Ingresamos por una calle estrecha, como tantas otras de la hermosa ciudad de Lisboa. En las paredes aparecieron fotografías en blanco y en negro que mostraban a los grandes cantantes de fado, la música tradicional portuguesa. Caminamos unas cuadras y sentí que estaba en un lugar diferente al resto de la ciudad. Sentí que nos habíamos sumergido en un túnel silencioso donde todo lo que ocurría fuera de ese lugar no se percibía. Ni el traqueteo de los tranvías ni las bocinas ni el murmullo de los turistas ni el acecho de los vendedores. Comencé a leer los carteles que acompañaban cada imagen.
Esta es Amália Rodrigues, quien con su voz llevó el fado a los escenarios del mundo y se convirtió en un símbolo de Portugal.
En esta casa nació María Severa Onofriana o, simplemente, Severa, quien es considerada por todos sus seguidores como la fundadora del fado.
Este es Fernando Mauricio, con su mirada profunda que conquistaba como su voz.
Los nombres y las fotos se sucedían y yo trataba de imaginarme a esos hombres y mujeres cantando en esas calles angostas, tomando una guinja y conversando con los habitantes de esas pequeñas casas.
Pero no era fácil imaginar.
Estábamos en Mouraria, cuna del fado, donde el recuerdo de los cantantes más famosos se mezcla con la herencia cultural de quienes allí vivieron. Barrio de personas marginales, de inmigrantes en busca de un destino mejor, de mujeres que vendían su cuerpo y de historias encerradas entre las paredes de las viejas casas.
Aquí comienza la exposición de Camila Watson, en la Rua de Capelao.
Retraro de María Amelia Proenza junto a la típica ropa colgada de los balcones y ventanas lisboetas.
Retrato de Fernando Mauricio.
Esas imágenes estaban allí gracias al trabajo de Camila Watson, una fotógrafa nacida en el Reino Unido que desarrolló gran parte de su carrera y de sus proyectos sociales en Brasil y en Portugal, más precisamente en las favelas de San Pablo y en las calles angostas de Mouraria. Siempre vive donde trabaja y eso le genera una relación más estrecha con sus vecinos, quienes pasan a convertirse en personajes entrañables de sus trabajos. En Mouraria tiene dos exposiciones. Una es “Retratos del Fado”, que es la que nos sorprendió apenas ingresamos por esa calle estrecha. La otra la descubriríamos al final del recorrido, después de escuchar con atención las historias que Pedro y Filipa tenían para contarnos.
Pedro y Filipa fueron los responsables de llevarnos a descubrir este hermoso rincón de la ciudad cuando nos invitaron a participar de uno de los tours gastronómicos de Taste of Lisboa, que organizan todas las semanas.
Luego de degustar vinos, jamón, sándwich de carne ahumada, almejas y chamusas, nos llevaron a un pequeño local llamado “Os amigos de Severa” en el centro de Mouraria. Allí, muy cerca de donde fue la casa de nacimiento de Severa, se encuentra este pequeño comercio donde Antonio no se cansa de llenar pequeños vasos de plástico con una bebida alcóholica y muy dulce, típica del lugar: ginja.
A medida que avanzábamos por las calles del barrio y con las imágenes de los fadistas todavía en mi retina, comenzamos a ver nuevos retratos. Pero esta vez no eran cantantes. Eran personas de más de 70 años que hicieron sentir a Camila Watson parte del barrio y la incorporaron a la cotidianeidad e intimidad que solo los barrios saben mantener. Ella, a través de sus fotos quizo agradecerles la hospitalidad y dejar sus huellas en esas calles que los vieron crecer. El resultado es su segunda exposición en la calle, llamada “Tributo”. Los retratos están ubicados en las paredes de las casas donde ellos viven (o vivieron) y los muestra en escenas cotidianas. La puerta que hoy vemos cerrada, en la fotografía se encuentra entreabierta y con doña María asomando su sonrisa. La calle que hoy está vacía, en la fotografía aparece con dos amigos jugando a las cartas. Es como si hubiera un agujero en las paredes o como si las ventanas estuvieran abiertas y pudiéramos verlos ahí, en su cotianeidad. Es como si la calle no estuviera vacía, como si ellos se encontraran ahí, esperando para saludar a la gente que pasa. Me encantó.
Algunas imágenes más del barrio.
Esta es la puerta de la casa donde nació Severa.
Caminar por esas calles fue como revivir la historia y rescatar la importancia de mantener vivas las tradiciones. Las de los héroes conocidos y las de los héroes de todos los días, las de los fadistas y de los que viven allí.
Dicen que el fado genera saudade, que Lisboa genera saudade. Yo creo que es Mouraria donde se respira saudade.
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Agradecemos a Taste of Lisboa por permitirnos descubrir este hermoso rincón de la ciudad. Si tienen ganas de hacer un tour gastronómico por Lisboa no dejen de consultar las opciones que ellos ofrece.Los invitamos a leer este post de un viajero que descubrió el fado en Lisboa y lo considera el Tango portugués (viene con música).