Frente a una demanda habitacional extremadamente insatisfecha, la organización de la sociedad civil Techo, nacida en Chile en 1997, se instaló en Córdoba en 2003. En estos 15 años entre nosotros ha crecido, coordinando eficientemente los esfuerzos de miles de voluntarios que trabajan para proveer a muchas personas de una casa y, con ella, su dignidad.
Cuando, en 2009, celebrábamos desde este espacio que entregaban la casa número mil, no imaginábamos que hoy rondarían las 13.500.
Uno de cada diez argentinos vive en asentamientos. El estudio que encaró Techo en 2016 identificó más de 4300 barrios precarios en todo el país, reconocidos jurídicamente hace poco tiempo a través de un decreto presidencial que abrió la posibilidad de integrarlos urbanísticamente y que ya ingresó en Diputados para su tratamiento en estos días, reuniendo el apoyo de distintos sectores políticos, además del de organizaciones sociales como Cáritas Argentina.
Todos necesitamos poder acreditar un domicilio para cosas tan esenciales y básicas como no mojarnos cuando llueve; tener un piso que no sea de tierra, con todo lo que esto conlleva para la salud y el desarrollo infantil; poder salir en busca de un trabajo o realizar cualquier trámite.El proyecto prevé, entre otras cosas, expedir certificados de vivienda que permitan, por ejemplo, incorporar a sus habitantes al Censo 2020.
El entusiasmo de la gente de Techo contagia. Basta verlos por las calles disfrazados alegremente a la hora de interceptar peatones para pedirles una contribución en ocasión de cada campaña. El equipo estable de quienes trabajan ad honorem en la Argentina suma 1100 personas, además de los más de 130.000 voluntarios que ayudan en actividades y eventos masivos, confirmando que la participación juvenil activa y el involucramiento se extienden y generan mayores apoyos. Muchos son los jóvenes que suman su energía y su tiempo, incluso en fines de semana, a estas solidarias tareas.
El denodado trabajo de Techo en promoción social, hoy con presencia en todas las provincias, contribuye a reducir las desigualdades. En 2017 levantaron casi mil viviendas distribuidas en 111 asentamientos. Construir y mejorar viviendas utilizando los materiales necesarios y no otros de descarte es cambiar positivamente la calidad de vida de miles de personas, posibilitando también su acceso a servicios básicos. Recordemos, por ejemplo, que el 70% de los asentamientos no cuentan con conexión segura a electricidad y que no hablamos de confort, sino de peligro de electrocución por instalaciones defectuosas. La desigualdad mata.
En otra muestra de creatividad al servicio de la noble causa, impulsaron también el proyecto de vivienda flexible con el fin de poder ir anexando cambios y transformaciones progresivas en las unidades que levantan.
Otro aspecto no menos importante es que Techo no se limita a hacer casas. Va mucho más allá de eso y ahí radica su valor. Además de construir la casa, que es lo más visible a los ojos, no se van del barrio. Antes, durante y después de hacer las viviendas, hay presencia activa con diversas actividades que fortalecen los lazos de la comunidad: apoyo escolar, enseñanza de oficios, trabajo de huertas, contención de madres adolescentes e incentivos de proyectos de emprendedores, entre otras.
Desgraciadamente, los graves problemas de déficit habitacional que sufre nuestro país no se resuelven solo con la buena voluntad de una eficiente organización social como la que nos ocupa. Sin embargo, su contribución a la visibilidad e instalación de este tema en la agenda política a lo largo de 15 años es y ha sido indiscutible, mucho más cuando, además, se motorizan sinergias con el Estado que impactan favorablemente en la realidad de quienes no acceden a la dignidad que brinda un techo.
Celebramos también la capacidad de involucrar a los destinatarios de la generosa tarea descripta en la búsqueda de soluciones, reconociendo el valor de ese enorme capital social.
Fuente: lanacion.com.ar