Muchos son los llamados

Por Tara

MUCHOS SON LOS LLAMADOS  Por Trigueirinho En estos tiempos, un mayor número de individuos está aproximándose a la enseñanza esotérica con una apertura que antes era imposible para la mente concreta. Como resultado de la interacción y de la fusión de los niveles de consciencia, aquellos que ya despertaron internamente están teniendo más amplias oportunidades de contacto, reconocimiento y relación consciente con realidades sutiles. Dentro de cada uno que despertó se está expandiendo una luz inagotable, que resplandece aun sin ser percibida y, cuando ciertos velos son removidos, su resplandecencia ya no se puede ocultar. Por lo tanto, esta es una época de superación de viejas estructuras, y también de renacimiento. El poder naciente es tan grande que los dolores del parto ya no serán recordados cuando la nueva vida surja en plenitud. Grande es la ayuda que viene desde el interior del ser, y fuerte es el llamado que el espíritu lanza al yo consciente, buscando sacarlo del letargo que le impone la materia. Para esto, el camino buscado por las energías siempre es el más breve. Si realmente supiésemos cuán oprimida está nuestra esencia por la insensibilidad humana, abriríamos incondicionalmente nuestros canales de contacto, para permitir que se realice el propósito supremo de nuestra existencia. Sin embargo, ni una gota de ansiedad o de expectativa debe ser colocada en el cáliz de la consciencia, el cual debe dejarse llenar con el agua de vida para saciar a los que tienen sed. Nada de lo que sabemos o creemos saber debería ser proyectado en lo que nos reserva la eternidad. Solamente así podremos recorrer el camino cósmico como peregrinos en verdadera libertad. En la gran oportunidad cíclica que ofrecen los tiempos de hoy, en la humanidad rescatable está siendo formado aquello que se puede llamarcuerpo de luz. Cuando la energía de ese cuerpo emerge en la consciencia del individuo, éste, entonces, puede tornarse un peregrino del cielo, aquel que, según expresa LA VOZ DEL SILENCIO de Helena P. Blavatsky, “camina en los vientos, al ras de las olas, sin tocar las aguas”. El despertar del cuerpo de luz revela al ser la magnitud del Infinito, pues, siendo formado a partir del cuarto nivel y desarrollándose en dirección a los planos superiores, domina las leyes intuitivas y está bajo el impulso de leyes espirituales, exento del karma material. Por lo tanto, con el término cuerpo de luz no nos referimos al cuerpo etérico, que posee los centros de fuerzas antiguamente denominados chakras y que en la literatura esotérica, algunas veces, también recibe esa denominación. La aproximación al Absoluto acontece por la expansión de la consciencia y no por medio de técnicas, sean cuales fueren. Mientras el hombre común se ocupa de la construcción de un mundo oscuro, el ser evolucionado aprende a vivir en el espacio de la luz, que es otra dimensión. Así, gradualmente, se torna parte consciente de la vida universal: va despertando en sí poderes latentes, va aprendiendo a controlar ciertas leyes que rigen la vida material, va contactando Jerarquías espirituales. No obstante, tal desenvolvimiento no lo lleva a transformarse en un mago, lo que sería desvirtuar el proceso ascensional. Para él, evolucionar significa subir peldaños en la consciencia, ir más allá del nivel del alma, penetrar regiones desconocidas. Su aspiración debe ser, para eso, firme y clara, no como una llama débil, sino como una antorcha de fuego que alcanza los cielos. La opción por la búsqueda de la esencia – y no de las apariencias – debe ser asumida fiel y rigurosamente por él. Desde el punto de vista de un conocido Instructor de Primer Rayo, los requisitos para la formación del cuerpo de luz son:
  • Eliminar los restos de indiferencia para con la suprema Fuente de Vida.
  • Concentrar la aspiración en la más alta belleza y armonía.
En la frase mántrica: “Quiero, Señor, sentir la pulsación de la grandeza del cosmos” se encuentran claves poderosas para que esto se haga efectivo; claves de Voluntad-Poder.   El nacimiento de este nuevo cuerpo se da por una combinación de la energía de la mónada con la del alma y la del núcleo consciente del ser. De ese modo, una vibración unificada reúne aspirante, aspiración y Fuente hacia la cual esa aspiración es canalizada.   La humanidad de superficie de la Tierra se mantuvo hasta hoy inmersa en una realidad limitada, circunscripta a lo que es perceptible a los sentidos externos y a la mente común. Sin embargo, hay un universo invisible que ha de ser reconocido, cuya irradiación torna plena la acción en la vida material y colma el espacio de luz.   El ser humano se aproxima a niveles de energía más elevados cuando percibe que todo el cosmos respira bajo un mismo impulso de vida. Así comienza una nueva etapa en su escalada evolutiva, etapa que incluye la formación y el perfeccionamiento del cuerpo de luz. Se trata de un proceso oculto, por el cual todo el planeta está pasando. Llegar al estado de vacío debe tornarse una firme intención del ser, pues es fundamental para que se desarrolle ese proceso profundamente sutil.   En esta época, en muchos se está consumando la maduración del alma (o yo superior), en el nivel mental abstracto. A medida que esto ocurre, la consciencia del alma busca rendirse libremente a la regencia monádica, del mismo modo que el yo consciente despierto se empeña en el cumplimiento de la voluntad interior. A partir de ese punto, el cuerpo de luz comienza a resplandecer. Para el yo consciente, esta etapa de formación superior se revela como un fuerte impulso en dirección a lo abstracto, a la trascendencia de las expresiones concretas y de las estructuras.   El despertar del cuerpo de luz está ocurriendo en la esencia de la humanidad terrestre, aunque todavía no se refleje en su vida exterior. La maduración del núcleo causal ya se produjo en un número suficiente de seres para que sobre la humanidad como un todo sobrevenga la energía de disolución de las ilusiones resultantes de la identificación con la forma.   Este impulso que lleva al contacto con la esencia de la vida, que es también la esencia de la materia, incide sobre la Tierra, conduciendo a las consciencias que evolucionan en ella a sumergirse en mundos de pura energía. Esto equivale a una reformulación de toda la expresión de la vida. La luz despierta y silenciosamente impregna las formas, remodelándolas en consonancia con los nuevos patrones que ellas deben expresar. En todo ese proceso está presente el toque invisible de los tres aspectos del Logos planetario:
  • el aspecto luz correspondiente a la consciencia que rige la evolución de la materia, sustentando la renovación de las formas.
