Fuente: Redmamsa Madrid
Inscribete en los talleres de Mujeres Saharauis Empoderando, no solo las conocerás sino que contribuirás a su empoderamiento
MUJERES SAHARAUIS EMPODERANDO. 9 de marzo: Madrid 10 de marzo: Getafe Si estás interesad@ en participar, inscríbete en: red.mujeres.madrid@gmail.com MADRID info@getafe-sahara.org GETAFE y elige taller, habrá una pausa para el café/té), después, comeremos/cenaremos (hay que apuntarse).
Haremos cuatro talleres coordinados por grandes mujeres saharauis: ➧DDHH Y POLÍTICA ➧EDUCACIÓN Y CULTURA ➧LA MUJER EMPRENDEDORA ➧HISTORIA Y COMUNICACIÓN
Presenta y coordina: Jadiyetu El Mohtar (Representante de Relaciones internacionales de la UNIÓN NACIONAL DE MUJERES SAHARAUIS)
Un poco de su biografía:
Jadiyetu El Mohtar: Periodista, profesora y, sobre todo, activista. Jadiyetu El Mohtar lleva toda su vida luchando por los derechos del pueblo saharaui. Ella fue la voz del Sáhara libre en las radios que emitían desde las zonas liberadas de las dos administraciones, tanto la española como la marroquí. "La lucha por la autodeterminación del pueblo saharaui, no debe ser impedimento para reivindicar todo tipo de derechos". "Las mujeres árabes no se van a echar atrás ni un palmo", advierte.
Los campamentos son un ejemplo de dignidad donde el ser humano sobrevive como persona, aunque pase hambre. La labor de la mujer saharaui es fundamental.
"Hemos educado a las mujeres para que sigan luchando y les hemos demostrado que si no se lucha no se consigue nada. Y esto se ha visto ahora en los países europeos, donde con la excusa de la crisis, los gobernantes han aprovechado para recortar derechos y garantías no solamente para las mujeres, sino también para toda la sociedad. Creo que eso es un punto de inflexión donde las mujeres en cualquier parte del mundo debemos entender que nadie nos regala nada, que los Gobiernos no nos regalan nada, que tenemos que seguir luchando para legitimar día a día los derechos a través de leyes y a través de propuestas para que nos tengan en cuenta". ➧TALLER MUJERES EMPRENDEDORAS Liderado por Hindu Menni.
Un poco de su biografía:
Hindu Mani nacida en los campamentos de Tindouf en la dura Hamada argelina, en el seno de una familia numerosa. Desde muy pequeña fue muy carismática y crítica con su realidad. Por enfermedad tuvo que dejar de estudiar en Argelia y retornar a los campamentos, su delicado estado de salud nunca fue un impedimento para soñar y hacer cosas por su familia y su comunidad, su inquietud por ser útil la llevó a realizar cuantos cursos habían de inglés, fotografía, cámara y sonido, administración, gestión de proyectos y cocina entre otros , todo esto a su vez, cuidando de la familia y trabajando como secretaria en la Wilaya de Auserd.En su cabeza siempre rondó la idea y la necesidad de crear un proyecto que responda a las necesidades de la juventud saharaui, en especial de la joven saharaui en los campamentos.
Su perseverancia e ilusión hicieron que Hindu comenzara a cocinar pizza en un horno artesano de latón, con el que brindar al resto de los jóvenes una alternativa gastronómica y sobre todo crear un espacio físico dónde las chicas podían compartir y evadir la monotonía aplastante del día a día de los campamentos.
La excelente acogida de esta pequeña, gran idea con base social, despertó el interés de organizaciones internacionales que cooperan en el terreno. Fue entonces cuando Hindu encontró el respaldo para asentar las bases de su proyecto, y así nació la Pizza Saharaui. Un establecimiento regentado únicamente por mujeres saharauis, logrando empoderar y autodeterminar a chicas que habian perdido la esperanza de ser útiles, más allá de los quehaceres domésticos.
En este camino, no todo fue facil, ya que Hindu tuvo que romper barreras culturales y sociales relacionadas con el emprendimiento dejando claro que con pocas cosas y constancia se pueden hacer grandes cosas.
A día de hoy cuenta con dos establecimientos y 16 jóvenes que comparten junto a ella la ilusión de un proyecto que da sus frutos tanto materiales, emocionales y sociales.
