Mr. Holmes(2005), de Mitch Cullin (Santa Fe, Nuevo México, 1968) es una de las muchas novelas que se han escrito sobre el mítico personaje de Arthur Conan Doyle. La desaparecida editorial Vía Magna la publicó en castellano en 2009 con su título original, Un sencillo truco mental, y ahora Roca la ha reeditado a propósito de su adaptación al cine bajo el nombre de Mr. Holmes, una película dirigida por Bill Condon y protagonizada por Ian McKellen que se estrenará en los próximos meses. Esta vez, la acción se desarrolla en 1947, cuando Sherlock Holmes ya tiene noventa y tres años y su época de esplendor como investigador ha quedado atrás. Vive en una granja de Sussex, donde se entretiene con la cría de abejas. Sus únicos compañeros son su ama de llaves, la señora Munro, y el hijo adolescente de esta, Roger, al que aprecia mucho. Su amigo Watson murió hace tiempo.
Ian McKellen como Holmes
La narración de su vida en Sussex se alterna con dos tramas más: por un lado, el joven Roger lee a escondidas una historia que el detective dejó inacabada cuarenta años atrás, sobre el caso de una mujer un tanto perturbada que pudo haber sido el amor secreto de Holmes; y por el otro, se narra un viaje a Japón justo después de la Segunda Guerra Mundial para hablar con un hombre que le pidió ayuda por algo relacionado con su padre, a quien conoció en su momento. Sin embargo, a pesar de la aparente intriga que pueden tener estos dos hilos, Mr. Holmes es una novela más intimista, emocional y pausada que las aventuras de Conan Doyle. El filme se está promocionando con el mensaje «Mr. Holmes, el hombre detrás del mito», una idea que tiene bastante fundamento en el libro, porque Cullin se propone retratar al anciano solitario y gruñón, atormentado por los recuerdos y obsesionado con la muerte. Nada que ver con la agudeza de sus años de plenitud, aunque aún conserva parte de su capacidad deductiva.Algunos críticos y lectores le han reprochado, con razón, que este Holmes podría haber sido cualquier anciano anónimo, puesto que para plantear este tipo de reflexiones sobre la vejez no era necesario centrarse en la figura de un detective que se hizo célebre por unas habilidades y unas investigaciones magistralmente construidas que aquí solo se entrevén en forma de pastiche. Ni siquiera el tono de la narración —cuando emula la primera persona de Holmes en el libro que lee Roger— convence. La novela, además, peca de un dramatismo extremo: su trasfondo está marcado por la muerte, tanto por la ambientación —después de la Segunda Guerra Mundial, con todos los cambios sociopolíticos que supuso— como por el desenlace de la historia. Holmes tiene dificultades para expresar sus emociones y los acontecimientos lo fuerzan a abrirse, pero quizá de una forma demasiado sentimental y obvia. También se extiende más de la cuenta en algunas descripciones, como las escenas de las abejas, y, en conjunto, resulta un tanto lenta y tediosa, a pesar de la escritura envolvente de Cullin.Mitch Cullin
Con todo, Mr. Holmes no es una mala novela. Su aspecto más destacable es la caracterización de Holmes: un hombre frágil, que está perdiendo la memoria y sufre los achaques de la edad, un hombre que ha sobrevivido a sus colegas y ha visto la gran transformación del mundo. Cullin ahonda en el contraste entre el Holmes detective y el Holmes íntimo, que pone énfasis en las diferencias entre la imagen que se ha popularizado de él —el propio Holmes hace notar, con humor, la falsedad de muchos tópicos que se le asocian, como su retrato con la pipa— y su auténtico yo, introvertido y marcado por el pasado. Si bien no sobresale por la trama —los misterios de Japón y la mujer carecen de entidad, más allá de potenciar la atmósfera de pérdida que impregna toda la obra—, sí lo hace por analizar esta dimensión del personaje y por las reflexiones implícitas en ella, que dan lugar a fragmentos muy conmovedores. Quizá el autor no es un buen continuador de la serie, pero hace un trabajo correcto al escribir sobre lo que a él le interesa.