Cada persona tiene sus historias.
Con el tiempo mi pregunta de ¿estás vivo? -en mensajes de texto cuando Henry desaparecía por varias horas-, se transformó en un ¿estás muerto?, si lo estas no contestes. Alistaba mis cosas en una maleta, mi traje de baño y una toalla muy grande en una mochila roja que encontré en el armario del cuarto de lo que alguna vez fue mi prima. Cuando mi mochila estaba lista, me soltaba el cabello, como la canción, al fin era soltera después de 4 años de incesante cambio de relaciones con un montón de neandertales egoístas podía fingir un terrible dolor y un longevo duelo por la muerte de Henry, este buen chico que mis padres amaban, y claro, admito que mi cerebro también lo amaba.
Me ponía zapatos deportivos, -siempre hay que recordar que cuando viajas hay que ir preparada para cualquier accidente-, unos shorts también me ponía porque iba a la playa ¡carajo! A mostrar las piernas y una simple camiseta que mostraba un poco mis hombros, pero cuando estaba a punto de irme por la puerta para jamás regresar, él contestaba.
Sabía que era él, me arrimaba a una pared y lloraba callando los pequeños gritos de mi corazón que lentamente trataba de volver a brillar pero los gritos que salían de mi eran de él escondiéndose, cuando lo sentía totalmente guardado de nuevo me limpiaba las lágrimas, me quitaba los zapatos, me volvía a coger el cabello y contestaba con una sonrisa, que bueno mi amor, mientras se me salían los mocos.