, aspirante a transexual, caníbal, asesino y con un ligero retraso, así era la nueva pareja de Henry. La perversión de ambos les condujo a cometer una cantidad de crímenes indeterminados 
Y es que la mayoría de los crímenes se cometen por tres motivos: dinero, celos y venganza. Pero, en ocasiones, como veremos a continuación, las razones nos parecen tan absurdas o banales que hacen tambalearse los cimientos éticos sobre los que se asienta la sociedad. No debemos caer en el error de pensar que el crimen es cosa de “locos” y que tal o cual individuo lo ejecutó porque en un momento dado se le fue la cabeza. Y es que los motivos, aunque no nos parezcan claros o lógicos a ojos de las personas sanas, siempre existen en mayor o menor medida. El hecho que lo empujó, aunque nos parezca ilógico, será seguramente el que rebasó el límite de una persona predispuesta a matar. 
El escritor asesino.
El 10 de diciembre de 2000 aparecía un cadáver maniatado flotando en el río Oder, junto a la ciudad polaca de Wroclaw. La policía estaba desconcertada y las pistas no llegaban. Parecía que nos encontrábamos ante el crimen perfecto. En 2004 salía a la venta la novela ‘Amok’ –síndrome cultural descrito como la súbita y espontánea explosión de rabia salvaje, que hace que la persona afectada corra alocadamente o armada y ataque, hiera o mate indiscriminadamente a los seres vivos que aparezcan a su paso, hasta que el sujeto sea inmovilizado o se suicide- firmada por Krystian Bala. En la misma, el autor relataba con minuciosidad, incluyendo detalles que sólo la policía y el asesino conocían, un crimen igual que el que acabó con la vida del individuo del río. La policía lo investigó y descubrió que Bala había llamado a la víctima el día en el que ésta desapareció. Una víctima que averiguaron había sido amante de la mujer de Bala. El asesino y escritor encontró dos motivos en su crimen: pasional y literario.
Por un plato de lentejas.
En el año 2011, en Nueva York, Noor Hussein de 75 años terminaba con la vida de su mujer de 66 años indignado por tener lentejas para cenar en vez del plato con carne de cabra que deseaba. Noor, que se creía con el derecho de poder golpear a su esposa por el simple hecho de provenir de una cultura distinta, la atacó brutalmente mientras se encontraba acostada en su cama, convirtiendo la escena en un caos de sangre. 
Por no leer un libro.
El 21 de julio de 2008, en la localidad de Colina, al norte de Santiago de Chile, Erna Rivera perdió el control al constatar que su hija no había cumplido con sus deberes: leer un libro. Erna, en un arrebato de ira, golpeó a su hija, produciendo en ella hasta 30 hematomas, y finalmente la empujó contra un mueble dejándola inconsciente. La arrepentida madre trasladó a la menor a un centro hospitalario donde nada pudieron hacer por salvarla. 
Por apagarle la consola.
El 1 de septiembre de 2007, en la localidad de Reus (Tarragona), Luigi Duran de 19 años de edad se encontraba jugando plácidamente a la consola. En un momento dado, el hijo de su pareja de tan solo 11 meses de edad, introdujo la mano en la videoconsola, haciéndole perder la partida. Luigi reaccionó con un puñetazo en el abdomen contra la criatura. Tras el golpe, el padrastro, lo cogió por la cintura y lo tiró sobre la cama para continuar dándole golpes en la cabeza. Tras la brutal paliza, Luigi decidió bañarlo y volver otra vez a su partida. Cuando la madre llegó se dio cuenta de que él bebe estaba muerto. A día de hoy, Luigi es visitado regularmente en la cárcel por la madre de la víctima con el que incluso tuvo una hija más. 
Por roncar.
