“Este es un homenaje a los locos. A los inadaptados. A los rebeldes. A los alborotadores. A las fichas redondas en los huecos cuadrados. A los que ven las cosas de forma diferente. A ellos no les gustan las reglas, y no sienten ningún respeto por el statu quo. Puedes citarlos, discrepar de ellos, glorificarlos o vilipendiarlos. Casi lo único que no puedes hacer es ignorarlos. Porque ellos cambian las cosas. Son los que hacen avanzar al género humano. Y aunque algunos los vean como a locos, nosotros vemos su genio. Porque las personas que están lo suficientemente locas como para pensar que pueden cambiar el mundo... son quienes lo cambian”. Hace un par de días fui al cine con mi familia. A la salida, advertí que estaba siendo testigo de una casualidad digna de una mística especial. Acababa de ver una película de animación que me fascinó y repasando la lista de películas que ese día se proyectaban, caí en la cuenta de que el film que acaba de ver compartía cartelera con el largometraje acerca de la vida de Steve Jobs, quien regalaría al mundo la reflexión con la que comienza este post. Lo curioso, lo extraordinario, lo excitante de esta casualidad, que seguramente incluso es susceptible de pasar desapercibida, es que esa película de animación a la que me refería tenía también como argumento un homenaje a los locos, a los inadaptados, a los rebeldes, a los alborotadores que ven las cosas de forma diferente, para los que no hay nada imposible, para los que no hay sueño demasiado grande ni soñador demasiado pequeño, lo suficientemente locos como para pensar que pueden cambiar el mundo. En efecto, tuve la suerte de ver en la gran pantalla "Turbo", una fantástica película que recomiendo a todo el mundo, sea cual sea su edad, y que por supuesto considero un recurso didáctico único para enseñar a no dejar de soñar y a persistir en el intento hasta hacer realidad nuestros sueños. Turbo narra la historia de una aparente gran contradicción, de una paradoja que sólo pueden sostener los muy soñadores, a los que algunos llaman locos, aquellos que, como decía Jobs, no sienten ningún respeto por el status quo y que son capaces de cambiar el mundo. La paradoja de un caracol, Teo, al que le fascina la velocidad y que sueña con ser un piloto de carreras y ganar las 500 millas de Indianápolis. Tildado de iluso por el resto de caracoles de su jardín, entre ellos su hermano Chet, que prefieren vivir sujetos a una lenta y miserable existencia y a expensas de imponderables -como que cualquier día un pajarraco se los comiesen o fuesen estrujados-, Teo sólo es feliz pensando en la velocidad, y para ello no duda en saltarse el status quo de las cosas y luchar poniendo en riesgo su propia vida. Todo para demostrar al mundo que podía ser un caracol veloz. Y en su insistencia, milagrosamente (yo diría que quien la sigue la consigue), adquiere el poder de la supervelocidad, como si se tratase de ese momento epifánico del que habla Ken Robinson en su estupendo libro "El Elemento". En su camino, Turbo encuentra a otros personajes que también son tachados de locos e idealistas: desde una peculiar pandilla de caracoles callejeros tuneados que, como él, están obsesionados con la velocidad, a Tito, un entusiasta muchacho que tiene un negocio de tacos junto a su hermano Ángelo en el que casi nunca entra nadie. La película muestra cómo es necesario que a los entusiastas alguien les de una oportunidad para lograr sus sueños, que casi siempre llega de la mano de otros/as que sienten la misma pasión, así como que nadie llega a tener éxito por sí solo. Con todo esto, Turbo coloca su corazón y su concha en la línea de salida dispuesto a ayudar a sus colegas a lograr sus sueños, antes de intentar alcanzar el suyo: ganar las 500 millas de Indianápolis. Una lección de perseverancia, esfuerzo y pasión en la búsqueda de aquello que nos apasiona y nos hace ser felices en la vida que, por supuesto, os recomiendo. Fijaros que esta película lleva la paradoja inscrita hasta en su producción cinematógráfica, ya que esta corre a cargo de DreamWorks Animation, la principal competencia de Pixar Animation Studios con la que Steve Jobs revoluciono el mundo de la animación. Quizás sea que las grandes paradojas esconden grandes sueños o que hay que estar muy loco para creer en ellas. Sea como fuere, si alguna vez alguien os dice que estáis locos, no dudéis en darle las gracias.