Movilfomania

Publicado el 21 septiembre 2013 por Torrens

Según Luis, mi amigo valenciano de Burjasot, en ocasiones me ocurren cosas que no son normales, y quizás tendré que acabar por darle la razón.

Esta mañana, alrededor de las nueve, estaba en la parada de Plaza Catalunya, lado mar, esperando el bus para ir al Club Natación Barcelona. En el banco de la parada estaba sentado un señor mayor, tan viejo que seguro que lo era más que yo. Era alto y muy delgado y estaba sentado con ambas manos horizontales apoyadas en el banco. Yo estaba de pie delante de él apoyado en la columna de la marquesina de la parada porque según el indicador electrónico solo faltaban dos minutos para que llegase mi bus. Justo cuando estaba mirando hacia donde estaba el señor mayor se ha acercado una señora de mediana edad de aspecto normal e incluso algo agradable, de la que solo un detalle indicaba su tremenda imbecilidad:  estaba dale que te pego al teclado del teléfono móvil sin levantar la vista más que para lo muy indispensable, algo que odio profundamente porque la electrónica mejora las comunicaciones pero aumenta la incomunicación cuando es utilizada por personas que pierden el mundo de vista en cuanto tocan el teclado de algún bicho electrónico. Sin levantar la vista del teclado la movilfómana se ha sentado sobre la mano izquierda del pobre señor que no se ha dado cuenta porque estaba mirando hacia la derecha. Al notar el peso de las posaderas de la movilfómana  el pobre señor ha intentado apartar su mano izquierda, con cara de susto, presionando con la mano derecha sobre el cuerpo de la mujer para ayudarse a extraer la otra mano del subterráneo de la señora, porque esta no se daba cuenta que acababa de sentarse sobre algo más humano que un banco, y entonces la estúpida movilfómana ha parado de teclear, ha levantado la vista del artilugio y le ha pegado una sonora bofetada al pobre hombre. No he podido más y probablemente me he pasado porque de entrada le he llamado imbécil, después le he explicado que el pobre señor estaba mirando hacia otro lado cuando ella se ha sentado sin levantar la vista del maldito aparato, y finalmente le he recomendado que cuando vaya por la calle lo haga en este mundo porque hoy día hay hombres que devuelven el golpe. La movilfómana, en un puro acento vallisoletano,  ha contestado sin gritos pero insultándonos a los dos, a mí y al pobre viejo, porque ella de estas cosas sabe mucho y no necesita lecciones. He llegado a la conclusión que debe ser del PP, no por su mala educación, por supuesto, pero por aquello de que nunca se equivocan, ni cuando se equivocan. Por suerte mi bus ha llegado cuando la señora empezaba su discurso y afortunadamente también lo ha tomado el señor abofeteado y en cambio no ha subido la estúpida movilfómana. Una vez en el bus le he preguntado al señor si la estúpida le había hecho daño y, aparte darme las gracias, me ha dado una respuesta curiosa e ingeniosa, me ha dicho “No, en absoluto, solo en mi cabeza, pero por dentro”. Por cierto, se llama Juliá. El nombre de la estúpida movilfómana ni lo sé ni me interesa.