Bous al carrer, festejo valenciano. Foto: http://www.lasprovincias.com
Creo que solo he entrado una vez en mi vida en una plaza de toros, descontando la de Santa Cruz de Tenerife, claro, a la que íbamos hace años, en plena adolescencia, a los conciertos de los grupos de moda. Tiempo después, en Sevilla, una compañera de la facultad me invitó a ver la exhibición de enganches de caballos en La Maestranza con motivo de la Feria de Abril, un espectáculo muy colorido y elegante. No fui convencida, por lo que una plaza de toros representa para mí, pero al fin y al cabo no iba a ver cómo mataban a un animal, sino el desfile de otro.
Pero ya no solo detesto esta ¿tradición? castiza, sino cualquier festejo en el que el ser humano corra delante de un toro, le prenda fuego a sus cuernos, lo suba en un tablao, lo conduzca hasta un muelle para acabar en el agua… No solo me parece cruel el trato vejatorio a los toros, vaquillas y otros bovinos, sino que me resulta de lo más irracional que haya quienes pierdan la vida por participar en este tipo de festejos. Es el pulso estúpido entre el hombre y la bestia. Este verano son ya 13 las personas muertas por cornadas y traumatismos en distintas fiestas taurinas. ¿Puede haber muertes más absurdas?