Los gallegos somos seres de tradiciones y costumbres, empezando por un alcoholismo crónico heredado de padres a hijos desde los albores de los tiempos y acabando con una exagerada querencia por lo terrenal. Con lo terrenal no me refiero al antónimo de lo paradisíaco, sino a su forma más literal: el terreno.
Los gallegos “per sé” somos bondadosos, buen gente, benévolos, magnánimos, afables, abnegados, generosos, dadivosos y altruistas con el vecino. Hasta que llega el día que mueven los “marcos de la leira”. Ahí se acabó el buenrollismo y empieza el apocalipsis.
A un gallego puedes llamarle inculto, puedes escupirle, puedes golpearlo hasta la muerte (nosotros lo hacemos con los pulpos, estamos acostumbrados), podéis sodomizarlo entre siete que no levantaremos la voz pero, jamás, repito, JAMÁS puedes mover “os marcos da leira”.
Mover un marco es la mayor la afrenta que se le puede hacer a un gallego. Si alguna vez los gallegos hemos estado al borde de la extinción ha sido por las reyertas sobre los marcos. Podemos matarnos entre nosotros porque a uno se le ocurrió mover un marco un centímetro. Ante semejante ofensa sus vecinos responden con violencia. Y no con cualquier violencia o una violencia medida. No, no, con violencia gallega. “La matanza de Texas” es una nimiedad con una disputa por un centímetro cuadrado de terreno. Chuck Norris movió un marco de una leira y sufrió su primera derrota. Solo que a los medios les conviene ocultar esto.
Un holandés se trasladó a Santoalla do Monte, una pequeña aldea de siete habitantes del ayuntamiento de Petín, provincia de Ourense. Este pobre buen hombre creía que venía a un lugar donde la negociación era el medio empleado para resolver los conflictos acerca de las lindes de las fincas. Y no. Al holandés nadie le avisó de lo inconveniente de mover marcos y pasó lo que tenía que pasar.
El holandés que “movió los marcos” y claro. #DiarioDeUnPerdedor#MoverOsMarcospic.twitter.com/h0gcrxau5j
— Iván R.G. (@Igarro) enero 21, 2015
Al ser sólo de siete habitantes la aldea, cinco si descontamos al holandés y su esposa, el asesino es fácil de descubrir. Yo apuesto por la ama de llaves con el candelabro en el vestíbulo.
No sé si recordáis un éxito de uno de mis grupos de referencia: Zapato veloz. El hit en cuestión se titulaba “Pandeirada sideral” y repetían como unos posesos “hay un gallego en la Luna”. Quiero desmentirlo totalmente. Es rigurosamente falso. Si hubiese un gallego en la luna ya habríamos “botado unhas patacas o unos pimientiños del Padrón” que, aunque la superficie lunar parezca muy inhóspita, con un poco de Fertimón la apañábamos. Además, al igual que la muralla china se ve desde el espacio, veríamos los marcos de la luna desde la Tierra.
Sabéis que los gallegos somos una tierra de emigrantes. En cualquier ciudad de España, Europa o Latinoamérica encontrarás gallegos. Pero en lo que no reparáis es que en las maletas, además de los típicos manjares del estilo de chorizo, androllas y lacones, llevamos marcos para as leiras. Ahora tenemos vallada media Europa. ¡Tocadnos un marco si hay cojones!
La Merkel es muy valiente imponiendo políticas de austeridad, de consolidación fiscal y podrá someternos al control de la Troika esa. Pero ¡ay pobre como toque un marco!. No tiene cojones.
En Galicia adoptamos una jerarquía normativa distinta al resto de España. En todo el territorio español es tal que así: costumbre, reglamento, ley y constitución, por orden de menor a mayor importancia. En Galicia está por encima de la constitución los “marcos da leira”. Al “marco da leira” nada le puede. Ni los burócratas del catastro ni la parcelaria, ni ningún acta notarial de mierda. Para modificar uno se requiere el consenso del 100 % de vecinos del pueblo, baja la atenta supervisión del alcalde y las fuerzas vivas del pueblo (es curioso, porque siempre suelen ser bastante viejas) y todo ello bendecido por el cura del pueblo con el agua santa de la que bebió el niño Jesús.
Como buen gallego que soy, lo mismo que te digo una cosa, te digo la otra. Para lo intransigentes que somos para mover un marco, somos muy benévolos en cuanto al material, forma, composición, tamaño y estado de los marcos. Cualquier cosa es perfectamente válida para establecer las lindes de tu territorio. Si el material usado como marco no es de tu propiedad, puntúas doble.
“Cualquier cosa vale” como diría el pene de Alfonso Díez