La verdad, si no llega a ser por mi dosis de Rooibos de caramelo con la que me he sentado a descansar en mi sillón favorito, no hubiera participado. Pero fue ponerme mi individual de cáñamo teñido de negro, sacar el servicio de té… y mi mente tuvo un chispazo que me llevó veinte años atrás y a Mishima, mi primera incursión en la literatura oriental, que en aquel momento me fascinó. Recuerdo que “Música” se me adhirió a la piel como una ventosa. ¿Por qué no compartirlo?, pensé. Y aquí está, junto con dos compañeros de estantería, acompañando al té.
Al final le cogeré afición a esto de hacer fotos y todo…