Mucho frío, poca nieve
El frío intenso no es sinónimo de nevadas copiosas. A veces veo a mis compañeros de mesa emocionados esperando una gran nevada cuando anunciamos frío, y no es así. Vamos a entender hoy el porqué.
La fuente principal de aire frío en nuestro país llega siempre por el norte. Las irrupciones polares o siberianas, esas que tanto gusta pronunciar a mis amigos periodistas, vienen con temperaturas muy frías pero con poca carga de humedad. Son vientos secos y fríos. Así que ya tenemos que cuando en España llega el frío, lo suele hacer sin precipitación. Hay algunas excepciones, por ejemplo en la cara norte de los sistemas montañosos, que en estas situaciones reciben un buen paquete de nieve.
La otra razón por la cual no nieva cuando hace tanto frío la tenemos que buscar en la física del aire. Piensa en tu baño cuando te duchas. En verano pocas veces se empaña el espejo o se forma la neblina que no te deja ver. Esto es porque el aire caliente tiene una alta capacidad de retener agua. Lo contrario sucede en invierno. El aire frío no puede absorber agua y se condensa en el espejo y en forma de gotitas en el mismo aire, que provoca la especie de niebla. Eso quiere decir que cuando las temperaturas son tan frías, el aire que nos rodea tiene poca cantidad de agua y le cuesta precipitar.
¿Y por qué en ciertas ocasiones nieva tanto en España? La mayoría de veces suele ocurrir cuando, tras una irrupción de aire frío, llega una masa de aire cargada de humedad. Puede llegar en forma de viento de levante, un frente que llegue por el oeste o el norte, o como ha pasado esta semana, viento húmedo del sur que, aunque viene con temperaturas más altas, no le da tiempo a bajar el termómetro.
Es decir, la mezcla de humedad nueva con el aire frío que nos queda tras las irrupciones frías es lo que provoca las nevadas más abundantes en nuestro país.