➧TALLER DE HISTORIA Y COMUNICACIÓN
Un poco de historia sobre esta lideresa:
Ebbaba Hameid Hafed, es una joven periodista que lleva en España diez años y tiene claro su papel como una profesional saharaui en territorio español.A través de su propio medio digital Sahara Press League, junto con otros periodistas miembros, redactan noticias y hacen reportajes a la vez que son fuente de información para los profesionales españoles. Todo para enfrentarse al “silencio” con el que los medios europeos tratan el conflicto saharaui. “Hay un bloqueo informativo. Nos dicen que es un conflicto olvidado y que no es noticia, pero las hay todos los días”, asegura la joven periodista, que van desde las historias de los presos políticos, los campamentos refugiados y las violaciones de derechos humanos. “Siempre hay noticias".
No podemos olvidar que el Sahara sigue presente, a pesar de que la reacción de la comunidad internacional, de los políticos y los medios es el silencio”, afirma Ebbaba. “¿Qué necesitan? ¿Sangre? ¿Guerra? ¿Qué es lo que hace falta para que seamos noticia?” se lamenta la joven periodista. En este sentido, Hameida señala que la responsabilidad española ante el conflicto, histórica, moral, política y ética sigue vigente, por lo que los periodistas saharauis no entienden el espacio que se da a la guerra de Siria o al conflicto palestino mientras se olvida la situación en el Sahara.
El problema no pertenece sólo a los medios de comunicación, sino que tampoco aparece ya en los libros de texto y apenas en la vida cotidiana, tal como señala la periodista. “Entiendo que en otros países europeos que no se conozca el conflicto, pero nosotros [el pueblo saharaui] somos parte de la historia española”. Además, Ebbaba señala que la principal contrariedad es que es en este país donde se encuentra el movimiento de solidaridad “más grande” entre la ciudadanía, por lo que la principal diferencia se encuentra entre el pueblo y el Gobierno español. “Sentimos simpatía y amistad, hermandad entre ambos pueblos. Hay unos lazos que nos unieron que parece que no nos unen con el Gobierno”, señala la periodista.
➧TALLER DE EDUCACIÓN Y CULTURA Liderado por Fati Jadad
Conócela un poco más a través de esta pequeña biografía:
Fati Jadad, saharaui, todavía no conoce la tierra que vio nacer a sus padres y abuelos. Como otros muchos cientos de jóvenes del Sahara, nació en los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia, y marchó a España siendo una niña en los programas estivales de Vacaciones en Paz. Desde hace años Fati vive en nuestro país, donde estudió la Primaria, la Secundaria y estudios universitarios de Dirección y Administración de Empresas en Madrid. Lo hace, evidentemente, porque le gusta, pero también porque quiere ganarse la vida trabajando de ello y ayudando a su pueblo.Exiliada de su tierra por un conflicto que dura cuarenta y dos años y en el que España tiene mucho que decir. ¿Cómo se puede amar tanto un lugar que uno jamás ha conocido?”. La saharaui explica que, si bien pertenece “a esa generación de jóvenes no nacidos en mi tierra”, señala que “al mismo tiempo no olvidamos de dónde venimos, no podemos desarraigarnos. Amo a mi pueblo, amo mi tierra y clamo justicia y libertad para ella”. Y es que, la del pueblo saharaui “es una lucha de generaciones. No podemos abandonar la lucha que comenzaron nuestros abuelos, nuestros padres, jóvenes como nosotros que tuvieron que abandonarlo todo por esta causa”.
➧TALLER DE DDHH Y POLÍTICA
Liderado junto a Leila Lilli por Ghalia Djimi
Un poco de la biografía de Leila: Salka Leili (El Aaiún, Sáhara Occidental, 1974). Lleva desde los 14 años luchando de manera activa por la liberación de los territorios ocupados por Marruecos en el Sahara Occidental.
Ahora ocupa la secretaría de la Asociación Saharaui de Graves Violaciones de Derechos Humanos cometidas por el Estado marroquí (ASVDH) y, en concreto, documenta cada una de las denuncias. “Redacto entre tres y cuatro diarias”.
