Muertos de hambre

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Feliz Día del Libro. Me permito el lujo de recomendarles "Los años en Downing Street", las memorias de Margaret Thatcher. La famosa película de Meryl Streep ayudó a que la sociedad se quitara de encima injustificados prejuicios acerca de una de las grandes líderes políticas del siglo XX, verdadera precursora de un cambio de mentalidad planetario acerca de las capacidades de mando de las mujeres.

Ella, que tuvo que fajarse en un mundo de hombres, acuñó hace décadas, cuando internet no era ni un sueño, esta famosa frase: "Vivimos en la era de la televisión. Una sola toma de una enfermera bonita ayudando a un viejo a salir de una sala dice más que todas las estadísticas sanitarias".

Y así sigue siendo. Por mucho que nos cabree estar confinados en casa, que sigamos gastando millonadas en material de protección inservible Made in China (lo sé, también ha llegado a nosecuantos países, pero mis impuestos los pago en España), o que no sepas si en julio tendrás trabajo, da igual, aquí difícilmente movemos un dedo.

No hacemos ni la o hasta el día en que cuatro o cinco ministros se contradicen tontamente hablando de, oh cielos, nuestros hijos e hijas.

Hasta ahí podíamos llegar. Suenan las alarmas, se disparan los cañones, las madres modelo se arrancan de cuajo las pocas extensiones que aún resisten, los padres modelo se dan golpes en el pecho rollo gorila macho alfa, las cacerolas amenazan con salir a los balcones por primera vez en mes y medio de clausura, el pepero apoya a la comunista, la conservadora da la razón al antisistema, el mundo se viene abajo y casi 48 millones de expertos en pandemias firman sus tesis doctorales con una sola voz: No nos toquen a los niños. Y a las niñas.

El país entero se paraliza frente la posibilidad de que la población menor se convierta en vector de contagios en supermercados y farmacias, y que las lenguas de tiernos mamoncetes de menos de catorce años se restrieguen por carritos de compra y columpios de parque. Hasta ahí podríamos llegar. Resultado: El clamor unánime mueve al Gobierno a un nuevo y errático cambio de rumbo.

Digo yo que haría bien el Mando único en establecer un destacamento permanente en los accesos al Teide y en cada playa, armados hasta los dientes y con escudos de combate, porque muchos de los que se quejaban, seguramente intentarán darse allí el pequeño paseo de treinta minutejos al que la niñez, que no su parentela, tiene derecho.

Así de simplones somos. Tal y como nos definió Margaret Thatcher hace décadas. Una sociedad que hace poco más de cinco años ignoró a los más de 11.000 muertos en África a consecuencia de la epidemia de ébola, pero que la montó bien montada con el sacrificio por orden judicial del perro Excalibur.

Hablo de esa callada sociedad que hoy asiste atónita a debates políticos pueriles y estériles en el Congreso de los Diputados, donde unos y otros demuestran una incapacidad brutal para llegar al más elemental de los acuerdos. ¿Qué la oposición no está a la altura? Yo le digo a usted que el Gobierno tampoco lo está. ¿Qué los nacionalistas están demostrando ser insensibles? Yo le digo que el Estado tampoco lo está haciendo mejor. Siempre hay respuesta para desarmar la tesis del equipo contrario.

El campo de juego de los mismos de siempre es esa España confinada, en la que probablemente usted sea esa autónoma que hace cuarenta días que no ingresa nada, y que seguirá sin ingresar no se sabe cuánto tiempo más. Lo mismo es usted uno de esos millones de trabajadores en ERTE, o de esa mitad de españoles y españolas que temen perder su empleo en los próximos meses.

Cuando dejemos de hablar (temporalmente, que no hay seguridad de que la emergencia sanitaria no se repita) de muertes e infecciones, detrás de nuestra mascarilla si es que la tenemos, contemplaremos la miseria que nos ha quedado en esta tierra que sigue viviendo del ladrillo y el sector servicios, en la que sin consumo somos poco menos que nada. El día después llegará y no tendremos estrategia económica, de la misma manera que no tendremos un estudio sobre la incidencia de la pandemia.

O se reactiva la economía o tendremos más muertos de hambre que del virus, porque con la nueva crisis volverán las bolsitas de los bancos de alimentos y volverán los desahucios. Lo que me pregunto es cómo harán frente a una caída del Producto Interior Bruto del 8% y a seis millones de personas en desempleo, cuando todavía no se sabe que pasará con los eurobonos, con el déficit público, las ayudas de emergencia...

¿Sabrán algo de eurobonos y déficit público quienes no saben cómo sacar a pasear a una niña? O un niño. Eso sí que daría para escribir un libro.