“El oleoducto cruza el cercano barrio de chabolas de Sinaí y muchas de las víctimas son residentes que intentaban hacerse con la gasolina que había caído. Algunas de las chabolas están construidas sobre las propias tuberías del oleoducto”. Lo cuenta José Miguel Calatayud en El País Y eso es realmente grave, más allá de si los muertos han sido 10 o 100. Personas viviendo sin las menores medidas de seguridad junto a un oleoducto. O junto a la vía del tren. O en el vertedero.
”[Les hemos dicho] cuando veáis que la gasolina fluye, alejaos, pero parece que la gente no aprende la lección", dice el portavoz de la policía keniana. Claro, qué fácil, ¿pero quién se resiste a la tentación de conseguir gratis unos cuantos litros de gasolina? No es la primera ni será la última vez que esto ocurre, y no es sólo en Kenia, sino en buena parte de África. Este veranos lo vimos en Benín y ahora lo cuentan desde Nairobi: cuando un camión vuelca, todos se lanzan a por el combustible; cuando una tubería se rompe, hasta los más pequeños se acercan a por el preciado líquido.
“No hay gobierno aquí”, declara un comerciante del slum a The Guardian. “Si lo hubiera, las autoridades habrían advertido que la tubería llevaba 12 horas fluyendo antes de la explosión”. ¡Doce horas! Medio día en el que todos los vecinos sabían lo que estaba pasando y ni una sola autoridad local se preocupó de ello. Hoy, en cambio, el Ejército se pone a buscar a una turista británica desaparecida en un ressort de lujo.