A pesar de que hoy día utilizamos dicha expresión en cualquier contexto en el que se espera tener éxito, realmente comenzó
La respuesta se encuentra, una vez más, en la historia. Al parecer el origen de esta expresión se remonta a los siglos XVI-XVII, época en la que el público de clase alta acudía a las representaciones teatrales en carruajes y caballos. Durante la espera a la entrada del recinto, estos simpáticos animales hacían sus necesidades, de manera que cuantos más excrementos hubiese en la puerta, más gente adinerada había acudido a la obra.
¿Y qué tiene esto de importante? se preguntarán. Pues en esta época asistir al teatro era totalmente gratis, de forma que el sueldo de los actores dependía de lo que la gente lanzaba al escenario tras finalizar la función (Hablamos de dinero, por supuesto...), y la clase pudiente solía ser más generosa. Así que imagínese ese momento en el que un miembro de la compañía se asoma para ver cuánta estiércol hay en la entrada y grita “¡mucha mierda!”.
Miriam Fopiani