  • el aspecto amor correspondiente al Cristo, promoviendo el despertar de la vida verdadera en el interior de cada partícula.
  • el aspecto voluntad correspondiente al Señor  del Mundo, determinando los nuevos patrones que han de ser expresados. Cinco llagas había en el cuerpo de Cristo-Jesús en el momento de su muerte y resurrección. Análogamente, el quinto nivel en la escala que compone el universo físico cósmico, el nivel mental, es donde ocurre la muerte del hombre y el resurgimiento del espíritu. “Rechazad las expresiones de incertidumbre”, dijo un Instructor, “y no mantengáis discusiones con los ignorantes”. Cuando el caos predomina, como ahora, puede ocurrir la gran vuelta de la espiral evolutiva. “Entonces el murmurador de la noche partirá hacia la oscuridad”. Todavía, según ese Instructor, para que el hombre ingrese finalmente en el mundo de la luz, es necesario saber que “el precio del camino entre gritos hostiles es mucho mayor que el del camino en soledad”. Las interacciones de la parte consciente del ser con los procesos sutiles, tanto en el campo de la cura como en el de la realización de otras tareas del Plan Evolutivo, deberán develarse cada vez más. Es en ese sentido en el que se desarrolla el entrenamiento esotérico actual. Los que penetran la senda de las Iniciaciones asumen el servicio en pro del cumplimiento del propósito evolutivo de la raza humana y del planeta. Ese servicio podrá reflejarse en el plano material, o permanecer solo en los niveles internos de la existencia, dependiendo de las coyunturas kármicas atenuantes, del destino de los seres coligados con la tarea, de las prioridades del Plan Evolutivo y de la respuesta que los cuerpos humanos dan a lo que les es presentado. Para actuar correctamente, es necesario que aquel que busca servir, tenga disuelta, en sí, la ilusión de la practicidad, propia de la mala conducción de la energía del Tercer Rayo (energía que se expresa como luz creativa y actividad inteligente). Esa ilusión lo lleva a ver a los semejantes de modo utilitario. Tal postura, a pesar de que muchas veces puede ser justificada por una acumulación de trabajo, oculta egoísmo, orgullo y vanidad. En verdad, el exceso de tareas es a veces una salvación para el individuo, que tiene así oportunidad de olvidar el propio proceso y donarse abnegadamente, permitiendo que las energías trabajen por su intermedio. La Ley es ver en todo y en todos la presencia suprema del Único Señor, y entregar a Él los frutos de las propias acciones. Si el cuerpo de luz no está formado y en condiciones de actuar en el mundo espiritual, el contacto del ser con leyes intergalácticas aplicables en el planeta Tierra no es posible. Tanto la ley del retorno, que permite a los seres volver al Origen después de haber manifestado los patrones que les habían sido destinados por su arquetipo, como la ley de la interrelación entre universos, por ejemplo, son fundamentales para que el cuerpo de luz desempeñe sus funciones. Esas leyes permiten el desarrollo de la consciencia-Avatar y las manifestaciones cíclicas de los aspectos divinos – tanto en el mundo como un todo como en el individuo. La ley del retorno guarda un inmenso potencial, aún oculto al individuo de la superficie, pero que puede serle parcialmente develado en esta etapa. Lleva a los seres a usar nuevas vestes, instrumentos de servicio en niveles más sutiles. En el camino de regreso, cada segundo es una oportunidad preciosa de glorificación al Creador. Si esta actitud es cultivada sin rigidez o ideas preconcebidas, la vida sublime se expresa y torna plena la existencia material, hasta el punto de disolver obstáculos que, antes, hubieran parecido insuperables. ¿Tenéis Fe?, preguntaba Cristo, si la tuviereis, moveréis montañas. En estos momentos de aguda transformación planetaria, se realiza una importante síntesis de energías, que se refleja directamente sobre la humanidad. Esa síntesis está vinculada al hecho de que el Instructor del Mundo esté consumando en sí mismo la unificación de las tres energías fundamentales: la luz, el amor y la voluntad. Esa excelsa consciencia expresó con perfección la luz y el amor de la Vida Única. En esta época, en niveles internos, se profundiza en la energía de la voluntad, sin la cual la obra de la Jerarquía no llegaría a implantarse en la Tierra. “Entre los glaciares existen Gigantes que vigilan las corrientes del Mundo”, afirma Morya.