Julieta es periodista. Cubre de tres a cuatro noticias diarias, mucho trabajo pero no se queja, no están los tiempos para eso. Hace lo que se llama “periodismo de calle”, se pasa el día hablando de familias desamparadas, de casos realmente trágicos y de trabajadores hundidos laboralmente porque su empresa los ha despedido, o los somete a muchísima presión. Y Julieta lo escribe disciplinada en las páginas locales de su periódico. Pero lo irónico es que ella también sufre un acoso en su medio de comunicación, la amenazan con el paro si no está calladita, si no se baja el sueldo a la mitad y no curra el triple.
La redactora llega a su ordenador. Ella vive una historia parecida. El redactor jefe la llama inútil, mediocre y conflictiva. Nunca a su cara, siempre de espaldas como hacen los “caballeros”, y Julieta no tiene armas con las que luchar.
Julieta hasta hace un año pensó que el mobbing era una canción de Macaco, pobrecita mía. Hoy sufre el mobbing por todos los flancos, pero aunque tiene los medios, ni ella, ni muchos como ella, se moving.