Aquí estuvo el Papa Clemente. Vino con un montón de militantes del ducados y el tinto colorao. Montaron una buena. Un tío los mandó al carajo porque sólo pedían sevillanas, ná más que sevillanas. Antonio, que en realidad no se llamaba Antonio, no sacó el bate de béisbol de milagro. El Papa Clemente se portó bien, dicen que sacó un fajo del bolsillo y pagó la convidá. Equiricuá.
La otra noche hubo bronca en el ocho. Asunto de cuernos. Ella tenía los pitones bien puestos, él iba hecho un toro de Osborne. Cogida de Miura, muerte segura. Bravo por el novillero. Sangre en la arena. Una señora corrida una mijita interruptus. Ella buscaba el bulto hasta que lo encontró, vaya embolao, la película dio bastante juego y la gente lo flipó desde la barrera. Bares, qué lugares. "Porme" otra copita, Antonio, que hoy vengo buscando pelea. Escucha ahí al fondo, hay romance extraño: el novillero y la susodicha, prima hermana de la auténtica, remolona de la noche lunera que se llevó al maromo a su terreno y se la está dando mortal. Disimula, pisha. No te conozco.
Cuatro chavales con el tiempo descuajeringao apoyados en la barra, persiguiendo sombras, ron con limón para apagar el fuego dominguero. Y el novillero y su partenaire, haciendo manitas a escape libre detrás del biombo invisible, un tabique insospechado en el laberinto del esdrújulo garito. Fiesta nacional, cornadas al viento, al nota se le oye bramar por bajini, ella suspira sospechas ininteligibles y placeres mundanos, la cosa va a terminar mal, hazte el longui, no es plan de dar el cante, déjalos que se maten a besos y "rempujones". Antonio pone la música dos puntos más bajita pa morsegar, las conversaciones alivian el tono, el amor es una cosa sensacional. Vaya publiquito, Sebastián.
Nuestra pareja de tortolitos continúa a lo suyo, pura pasión urgente y clandestina, mientras Curro porfía con Elvis en la pared principal de la estancia. A ver quién es más chulo, el de Camas o el de Memphis. Ellos no necesitan cama, pero emplean la pelvis a diestro y siniestro. Rock de la cárcel para los malandrines, brindis al sol a las cuatro de la mañana, ahora suena Loquillo con sus trogloditas, siempre quise ir a L.A. Quien no ha visto bregar con tamaña clientela en este antro de El Puerto de Santa María no sabe lo que es una nochecita en blanco, ni una pelea de gallos, ni un puticlú oficial bendecido por la autoridad, ni una plajatoro que se cae a pedazos, ni un concejal venido a más, ni un ladrón respetable, ni una mafia inmobiliaria. Puyazos al urbanismo, estocá al dinerito público, las cosas del querer y del poder. Al "arcarde" le pilló el toro de la corrupción. Año 2723, sálvese quien pueda. Culito a la pared. Graffiti emocional a la vera del Guadalete. Tu padre es un marrajo, los tuyos por si acaso.
Tras el burladero, gente de cartón piedra. Y en los callejones, silencios rotundos. Muchas frases cortantes, pintadas a favor y en contra, debates sobre la tauromagia, dimes y diretes, luces y sombras, mucha vara, alguna que otra puya, habrá que tirarse al ruedo ibérico para alcanzar a entender la magnitud del caos, la dimensión del absurdo orden de prioridades sentimentales. Ni una cosa, ni la otra, sino todo lo contrario.
Manolito siempre fue un bicho, lo que nadie esperaba de él es que iba a estar a estas horas dándole caña a una morena arrepentida a oídos de tol mundo en el mejor bar del olvido. Más de media, que no es lo mismo que mentira podrida en los mass media. En el centro de la faena, sin palabras, las imágenes del desastre pugnan amistosamente con los sonidos del chunda chunda, si estuviera Chiquito aquí apelaría al fistro diodenal, pero como no hay nadie, aparte de Antonio, la pandilla de descastaos adoptaos y la parejita de animales bravíos, hasta luego, Lucas, guarda sitio en el infierno que llegaremos a lo justo.
Revolcón del quince a plena luz de la noche. Qué poca vergüenza. El empuje del novillero no tiene rival, ella celebra cada pase, cada media verónica, como si fuese la última, y la música apenas cesa de tartamudear: Gabinete Caligari repartiendo suerte, el Pasmo de Triana en insólito baile de la confusión, Antonio no se llama Antonio, pero el día que saque el bate de béisbol ...
En lo mejor del querer, un grito, un estruendo horroroso, Antonio apaga el tocata y aparece una señora completamente lívida, con ojeras de metro y medio y una voz de pito que rompe el encanto del momento, si es que alguna vez la belleza salvaje pudo con el quebranto. La mujer dice cosas raras, no se entiende ná. Los presentes se arremolinan en torno a ella, que farfulla algo así como "un muerto". Hay un muerto. Que suene la música. Que se apaguen las luces. Que alguien ponga coto a doña Ana, que así se llama la señora encopetada pero desesperada que viene en busca de Manué, que resulta ser el novillero que se está pegando el lote tras las cortinas de cal y arena. Manué, no te arrime a la pared, que te vas a llenar de cal, te vas a cubrir de gloria, el descabello, la playa de la puntilla, la estocá a la rutina. Manué, ponte los pantalones, péinate un poco, échate colonia, que se ha muerto tu tío y estamos tós en casa velando armas con la cara desencajá mientras tú y esa ... en fin ... echando de comer aparte al deseo voraz.
Manué, descolocao, con el traje de luces de medio lao, se incorpora, se acerca a la barra y conoce de primera mano el suceso luctuoso, esquela fraternal y vámonos que nos vamos. Manué acude al trapo, su tía se mueve como una peonza, Antonio piensa en el tarot, y los cuatro espectadores de excepción piden la penútima, las orejas y el rabo, echan un capote al futuro novio, permanecen al quite por si las moscas de caballo y ceden los trastos al nostálgico cliente surrealista del asombro torero. Manué pincha en hueso. Maldita sea su suerte de banderillas. Hay bronca en el nueve, los enamorados salieron ranas, el salto de la rana, se nos rompió el amor de tanto usarlo. Ella recompone la figura en el cuarto-baño, Manué ya se ha largado con su tía, con la camisa por fuera, no sin antes pedir un papelito, "¿tiene un papelito por ahí?", y Antonio entiende que una mala noche la tiene cualquiera. Viva la muerte. Ya lo dijo Rafael el Gallo en París: "¡Yo me voy a cagánlomuerto de tó los extranjeros que hay aquí!"
Antología Tahumoraquia