Impresionante clausura de los conciertos del auditorio de esta temporada a la que resta poco, con intérpretes de altura y una obra difícil de escuchar en directo por sus dimensiones humanas, algo que Oviedo puede permitirse (¿cuándo una "Octava de Mahler" Made in Asturias?) por instalaciones y contrataciones como este broche final, cerrando una gira podríamos que decir apoteósica.
La formación de Toulouse es una maravilla en todas sus secciones, capaz de expresar como pocas las genialidades orquestales de Berlioz, contrabajos y oboes dando peso a unos tenores celestiales para el Quid sum miser, familias instrumentales equilibradas en todo momento y balanceadas con Sokhiev como si de un ingeniero de sonido se tratase. Podría decir lo mismo de cada número porque tal y como recalca Arturo Reverter en las notas al programa"este Réquiem no es, de principio a fin, una obra tonante, espectacular, desaforada, alimentada por una llama incombustible; es, al contrario, una composición generalmente discreta, incluso intimista, en la que el matiz piano se afirma mayoritariamente pese a la existencia episódica de efectos de potencia abrumadora". Rex tremendae resultó otra demostración de poderío vocal y orquestal, silabeo conjunto, fraseos de voces dobladas por una instrumentación genial del maestro (salvame), "crescendi" bien graduados, cambios de tiempo con suavidad sin sobresaltos, y llevando al Donostiarra en Quaerens me como si del propio Sainz Alfaro se tratase, tal fue el entendimiento entre vascos y ruso en esta belleza de número para disfrute de los muchos aficionados corales en una sala casi llena para esta clausura.
El "Ofertorio" dejó esos momentos de intimismo que Reverter cita, como el Domine Jesu Christe, con unos bronces diría que orgánicos cual instrumento necesario en esta obra, dibujando las voces, subrayándolas pero nunca tapando ninguna línea melódica, la cuerda orquestal con una redondez idónea para realce coral y nuevamente Sokhiev dominador absoluto del "ejército sonoro" con respuesta inmediata de sus huestes musicales. Hostias de regusto masculinamente wagneriano pero con esa orginalidad de Berlioz emparejando trombones y flautas en combinación nuevamente organística.
Final con el Agnus Dei uniforme en sentido e intención, un coro poderoso, ideal de empaste, afinación y sonoridad con el perfecto complemento orquestal (nuevo juego de trombones y flautas), medios "crescendos" apoyando un latín sin el que un "requiem" parecería perder sentido, pero especialmente Sokhiev todopoderoso, un placer observar sus manos controlando la inmensidad de Berlioz y sacar a la luz esta obra magna para redondear un concierto perfecto de clausura, con el Amén seguido de un respetuoso y largo silencio gracias al director ruso manteniendo sus manos en alto para la tensión necesaria que permite escuchar el último aliento.
Éxito total de nuestros queridos donostiarras que siguen siendo referente coral independientemente de la orquesta con la que canten, esta vez los vecinos de Toulouse con Tugan Sokhiev perfecto en todo.