Digamos que el caso de Maria Dolores Martín Pozo está en un extremo, en el de las mujeres verdugo, pero entre ellas y las mujeres víctimas hay muchos escalones en los que no siempre el hombre es culpable como dictaminan sumariamente las leyes de Zapatero, y que Rajoy debería corregir.
Martín Pozo, abogada con 40 años ahora, acaba de ser condenada a 22 años de cárcel por el asesinato de su marido, que le encargó a unos sicarios colombianos.
Una mujer que antes de mandarlo matar hace cuatro años destrozó la vida de ese buen hombre con el que tenía una hija, y al que encerró en la cárcel con falsas denuncias de malos tratos.
Casualmente se descubrió su farsa. Quien maltrataba era ella, algo que costó demostrar. Pero, finalmente, tras las humillantes entradas en la cárcel, le concedieron a él la patria potestad de la niña.
“¡Haré que te maten, maldito!”, le advirtió ella mientras convertía su caso en una afrenta al feminismo.
A través de amigas comunes acudió de mujer a mujer a María Emilia Casas, la presidenta entonces del Tribunal Constitucional, y esta le ofreció su comprensión y le recomendó un bufete de feministas también amigas suyas.
Mientras, ella contrataba a los sicarios que mataron al marido tras intentarlo varias veces antes. Sorprendentemente, el asesino quedó en libertad por falta de pruebas, aunque había muchas contra ella.
Qué decir de tantas otras mujeres, como la que le pega a la profesora de sus hijos, a los vecinos, la que insulta constantemente, la que agrede, mujeres que todos observamos incluso en nuestro vecindario. Todos conocemos a mujeres así, como también a hombres maltratadores.
Esas mujeres son monstruos, pero apoyados por leyes injustas, y si denuncian a un hombre lo primero que ocurre es que a él lo mandan a la cárcel.
Y eso, señor Rajoy, debe enmendarlo cualquier partido mayoritario.
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