Y me gustaría que su muerte no haya sido en vano, que no sea olvidada rápidamente, y que tengamos presente la gran labor que los misioneros (y misioneras) realizan en los países que más lo necesitan.
Son muchos los que, de un tiempo a esta parte, critican a la Iglesia católica por norma, generalizando, olvidando que los misioneros también son Iglesia, que todos somos Iglesia. Y que los misioneros realizan una gran labor, de ayuda, de entrega, de lucha por mejorar las condiciones de vida de los más necesitados. Los misioneros son el gran activo de la Iglesia y su papel es fundamental en la sociedad actual. Y si los misioneros pueden desarrollar su labor también es gracias a la jerarquía de la Iglesia, esa que tanto se critica y a la que tanto se le demanda y exige.
Pero quiero volver al Padre Miguel Pajares, para ensalzar su figura y ponerlo como ejemplo de lo que son los misioneros de la Iglesia. El hermano Pajares, miembro de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, con 75 años de edad, continuaba trabajando en el Hospital San José de Monrovia, actualmente intentando sanar y ayudar a los enfermos de la epidemia de ébola. Había estudiado enfermería y habiendo podido optar por una vida cómoda en nuestro País, quiso ayudar a los más necesitados, por lo que se hizo misionero y estuvo en Irlanda, Ghana y Liberia, su último destino.
Tenemos mucho que agradecer a los misioneros, personas que dan lo mejor de sí por ayudar a los demás, y que intentan que cada día el mundo sea un lugar mejor para vivir, como decía ayer en Twitter. Por eso mi reconocimiento y admiración a personas como el Padre Pajares y, por supuesto, mi agradecimiento. Muchas gracias Hermano Pajares.