No me resisto a copiar en este post este poema, hasta donde yo sé de autor anónimo.
El caballero cristiano
fue a la iglesia a comulgar
y un buen cura vascongado
empezaba a celebrar.
Ya entona el Credo solemne
y el coro empieza a cantar.
Olor a incienso y misterio.
Silencio. Qué va a pasar.
El sacerdote se vuelve.
El “Dominus vobiscum” da.
Ya suenan las campanillas
que llaman a comulgar.
El caballero cristiano
se adelanta hacia el altar.
Ahora se traga la hostia
y comienza a vacilar.
Al suelo se cae redondo.
Reina la perplejidad.
Uno de entre el pueblo grita:
¡Parece que es general!
¿Será el que yo me imagino?
¡Hostias, qué felicidad!
¡Francisco Franco! ¡Mi padre!
no sé lo que va a pasar,
pero pase lo que pase,
ya tenemos libertad.
Aquí yace Paco Franco
de una hostia envenená
que le dieron en la iglesia
y por cierto muy bien dá.
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