Bill Hodges, el protagonista de la novela, es un inspector de policía recientemente jubilado que pasa sus días en el sofá, viendo la tele, comiendo porquerías y coqueteando con el suicidio y su pistola. Está divorciado de Corinne y la relación con su única hija, Alison, deja mucho que desear. Su vida tiene pocos alicientes. Pero todo cambia cuando recibe una carta del asesino del Mercedes en el que le reta, se burla de él, le anima a dar el paso y quitarse la vida, se jacta de haber matado a esas personas y, en contra de lo que él espera, le da un motivo para seguir viviendo. Darle caza, encontrarlo, detenerlo. Esa es la obsesión de Hodges, resolver el caso del asesino del Mercedes, de Brady Hartsfield, un joven pluriempleado que malvive con su madre alcohólica. Un joven raro, solitario, metódico, que está obsesionado, es un demente, un loco. Al más puro estilo Gellida, al igual que ya ocurre con Augusto Ledesma, en esta ocasión conocer desde el principio quién es el asesino no le resta nada de emoción a esta novela trepidante, adictiva, con muchísimo ritmo, acción, pero también profunda, intensa, con muchas reflexiones y mensajes entre líneas. Bill Hodges me ha cautivado desde el principio, me ha parecido un buen hombre, entrañable, inteligente, cariñoso, cercano, soñador, romántico, luchador, aunque de cara a la galería se muestre como todo lo contrario, un tipo solitario, duro, sin sentimientos que demostrar a nadie. Brady me ha resultado odioso, aborrecible, tan cínico, tan prepotente, jugando a ser Dios, sintiéndose superior a todos. Tiene un pasado brutal, una historia que nos sorprende, nos repugna y nos fascina con la misma fuerza, pero en ningún momento he conseguido sentir empatía por él ni, mucho menos, lástima. Poco a poco Hodges inicia por su cuenta y riesgo una investigación. ¿Quién y cómo robó el Mercedes? ¿Quién es realmente el asesino del Mercedes? ¿Actuará nuevamente? ¿Cuándo, dónde? Poco a poco vamos encontrando las respuestas a estas y a otras muchas preguntas conforme avanzamos en la trama, en la relación que a través de Internet establecen Brady y Hodges y, sobre todo, conforme vamos conociendo a Hodges y adentrándonos en la retorcida y enferma mente de Brady. Pero Hodges no está solo en esta investigación al margen de la ley. Este improvisado Sherlock cuenta con tres Watson muy especiales. Jerome, el joven negro que le ayuda a mantener el jardín de su casa y sueña con ir a la universidad. Un buen chico tranquilo, familiar e inteligente. Janey, la hermana de Olivia, la dueña del Mercedes, y Holly, la prima de Janey. Tres personajes especiales, entrañables, a los que les he cogido muchísimo cariño y que aportan muchísimo a la historia, para nada son secundarios. Todo lo contrario, tienen historias muy interesantes detrás que disfrutamos mucho descubriendo.
Y yo no quiero descubriros nada más, bastante os he contado de la trama. Os animo a descubrirla y disfrutarla por vosotros mismos, porque merece mucho la pena esta novela policíaca, este thriller inquietante, fascinante, con escenas tan brutales como inolvidables del que es tan difícil escapar como de un Mercedes dispuesto a embestirnos. Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.