Daniel Barenboim ha explicado algo realmente complejo al público: "que los flashes de las cámaras de fotos de los móviles desconcentran a los músicos". La obsesión de fotografiar cada instante nos hace olvidar lo esencial, en este caso concreto, escuchar la música. Foto del director, foto del violín primero pasando la página de la partitura, selfie con el vecino de butaca, selfie del programa de mano, selfie de mi cara leyendo el programa de mano... y mientras Ravel sonando.