Los días de manifestación, se agrupan las personas por decenas en su puerta. Y por las noches, su teléfono siempre está encendido. “La gente me llama en cuanto ha desaparecido un pariente o han sido agredidos en la calle”.
Desde el año 91 ha sido detenida en diferentes ocasiones, golpeada y torturada. La última vez hace un año por portar una bandera saharaui atada al cuello. “Me retuvieron durante dos horas y no dejaron de golpearme”.
Leili ha mejorado su castellano, ha aprendido a redactar notas de prensa para ampliar la denuncia de la violación de derechos humanos que sufre su pueblo y ha fortalecido las redes con organizaciones internacionales.
Biografía de Ghalia Djimi Mi nombre es Djimi el Ghalia y al igual que miles de personas en esta tierra, he sido víctima de atrocidades cometidas por el Estado marroquí. Sin miedo, sin pena y con mucho valor, hoy mi voz puede contar mi historia, puede contar mi verdad.
Nací un 28 de mayo de 1961, en Agadir. Desde mi nacimiento viví en una modesta casa, decorada y con el mismo ambiente que tienen las casas del Sahara. Mi contacto con los marroquíes data antes de la invasión del Sahara, pues mis padres y abuelos estuvieron refugiados en Marruecos, exiliados. Así pues el sufrimiento mío y de mi gente se remonta de años y años atrás, alrededor de los años 40.
La primera experiencia de sufrimiento la vivieron mis padres y abuelos, experiencia que fue focalizada en una cuestión económica y cultural; experiencia que los obligó a vivir un exilio en la total miseria; ellos tuvieron que vivir en los barrios pobres de Marruecos. Aunque estábamos lejos del Sahara, mi abuela paterna, quien por cierto me crió y adoptó desde mi nacimiento, se convirtió en mi madre. La abuela no tuvo hijas, solo tuvo tres hijos; mi padre y mis dos tíos. Mi abuela trabajaba en las fábricas de Marruecos y, pese a eso nunca dejó de sentirse una orgullosa mujer saharaui; constantemente intentó y luchó por proteger sus raíces culturales, inclusive sin lazos o enlaces al Sahara Occidental. Por ejemplo, en Agadir, se encontraba la mayoría de los “Amazir” ellos tienen su propio dialecto, el cual es llamado también Amazir y, en muchas de esas tareas que la abuela emprendía en pro de nuestra identidad, impulsó que nosotros habláramos y preserváramos nuestro propio dialecto, el “Hasania”.
Desde muy pequeñitos fuimos criados y adaptados en este ambiente, nos hacían ver que nosotros éramos saharauis, que no teníamos nada que ver con los marroquíes más que vivir en coherencia, en armonía y en respeto; nos enseñaba que era necesario mantener y salvaguardar nuestras tradiciones. Esas tradiciones se alimentaban casi todo el tiempo con grandes visitas y estancias. En los años 70, para precisar a partir del 77, después de la invasión del Sahara, nuestra casa se convirtió en un punto de llegada o encuentro para muchos saharauis que venían de las ciudades saharauis. Nuestros compatriotas venían aquí a Agadir por muchas razones, ya sea por razones sanitarias, muchos enfermos venían a consulta médica y es que en la región del Sahara no había hospitales apropiados para atenderse, también llegaban muchos comerciantes y por supuesto jóvenes estudiantes que buscaban seguir con sus estudios. Gracias a esos motivos, nuestra casa fue un puente de contacto entre Agadir y el Sahara Occidental.
Ese puente de contacto, maravilloso para nosotros no fue del agrado de algunos marroquíes. El 4 de abril de 1984, ocurrió una desgracia para la familia; mi abuela, mi madre, fue desaparecida, fue secuestrada y, su único delito, si se le puede llamar delito fue ser una mujer saharaui que abría sus puertas a otros saharauis, por brindarles su ayuda, su alojo, su apoyo económico, ya fuesen estudiantes, comerciantes o cualquiera.
Una de las razones que utilizaron los marroquíes para justificar su atroz actuación, fue que nuestra casa supuestamente era una oficina del Frente Polisario, donde la gente se agrupaba para conspirar y muchas cosas más; para ellos y en su visión cultural, mucha gente que viene y va, multitudes que entran y salen de una casa no es algo normal, es sospechoso; en nuestra visión cultural, en nuestras costumbres, un hogar ya sea una humilde tienda o una fastuosa casa, siempre se encuentra la hospitalidad, se acepta y ayuda a todo mundo que viene o va.
