Elliot Alderson (Rami Malek) entra en un ascensor de Evil Corp -maligna multinacional- y la cámara le sigue a la altura de sus ojos saltones, pero adormilados. Oímos el sonido rítmico de un extraño carraspeo metálico, cuyo origen no distinguimos: forma parte de la hipnótica banda sonora electrónica de Mac Quayle.
Escuchamos de repente un coro que pertenece a un tema de Einstein on the Beach, ópera de Phillip Glass, que hace que lo que vemos -Elliot en un ascensor- parezca trascendente. Pero sobre todo, está la voz interior del protagonista, que resume rápidamente lo que ocurre -al menos lo que él cree que ocurre, porque tiene doble personalidad y lagunas de memoria- y la cámara le sigue -¡sin cortes!- por todo el edificio hasta su ordenador. Estamos viendo un episodio rodado íntegramente en (falso) plano secuencia. Es el quinto capítulo de la tercera temporada de Mr. Robot. No hay ninguna serie como esta. La razón principal es Sam Esmail, autor de esta ficción, guionista y sobre todo, director de cada entrega. Su decisión de rodar sin cortes (visibles) ese quinto episodio, no es un mero despliegue técnico: influye en la narración. Nos mete con Elliot dentro de esa multinacional en la que se ha infiltrado. Y eso es importante, porque entendemos tan poco como él de lo que está ocurriendo: el argumento de Mr. Robot es intrincado. Es fácil perderse en las maquinaciones de Evil Corp, Dark Army, Fuck Society y el FBI. Además, Esmail propone como telón de fondo elementos de política ficción, prediciendo el inminente auge de las divisas digitales; la anexión del Congo por parte de China; los oscuros intereses que han conseguido la victoria de Donald Trump; o un acontecimiento histórico -la acción se sitúa en 2015- del que no hablaré para evitar el consabido spoiler. En medio de este barullo a escala mundial, Esmail nos habla de individuos, absolutamente desorientados, fragmentados, temerosos, con los que nos identificamos. En estos conflictos personales el argumento resulta diáfano y emotivo.En varios momentos de esta tercera temporada de Mr. Robot, Elliot desaparece para convertirse en personaje referencial, cediendo su espacio a otros. Así, Tyrell Wellick (Martin Wallström), ese American Psycho, protagoniza un episodio en flashback que revela lo que ha sido de él durante la segunda entrega. Aprenderemos mucho también de Angela (Portia Doubleday) que experimenta una completa transformación, que obviamente no puedo contar. Esta tercera entrega de Mr. Robottiene la particularidad de volver constantemente sobre sus pasos, aclarando situaciones, atando cabos sueltos, explicando los motivos ocultos de los personajes y revelando cosas increíbles de su pasado. Con ese mismo espíritu, los giros argumentales -claramente deudores de El club de la lucha (David Fincher, 1999)- se han acabado -bueno, hay una última sorpresa final, realmente hermosa, que redime a un personaje importante-. A cambio, Esmail y sus guionistas plantean un interesante juego con la psique desdoblada de Elliot, que se convierte en su propio antagonista, Mr. Robot (Christian Slater). Alrededor de esta dualidad, se dividen en dos bandos personajes como el misterioso Whiterose, un BD Wong travestido y desatado; la agente Dominique Di Piero, a la que da vida una estupenda Grace Gummer; y el recién llegado Irving, fantástico Bobby Canavale, que nos sorprende casi en cada escena. Todos ellos participan en una historia contada en espiral y situada en un escenario post-apocalíptico: Mr. Robot es pesimista y profunda. Plantea que las revoluciones, que en realidad no hemos vivido, están en manos de los ricos y poderosos. Que son imposibles. Pero como he dicho, a pesar de ese ambicioso telón de fondo, la serie de Esmail nos habla de individuos que buscan respuestas. Las buscan sobre todo en su infancia, lo que da pie a cierta nostalgia ochentera. Los millennial como Elliot y Angela, han perdido la esperanza en uno de los mejores episodios que he visto en cualquier serie, Dont-Delete-Me. En este, el protagonista descubre una nueva generación, que no ha visto Regreso al futuro (1985), pero que tampoco ha perdido la inocencia y que puede ser la razón para cambiar las cosas. Así, la tercera temporada de Mr. Robot parece ser un ejercicio con voluntad de reinicio, de proponer un nuevo comienzo, que deja la historia abierta e incluso se permite un rayo de esperanza.