El pasado 26 de junio se cumplían diez años de la secuenciación del primer genoma humano. Este consiste en todo el ADN de nuestra especie, el código hereditario de la vida. En la Sala Este de la Casa Blanca, junto con Craig Venter y Francis Collins, artífices (por separado, todo hay que decirlo) del proyecto se encontraba el presidente Bill Clinton, que comenzó su discurso comparando el mapa del genoma humano con el mapa de Estados Unidos que el Presidente Jefferson había presentado 200 años antes. Decía Clinton: "Este es el mapa más importante, el mapa más maravilloso jamás producido por la humanidad. Hoy estamos aprendiendo el lenguaje con el que Dios creó la vida".
Han pasado diez años. Y lo mejor de este gran hito científico está por llegar. Hoy ya se dispone de 1.300 genomas y muchos otros están en camino. Se revela así la genómica como una herramienta imprescindible para los planteamientos actuales en Biología y Biomedicina. Una medicina individualizada que ya comienza a dar sus frutos, en diagnóstico y tratamiento.
Pero no podemos quedarnos en la genómica. Somos mucho más que nuestros genes, que son sólo parte de nuestra historia. Un genoma no explica totalmente la funcionalidad de nuestras células. Hay casos enlos que el genoma no está ala altura de las expectativas. El ejemplo más claro es el de los gemelos homocigóticos, que tienen el mismo material genético, pero que presentan una deriva genética que va aumentando con la edad y se hace mayor si viven en ambientes distintos y tienen diferentes estilos de vida.
Podemos explorar nuestros genes, pero hay algo más. Por eso se empieza a hablar de epigenoma y de epigenética, como la ciencia que estudia la herencia de la actividad del ADN que no depende de su secuencia estricta; se refiere tanto a modificaciones químicas en el material genético como a las proteínas reguladoras.
Pero si estudiamos las cosas en profundidad, vemos que el nihilismo existencial que asola a la sociedad occidental no lo arreglan ni la genómica ni la epigenética. Decididamente, somos mucho más que genes. La naturaleza del ser humano está inseparablemente ligada a fenómenos como la ley moral o la permanente búsqueda de Dios. "La religión y la ciencia pueden coexistir en la mente de una persona" Francis Collins dixit.