Mi abuela no tenía nada que ver con la política, era una mujer iletrada, pero muy consciente y valiente. Y aunque no estuviéramos en el Sahara seguíamos con nuestro espíritu de hospitalidad. La casa no era oficina de nada ni nadie, inclusive comerciantes que tenían una posición económica desahogada y que podían hospedarse en algún hotel, no lo hacían, no lo querían, preferían nuestra casa porque encontraban un buen ambiente, se preparaba té y se conversaba en nuestro dialecto; por ese tipo de cosas que siempre defendió la abuela, la secuestraron, así nada mas.
Esas tantas charlas acompañadas de té, me dieron la oportunidad de conocer y escuchar lo que ocurría en la zona ocupada; en ese momento no tuve la oportunidad de ir allá y verlo, pero yo sabía que era cierto. Escuché historias terribles sobre desapariciones forzadas, familias separadas, secuestros, e inclusive pude conocer historias de mujeres violadas, hecho que derivó en un fenómeno irreal, “los bastardos”. Durante la invasión muchas mujeres (de nombre de ciudades) fueron forzadas a tener relaciones sexuales con marroquíes y quedaron embarazadas, ante esto el Gobierno marroquí no castigó ni sancionó a los culpables sino por el contrario, obligó a los padres de estas víctimas a mantenerlas sanas y salvas hasta que dieran en nacimiento a sus bebes. Y eso fue un fenómeno raro para los saharauis, aunque somos un poco más abiertos y, sobretodo en un plano sentimental, para nosotros no es fácil mantener relaciones íntimas entre hombres y mujeres sin haberse contraído matrimonio. Ese aspecto cultural del matrimonio y la forma de relacionarnos en un plano sentimental había sido corrompido por los marroquíes. El hecho de tener bebes “bastardos” era un fenómeno intruso y extraño para los saharauis.
Cuando escuchaba esas historias de desapariciones y secuestros, recordaba lo que le había pasado a la abuela en el 84. Cuando la gente narraba sus historias podía comprender su mismo dolor; la abuela para mí era un ideal, un todo, al igual para ellos sus familias. Desde ese entonces comencé a tener contactos con las familias desaparecidas del Sahara y, pude constatar que la gente vive con terror, que no se atreven a hablar por miedo de perder a un miembro más de su familia; esa situación realmente me decepcionó, pero lo pude comprender tiempo después; a consecuencia del embargo que impuso Marruecos al Sahara Occidental, la población estaba estresada, oprimida, nadie podía hablar de desapariciones, nadie podía denunciarlas.
Para 1985 terminé mis estudios de técnico agrícola, para el 86 por fin tuve la oportunidad de ir al Sahara. En ese año fui mandada a trabajar al Sahara, a El Aaiun. En ese lugar y yo con la mente muy consciente, comencé a plantearme un método o táctica para alzar la voz y hacer notar la situación inhumana en la cual vivían los saharauis.
Al principio no fue una tarea nada fácil, había mucha denuncia, mucha policía, muchos espías; no se podía actuar libremente, absolutamente todo estaba vigilado y controlado. Pero algo cambio en 1987, nos enteramos que habría una visita de una comisión técnica de la ONU, IOEA en las principales o más grandes ciudades del Sahara para proseguir con el Plan de Paz. En ese momento toda la población saharaui estaba motivada, pues con la presencia de este organismo internacional se vislumbraban mejores oportunidades, eso evitaría que los marroquíes continuaran con sus represalias y desapariciones forzadas, pero, desafortunadamente hubo un cambio de planes; 3 o 4 días antes de la revisión de la comisión, se presentaron grandes represalias y arrestos por centenares, yo estuve entre las personas desaparecidas en esos días.
