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A pesar de que algunos países avanzan sin retroceder en la promoción de la igualdad de género, en otros, las mujeres continúan privadas de derechos, de recursos económicos y de acceso a servicios públicos esenciales. En muchos casos, a las mujeres se les niega el control sobre su cuerpo, la participación en la toma de decisiones y la debida protección contra la violencia. Más de la mitad de las mujeres que trabajan –que son 600 millones a nivel mundial– lo hacen en empleos vulnerables e inseguros y fuera del ámbito de control de las leyes laborales.
En el mundo en desarrollo, más de una tercera parte de las mujeres se casa antes de los 18 años de edad, con lo que pierden la oportunidad de obtener una educación y quedan expuestas a los riesgos del embarazo precoz.
A pesar del enorme progreso alcanzado en los marcos legales nacionales, regionales e internacionales, millones de mujeres del mundo afirman haber sufrido algún tipo de violencia en sus vidas, usualmente a manos de su pareja. Además, la violencia sexual más brutal, dirigida sistemáticamente contra las mujeres, es una práctica común en los conflictos de esta era.
La persistente discriminación contra las mujeres merma gravemente el respecto a sus derechos humanos y frena el avance hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, las metas que se ha propuesto la comunidad internacional para erradicar la pobreza extrema y que van desde mejorar la salud materna hasta alcanzar la educación universal y frenar la propagación del VIH y del SIDA.
Pero nos encontramos en una gran paradoja, el siglo pasado fue testigo de la reivindicación de los derechos de las mujeres ante la ley en la medida en que países de todas las regiones ampliaron el alcance de dichos derechos. Sin embargo, para la mayoría de las mujeres en el mundo, las leyes no se han traducido en mayor igualdad y justicia. En muchos contextos, tanto en países ricos como pobres, la infraestructura judicial, incluyendo la policía, los tribunales y su personal, ha fracasado en el respeto de los derechos de las mujeres.
Como resultado, a pesar de que la igualdad entre mujeres y hombres está consagrada en las constituciones de 139 países y territorios, las leyes inadecuadas y los vacíos legales, la fiscalización débil y las diferencias en la implementación de la normativa convierten a estas garantías en promesas vacías que tienen poco impacto en la vida cotidiana de las mujeres.
Esta sociedad, herida de desigualdad, debe por tanto transformarse para alcanzar su pleno potencial en el avance hacia la igualdad de género.
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…
Editorial de: Nira Santana Rodriguez