- Eliminar los restos de indiferencia para con la suprema Fuente de Vida.
- Concentrar la aspiración en la más alta belleza y armonía.
- el aspecto luz correspondiente a la consciencia que rige la evolución de la materia, sustentando la renovación de las formas.
- el aspecto amor correspondiente al Cristo, promoviendo el despertar de la vida verdadera en el interior de cada partícula.
- el aspecto voluntad correspondiente al Señor del Mundo, determinando los nuevos patrones que han de ser expresados. Cinco llagas había en el cuerpo de Cristo-Jesús en el momento de su muerte y resurrección. Análogamente, el quinto nivel en la escala que compone el universo físico cósmico, el nivel mental, es donde ocurre la muerte del hombre y el resurgimiento del espíritu. “Rechazad las expresiones de incertidumbre”, dijo un Instructor, “y no mantengáis discusiones con los ignorantes”. Cuando el caos predomina, como ahora, puede ocurrir la gran vuelta de la espiral evolutiva. “Entonces el murmurador de la noche partirá hacia la oscuridad”. Todavía, según ese Instructor, para que el hombre ingrese finalmente en el mundo de la luz, es necesario saber que “el precio del camino entre gritos hostiles es mucho mayor que el del camino en soledad”. Las interacciones de la parte consciente del ser con los procesos sutiles, tanto en el campo de la cura como en el de la realización de otras tareas del Plan Evolutivo, deberán develarse cada vez más. Es en ese sentido en el que se desarrolla el entrenamiento esotérico actual. Los que penetran la senda de las Iniciaciones asumen el servicio en pro del cumplimiento del propósito evolutivo de la raza humana y del planeta. Ese servicio podrá reflejarse en el plano material, o permanecer solo en los niveles internos de la existencia, dependiendo de las coyunturas kármicas atenuantes, del destino de los seres coligados con la tarea, de las prioridades del Plan Evolutivo y de la respuesta que los cuerpos humanos dan a lo que les es presentado. Para actuar correctamente, es necesario que aquel que busca servir, tenga disuelta, en sí, la ilusión de la practicidad, propia de la mala conducción de la energía del Tercer Rayo (energía que se expresa como luz creativa y actividad inteligente). Esa ilusión lo lleva a ver a los semejantes de modo utilitario. Tal postura, a pesar de que muchas veces puede ser justificada por una acumulación de trabajo, oculta egoísmo, orgullo y vanidad. En verdad, el exceso de tareas es a veces una salvación para el individuo, que tiene así oportunidad de olvidar el propio proceso y donarse abnegadamente, permitiendo que las energías trabajen por su intermedio. La Ley es ver en todo y en todos la presencia suprema del Único Señor, y entregar a Él los frutos de las propias acciones. Si el cuerpo de luz no está formado y en condiciones de actuar en el mundo espiritual, el contacto del ser con leyes intergalácticas aplicables en el planeta Tierra no es posible. Tanto la ley del retorno, que permite a los seres volver al Origen después de haber manifestado los patrones que les habían sido destinados por su arquetipo, como la ley de la interrelación entre universos, por ejemplo, son fundamentales para que el cuerpo de luz desempeñe sus funciones. Esas leyes permiten el desarrollo de la consciencia-Avatar y las manifestaciones cíclicas de los aspectos divinos – tanto en el mundo como un todo como en el individuo. La ley del retorno guarda un inmenso potencial, aún oculto al individuo de la superficie, pero que puede serle parcialmente develado en esta etapa. Lleva a los seres a usar nuevas vestes, instrumentos de servicio en niveles más sutiles. En el camino de regreso, cada segundo es una oportunidad preciosa de glorificación al Creador. Si esta actitud es cultivada sin rigidez o ideas preconcebidas, la vida sublime se expresa y torna plena la existencia material, hasta el punto de disolver obstáculos que, antes, hubieran parecido insuperables. ¿Tenéis Fe?, preguntaba Cristo, si la tuviereis, moveréis montañas. En estos momentos de aguda transformación planetaria, se realiza una importante síntesis de energías, que se refleja directamente sobre la humanidad. Esa síntesis está vinculada al hecho de que el Instructor del Mundo esté consumando en sí mismo la unificación de las tres energías fundamentales: la luz, el amor y la voluntad. Esa excelsa consciencia expresó con perfección la luz y el amor de la Vida Única. En esta época, en niveles internos, se profundiza en la energía de la voluntad, sin la cual la obra de la Jerarquía no llegaría a implantarse en la Tierra. “Entre los glaciares existen Gigantes que vigilan las corrientes del Mundo”, afirma Morya.