Me perdí la llegada de la comisión. Desaparecí el 20 de noviembre de 1987, me robaron 3 años y 7 meses de vida; durante ese tiempo me mantuvieron con los ojos vendados, fui maltratada física, psicológica y espiritualmente, torturada con toda clase de métodos que se pueda imaginar. Después de 3 meses y 27 días de desaparecida me dijeron que iban a liberar a nuestro equipo, pero todo fue una mentira; dieron la orden a los guardias de que tomáramos una ducha, ellos me desvistieron, me dejaron totalmente desnuda, pero no me quitaron la banda que me cubría los ojos, fue realmente duro; para mi que soy una mujer saharaui conservadora, el hecho de estar al descubierto frente a esos extraños hombres fue realmente catastrófico. En esa sesión perdí casi toda mi cabellera, pues me arrojaban mezclas de azufre, suciedad, agua salada con detergentes sobre un trapo para asfixiarme y, todo eso se quedaba en mi cabeza.
Mi cuerpo aún conserva las cicatrices en mis brazos y costillas de las veces en que fui víctima de ataques de perros. Con desesperación les decía a mis verdugos que necesitaba un médico, que mi cuerpo no resistía esas mordidas, pero ellos con un cinismo total me decían: “No, tú te imaginas cosas, no es verdad, aquí no hay perros…tú no has sido mordida… son ilusiones tuyas” con coraje les respondía “no les es suficiente con torturarme físicamente, quieren torturarme psicológicamente hasta volverme loca” y, mi historia no es nada diferente a la de muchos más, para imaginárselo sólo basta que vean las imágenes y fotografías que salieron en los medios sobre la situación en Irak, así mismo lo vivimos nosotros; lugares secretos de tortura, sin juicios, sin nada de nada.
Y si hablara de todo lo que vivimos durante esos más de tres años, las horas y horas no serían suficientes. Mi caso no es más que un simple caso en comparación de hombres y mujeres que vivieron las desapariciones desde 1975.
Cuando fuimos liberados en el 91, hubo 87 mujeres que pasaron entre 16 y tres años de desaparición forzada. Nadie de nuestra liberación se atrevía a hablar del fenómeno de las mujeres que les robaron 16 años de sus vidas y, es que nadie sabía nada, nuestras familias no sabían donde estábamos; hombres y mujeres del 75 perdieron todo contacto con el mundo; experiencias atroces, inhumanas, dolorosas vivimos todos. Pero me sorprende que hombres y mujeres saharauis que resistieron el sufrimiento de la experiencia, hoy puedan y continúen viviendo en paz y en tolerancia con Marruecos, realmente me quito el sombrero por ellos.
Yo también he aprendido a vivir con mi pasado y a luchar por cambiar las cosas, cambio necesario porque hoy soy madre de 4 niñas y un niño; para esto también cuento con el apoyo de mi marido, pues también vivió la experiencia, entiende todo. Él entiende mi rol, mi militarismo y me anima a seguir por esta vía que es realmente difícil, porque desde nuestra liberación hasta ahora, hemos vivido aún muchas más represiones y opresiones. Incluso, fui arrestada nuevamente durante la intifada en 2006, gracias a Dios, no fueron tres años sino tan sólo 18 horas con un policía; la razón fue que hubo una manifestación de jóvenes saharauis que denunciaban la visita del rey, mi marido y yo estamos por allí, sólo de paso, y que nos arrestan por formar parte de los “provocadores”, aunque no teníamos el honor de ser los provocadores ni participantes; estuvimos en la hora y lugar equivocado. Las presiones siempre están a la orden del día.
Uno de los obstáculos o formas de presionarnos, es el hecho de que nuestra asociación de víctimas no ha podido ser legalizada correctamente, Marruecos no reconoce nuestra asociación para dar la oportunidad a las víctimas de que reorganicen sus vidas, que trabajen por salvar sus recuerdos y todo eso. Vivimos en condiciones muy difíciles en el Sahara Occidental, de hecho no sólo nosotros, sino todos los saharauis que se revelan pro-Polisarios y que están a favor de la autodeterminación del Sahara Occidental. A pesar de que somos una minoría en comparación a los marroquíes que viven aquí, creemos que nuestra causa es justa.
En todas las ciudades del Sahara, los saharauis somos una minoría, constituimos aproximadamente el 25 o 30 % de la población. Y es que hay infinidad de factores muy importantes. Puedo dar un pequeño ejemplo de cómo se llega a eso, aquí hemos perdido a algunos camaradas. De 10 personas entre ellos mi marido, se contagiaron de tuberculosis, desafortunadamente fallecieron 4. Mi marido y otros 5 colegas se pudieron curar de la enfermedad, pero los que seguimos, seguimos bien.