Tres siglos sin instrumentos musicales, con el templo de Jerusalén destruido y los seguidores de Cristo logramos sacudir el mundo con la pureza del amor de Cristo: amando sin condición y perdonando aunque tuviéramos la razón.
Hoy tenemos muchos edificios, luces y humo, mucho show sin profundidad, mucho motivar pero sin santidad, mucha canción pero poca adoración, mucha palabra pero poca acción, mucha individualidad pero poca comunidad.
Tenemos muchos eventos pero pocos procesos, reclamamos las promesas de Dios pero ni siquiera conocemos sus mandamientos.
Tenemos mucho ruido pero poco amor, mucho rencor y falta de perdón.
El clamor de los cielos y la responsabilidad de nuestra generación es por personas que sean consecuentes con lo que dicen creer, que amen sin condición y perdonen aunque tengan la razón, así les cueste lágrimas y la vida misma, como le costó a Su Salvador.
“Porque para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas” 1 Pedro 2:21