La plena participación de la mujer, en condiciones de igualdad y equidad, todavía es un reto por conquistar en la Ciencia, en general, y en determinadas ramas de la misma, en particular, que parecen reservadas a mentes masculinas y no admiten ni la capacidad ni la creatividad ni la sensibilidad de una mentalidad femenina. Y aunque se ha avanzado muchísimo en la incorporación de la mujer en el mundo de la Ciencia, la brecha existente en campos como las ingenierías, las matemáticas o las tecnologías, por ejemplo, es todavía enorme, debido fundamentalmente a las dificultades que encuentra la mujer para acceder a un coto dominado por hombres, un sistema de cooptación que favorece a los candidatos masculinos y a los hándicaps que ellas encuentran para compatibilizar la vida familiar y dedicación profesional.
Techo de cristal
La presencia de la mujer en la Universidad es mayoritaria, como se ha dicho, pero persisten situaciones que limitan el desarrollo de la carrera científica y el acceso a puestos de responsabilidad a los que, en teoría, tendría derecho. El número de catedráticos y profesores titulares de universidad es apabullantemente masculino en un 80 por ciento. Además, sólo un 25 por ciento de féminas logra alcanzar puestos de máxima responsabilidad y ser profesoras de investigación en España, según un informe sobre mujeres científicas elaborado por el CSIC, organismo que ha evaluado al personal directivo de sus centros e institutos adscritos, detectando que de 104 directores, sólo 22 son mujeres.
Es evidente que existe un techo de cristal que, aunque se ha desplazado ligeramente, sigue obstaculizando el camino hacia la equiparación en condiciones de igualdad de la mujer en el mundo de la Ciencia, al verse condicionada por un sesgo de género, en la evaluación de sus méritos y demás circunstancias, que limita sus expectativas. Como en muchos otros ámbitos, también en el de la Ciencia la mujer sufre discriminación, no por su capacidad intelectual, sino por ser mujer. Queda, pues, mucho camino por recorrer.