En la residencia perteneciente a la Universidad de Agricultura de Fijin, el 14 de noviembre de 2009, se vivía un hecho insólito. Guo Liwei, un estudiante de 23 años, apuñaló en el pecho y en la espalda a su compañero de habitación Zhao Yan. ¿El motivo? Estaba cansado de los fuertes ronquidos que este emitía. Guo, que fue condenado a muerte por estos hechos, publicó en Internet un vídeo con los ronquidos de su compañero de habitación. "Se lo comenté a Zhao y se molestó. Abusó verbalmente de mí en varias ocasiones e incitó a que lo matara", declaró Guo en aquel momento, a la vez que aseguraba que no apelaría la sentencia. 
Por tener las orejas demasiado grandes.
Nuray Sacan, mujer turca de 37 años, estranguló en 2015 a su hijo de 10 años de edad para liberarle de la vergüenza que sentía ante sus amigos por el tamaño de sus orejas. La madre había pagado una operación de cirugía estética a su vástago, la muerte se produjo en el propio hospital, para modificarle el tamaño de las orejas. Al no quedar satisfecha con el resultado, algo que comunicó de inmediato a los cirujanos, decidió meter a su hijo en el baño del centro hospitalario y asfixiarlo con su propia bufanda. "Sus orejas se habían vuelto aún más grandes tras la operación. Estaba horrible y se habría sentido aún más avergonzado delante de sus amigos. Lo hice para que no tuviera que pasar por tal situación", justificó Nuray Sacan 
Por el mando de la televisión.
«He cogido una escopeta y le he pegado un tiro a mi hermano. Creo que está muerto» así se presentaba Ignacio Ruiz en el cuartel de la Guardia Civil de Moguer (Huelva). En septiembre de 2002, en la urbanización Ciparsa, una de las más antiguas de Mazagón (Palos de la Frontera, Huelva), Ignacio Ruiz de 33 años y su hermano Rafal Ruiz de 39 comenzaron una discusión por el control del mando de televisión. La tensión de la disputa llevó a Ignacio a buscar la escopeta de caza de su padre, la cargó con dos cartuchos y regresó con ella al salón. Ignacio disparó primero contra el televisor, destrozando la pantalla. Después, no contento con lo que había hecho, apuntó a su hermano y disparó contra su pecho terminando con su vida.
Para convertirlo en vampiro. 
Tres jóvenes eran detenidos hace apenas siete meses, en marzo, en Chihuahua (México). Pertenecían a la secta “Hijos de Bafamed I”. Su delito: terminar con la vida de Edwin Miguel Juárez para que resucitase transformado en un ser inmortal. Los tres jóvenes golpearon e hirieron a su amigo con cristales rotos para concluir el rito satánico con una estrangulación. Según comentaron los jóvenes detenidos, Edwin Miguel, pidió que lo asesinasen para poder convertirse en vampiro. 
Por publicar la ruptura en Facebook.
Bajo el seudónimo de José Luis Padilla, Ronald Díaz Quiroz, escribía en Facebook un año atrás: "Hoy por fin me quité el chicle que tenía por mujer, me siento libre". Su ex pareja, Yustin Paola Padilla, al leer aquello entró en cólera y se decidió a ir a buscar a Ronald a un barrio de las Barranquillas en Colombia. Los presentes cuentan que en un momento de la ardua discusión, la mujer soltó antes de apuñalar en el pecho a su ex marido: "Si no eres para mí, no eres de nadie".
Pero los motivos no tienen que ser únicamente personales, y en ocasiones, estos pueden ser compartidos por una familia al completo. Motivos que, al menos en frío, pueden parecer tan absurdos como los límites de unas tierras y que pueden convertirse en uno de los crímenes que más conmociono a la sociedad Española. 
La noche del 26 de agosto en Puerto Hurraco, ubicado en la provincia de Badajoz (Extremadura), los hermanos Antonio y Emilio Izquierdo, vestidos con ropas de cazador, armados con escopetas repetidoras del calibre 12 y con abundante munición, decidieron disparar a todo aquel que se cruzase en su camino. El balance total de esta masacre se saldó con 9 personas fallecidas y 12 más heridas. "Ahora que sufra el pueblo, como yo he sufrido durante todo este tiempo", declaraba Emilio tras su captura.