Mujeres como aves, personas como cosas

Publicado el 19 abril 2014 por Peligrociencia

por Marta Liceda*

_____________________________________________________

Foto: A. Mangione

Para quien transita las rutas puntanas resultará cotidiano aquel cartel de señalización vial con la cigüeña que desde el pico transporta un paquete colgado. Pero el signo en cuestión más que anunciar lo que dice, dar la localización de la nueva maternidad provincial de acuerdo a la ubicación que tenga el cartel, pareciera ser promotor de un discurso ideológico y político particular.

Conforme a este discurso, la mujer es reemplazada por el pájaro en su rol de hembra reproductora, en tanto el niño por nacer va dentro del paquete colgado, como si se tratara de “algo”, de “alguna cosa”. Ahora bien, si en la ideología patriarcal el rol social de la mujer es reducido a su función exclusiva y natural en la reproducción, y por cierto, al cuidado posterior de la prole (el o los hijos), en su nueva versión la ideología se habría actualizado. Ahora negar a la mujer aún en aquello en lo que sería irreemplazable, no presenta dificultad. La imagen de la mujer se omite y se pone a otro ser vivo en su lugar. De otra especie animal, pero eso no es importante.

Ante la realidad que va creando tal discurso, no queda lugar para planteos ni reclamos sobre derechos que atañen a quien no existe porque no está siendo ni siquiera mencionada. Por eso pensar que el paquete colgando podría tratarse de un embarazo reciente o avanzado se hace complicado, más bien como se dijo, refiere a un niño próximo a nacer. Cuánto menos aún pensar en la atención hacia cualquiera de los otros problemas de salud que pudieran preocupar a la mujer, vinculado a temas que no tienen que ver directamente con el nacimiento de un hijo.

Por la lectura del signo en cuestión se deduce exacta precisión ideológica en el discurso, como en un juego de encastre: el pájaro que ocupa el lugar de la mujer y la niega no está solo, puesto que lo acompaña el fututo niño, pero no ya como un ser humano sino como una cosa. Es algo que va siendo transportado por alguien desde algún lugar, sin mayores vínculos. Así, sin un origen identificado, sin importancia del lugar ni del momento “llegan” los niños puntanos.

El discurso que sostiene la imagen icónica elegida para anunciar a la única maternidad y centro de salud para temas de mujeres en toda la provincia, sin duda alguna va dirigido a un conjunto de ciudadanos cuyo comportamiento es el de acríticos consumidores de lo que se les quiera vender. Se trata de un discurso ideológico que responde a una política de negación y maltrato, en tanto se aleja de otra de respeto y compromiso ciudadano.

Relatos en el hospital

“Pero para estas cosas nunca hay el tiempo” fue uno de los relatos que escuché por parte de una de las mujeres de la fila, mientras esperábamos para ser atendidas a medida que nos fuera llegando el turno para el análisis ginecológico de control anual; una mañana como cualquier otra de la semana, a las siete en punto en el Policlínico Regional. No era la primera vez que oía un comentario semejante, y tampoco sería la última. La falta de tiempo es la excusa común para esquivar a este tipo de análisis, pero oculta otras razones. Mandatos familiares y sociales machistas, pudores, vergüenzas, miedos, ignorancia, etc. Todo lo que rara vez se dice, pero con frecuencia dificulta la realización de controles preventivos, o bien, de detección temprana para evitar un mal mayor.

“Ahora, por lo menos, una puede planificar los hijos, antes no. Cuando nació el cuarto mío yo le pedí al doctor que me ligara las trompas, pero me dijo que no, porque yo recién tenía 29 y solamente cuatro hijos.” Contó otra a sus 59 años y 30 de maternidad. Es cierto que hubo cambios, tanto en el terreno científico como tecnológico, y también en ciertas ideas dominantes del colectivo social (hoy es frecuente ver a mujeres con más de 30 años y sin hijos, y ya nadie se horroriza). Sin embargo, haciendo alusión exclusiva al hecho de que todas podamos (por igual) ejercer nuestro derecho a decidir, libremente, sobre los hijos que queremos tener, las mujeres sanluiseñas estamos lejos todavía.

“Acá (en referencia al Policlínico) ya no quedó un solo ginecólogo, ni siquiera un obstetra para el control de embarazos. Hasta hace casi un año todavía se realizaban las colposcopias, pero desde que se inauguró la Maternidad, todo se hace allá. Antes, acá tomábamos las muestras necesarias de una sola vez y listo, sin que la paciente tuviera que dar vueltas de acá para allá.” Protestó por su parte, minutos después, la bioquímica de turno que estaba a cargo, cuando le pedí su opinión acerca de los cambios ocurridos en el Policlínico desde que se inauguró la nueva Maternidad “Dra. Teresita Baigorria” (“la Maternidad”) hace pocos meses, menos de un año.

En los 18 centros de salud de esta ciudad, solo tres tienen algún profesional especialista en ginecología (que no sea la (o el) obstetra). Y sólo en esos últimos casos se realiza el análisis de Papanicolaou (pap) para detectar enfermedades al margen del control de embarazo normal. Todos los otros análisis se realizan en la Maternidad, incluida la colposcopia que es el complemento obligado del pap. Por esta razón, la única que queda es trasladarse hasta Las Chacras, en el cruce de las rutas Camino del Portezuelo y la Provincial Nº 3. Cabe la reflexión surgida respecto de la ubicación elegida para lo que es el único centro de salud con capacidad de realizar una completa atención hacia la salud exclusivamente femenina. La historia se complica si se piensa en aquellas mujeres trabajadoras, de escasos recursos económicos, con poca disponibilidad de tiempo y demasiadas responsabilidades familiares.

El maltrato que se recibe respecto del servicio profesional brindado a esta especialidad dentro del tema la salud humana, se suma a otros malos tratos recibidos, también institucionales, como el de la policía (siempre reticente a tomar denuncias) o las serias complicaciones laborales con las que hay que lidiar a diario (con cargas horarias que imposibilitan la mantención del hogar o simplemente con burdas medidas discriminatorias), razón por la cual no suena descabellado hablar de violencia. Una atención médica negligente es otra de las formas que adquiere la violencia sistemática contra la mujer, ejercida desde las políticas públicas estatales.

* Licenciada en Comunicación Social – Fac. de Cs. Humanas – Universidad Nacional de San Luis