Álvaro Enrigue
Editorial Anagrama
Premio Herralde 2013
258 páginas
Sinopsis:
Caravaggio y Quevedo juegan al tenis en la plaza Navona de Roma.
Comentario:
La premisa de la novela no puede ser más extraña e inusual: el pintor Caravaggio y el escritor Quevedo juegan un partido de tenis en la Plaza Navona. Muchos de los capítulos tienen como título algún lance del tenis; también el título de la obra hace alusión a este deporte. Pero, naturalmente, eso es una mera excusa para desgranar otros temas derivados.
Siendo una obra de "qualité" al autor le da un poco lo mismo que su obra no tenga argumento. La gracia se supone que está en la prosa y las ideas. Lo cierto es que cuando empecé a leerlo pensé que sería un poco aburrido y sin sentido. Sin embargo, pese a esa ausencia de trama tal y como la conocemos, lo cierto es que la obra se lee la mayor parte del tiempo con interés. Las anécdotas que cuenta son en muchos casos curiosas y la redacción es ágil. También es cierto que hay partes que parecen no tener mucha relación con lo demás. La sensación es de una cierta irregularidad caótica, pero entusiasta. Los capítulos son de extensión variada, abundando los breves, incluso los de una sola página. Como signo de modernidad, se incluye un correo electrónico cuyo significado no he alcanzado a comprender...
A raíz del partido de tenis surgen variadas subtramas y ramificaciones. Conocemos la historia de las pelotas de tenis hechas con el pelo de la decapitada Ana Bolena, del fabricante de mitras de Nueva España, de Hernán Cortés y doña Marina, su intérprete y amante, diversas intrigas con papas, eclesiásticos y aristócratas... Salvando las distancias, me ha recordado a esas obras postmodernas estilo "Nocilla Dream", salpicadas de anécdotas reales o inventadas, historias cruzadas, partes noveladas, partes documentales, etc, etc.
Entre los fragmentos que más me han gustado están los que se desarrollan en el México de la Conquista, y los dedicados a Hernán Cortés, y a la visión que da de él, un poco alejada de la leyenda negra que arrastra, algo que destaca siendo el autor mexicano. No es que reivindique la figura del conquistador, pero tampoco se ensaña en su descripción, quizás idealizada y literaria. En esta misma parte mexicana me ha llamado la atención la construcción de ciudades utópicas y el contraste entre las culturas mezcladas y eclécticas del nuevo mundo con la intransigencia contrarreformista del viejo.
Aunque juegan el pintor y el poeta, el autor se centra mucho más en el primero, dejando al segundo en un plano poco destacado. Mientras de Caravaggio se habla en extenso, de las obras y actos de Quevedo no hay casi mención.
Seguramente esta obra no es más que un alarde estilístico, por más que muchos les hayan visto mensajes sobre la cultura de la época con sus conflictos religiosos y culturales, pero lo cierto es que no resulta pesada (debido a su corta extensión y a la agilidad de la prosa, no excesivamente recargada con figuras).
Me ha llamado mucho la atención que pese a que se trata de un libro publicado en una gran editorial de prestigio, y un premio Herralde, hay faltas de ortografía y erratas muy llamativas, como "bello" en lugar de "vello" o "revotaba" en lugar de "rebotaba". También hay alguna frase dudosa donde se nota que falta alguna palabra que alguien se ha comido, alguna coma, etc.
Una novela para quienes gusten de leer algo diferente y más "elevado".
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