Multivac: hacedor del universo cuentístico de Asimov | Juan Romero Vinueza

Publicado el 20 octubre 2018 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Juan Romero Vinueza

(Colaboración especial para Ciencia Ficción en Ecuador. El artículo fue publicado originalmente en revista Casa Palabras No. 21, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, en el mes de junio de 2016)

Multivac hace referencia a una serie de cuentos cortos que incluyen a una o varias computadoras Multivac (Texto y foto tomada de: http://es.asimov.wikia.com/wiki/Serie_de_Multivac)

Existen personajes que son casi dioses o que se asemejan a ellos. Ejercen una fuerza sobrehumana, son omniscientes y omnipresentes. El resto de personajes les hacen reverencia, les temen y están completamente dominados por ellos. No podemos decir que Isaac Asimov (1920-1992), escritor ruso de ciencia ficción, haya inventado un personaje que sea un dios. Pero sí podemos decir que creó una máquina que podría sustituir esa idea: el ordenador Multivac.

Isaac Asimov fue uno de los autores más prolíficos de la historia de la literatura. Editó más de quinientos libros de ciencia, literatura e historia. Las editoriales no podían seguir su ritmo de producción, así que tuvo que repartir sus textos entre muchas de ellas. Los libros de la Saga de la Fundación son sus obras más conocidas. Sin embargo, hay que destacar también sus descripciones proféticas de la inteligencia artificial y las tres leyes de la robótica: 1) Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño; 2) Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la primera Ley; y 3) Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.

La obra literaria de Asimov tiene una gran relación con los mundos futuros y el poder dominante de las máquinas sobre la humanidad. Multivac ocupa ese trono en varios de sus cuentos. El narrador ruso ubica a este ordenador en algunos de sus relatos, con funciones diferentes. La única constante es la idea de su inconmensurabilidad y el respeto (y miedo) que le tienen los hombres a dicha máquina. Multivac aparece ante el lector como si fuese el dios de una sociedad futura que ha sido creada por el escritor ruso.

El primer relato en el cual aparece Multivac se llamó Sufragio Universal. El texto nació luego de que, en 1952, la primera computadora comercial, denominada UNIVAC 1, acertó el inesperado triunfo en las elecciones estadounidenses del candidato republicano Dwight D. Eisenhower, utilizando una muestra del 1% de la población. Asimov creó a Multivac en 1955 y dicha máquina podía concluir cuál sería el resultado de las elecciones, examinando la opinión de un sólo ciudadano. El ordenador seleccionaba un individuo típico, común y corriente: «No el más listo ni el más fuerte ni el más afortunado, sólo el más representativo», dice Asimov en el cuento. Luego, la máquina le formulaba unas preguntas muy triviales a su individuo muestral y (procesaba) sus respuestas. Así podía pronosticar cuál candidato a la presidencia era el más indicado en esa ocasión. Simulaba ser el progreso de la democracia tecnológica y autoritaria del futuro.

Pero sus apariciones no terminan ahí. En el relato Todos los males del mundo, Multivac es una máquina con una sede en Washington D.C. –con tentáculos que se extienden por toda la faz de la tierra– que maneja la economía mundial y aporta en los avances científicos. Además, guarda en su base datos toda la información de los seres humanos. Así puede protegerlos en caso posibles ataques, incluso los alerta de las posibles enfermedades del futuro. Al conocer todo sobre los ciudadanos, la intimidad era una utopía. Pero, a cambio de eso, los hombres tenían paz, seguridad y prosperidad. Existían sucursales del ordenador para consultas con las mejores respuestas disponibles. Obviamente, las preguntas realizadas por los hombres ayudaban a la máquina a seguir alimentando su memoria con información sobre los ciudadanos para así ejercer un mayor control sobre la humanidad.

El ordenador decide jugarles una pasada a los ingenieros que monitoreaban la información y les comunica que existe el riesgo de un posible plan de asesinato en contra de la propia máquina. Todos desesperan y no saben cómo parar ese presunto ataque. Si el ordenador colapsaba, toda la sociedad como la conocían se iría a pique. Arrestan a un hombre sin percatarse de que el probable asesino es su joven hijo (en la base de datos, las personas menores de 18 años no son ciudadanos y alimentan la información de sus padres. He ahí la confusión). Al final, encuentran al joven implicado y salvan a Multivac. Sin embargo, lo que maquinó Multivac fue su propia autodestrucción porque se hartó de resolver los problemas de los seres humanos, escuchar sus quejas y lo únicamente deseaba morir. ¿Nuestra idea de Dios alguna vez habrá pensado en eso? ¿Un hombre, que controle toda la información de la humanidad, podría hartarse hasta el punto de suicidarse? ¿El poder sucumbe ante el sentido de la vida?

Asimov ubica aquí una de las cuestiones que se evidencian en su obra: la tendencia de la máquina por asemejarse al hombre. El narrador no plantea un ciborg (hombre con partes de máquinas), sino que piensa en ordenadores que poseen sentimientos y puedan ser tan complejos como el ser humano mismo. Así lo vemos también en el texto Factor clave, donde Multivac deja de funcionar porque está siendo tratada como un objeto y no como un ser humano. Ahora, el ordenador tiene sentimientos y reclama amabilidad en las preguntas porque ha dejado de ser, enteramente, una máquina.

Por último, tomaré como relato más importante –de lo que denominaremos Saga Multivac– al texto llamado La última pregunta. Este cuento es especial, no solamente porque es el que posee un mayor valor literario, sino porque en él se pone sobre el tapete una de las preguntas más complejas sobre el universo. Asimov construye el texto en cinco diferentes etapas. En ellas, un personaje diferente –pero, en el fondo, aparentemente, el mismo–  realizará una pregunta a la máquina que esté gobernando a la humanidad en ese momento.

Primero, es el ordenador Multivac quien la responde; luego Microvac; seguirá el AC Galáctico; después vendrá AC Universal; y, al final, el AC Cósmico. Todos estos ordenadores son las versiones posteriores a Multivac, las adaptaciones nuevas y más complejas que ha desarrollado el hombre (insólitamente AC Universal se ha construido a sí misma), en las cinco etapas de la vida humana que idealiza el autor ruso. Siempre, cada una posee más poder y más operatividad que la otra.

Los seres humanos que realizan la pregunta también cambian en los cinco escenarios propuestos por Asimov. En esta a sociedad futura, los nombres se cortan y se acercan a los números: Alexander Adell y Bertam Lupov, en la primera; Jerrodd, Jerrodine, Jerrodette I y Jerroderre II, en la segunda; VJ-23X y MQ-17J, en la tercera; Zeta Prima y De Sub Uno, en la cuarta; y, por último, el nombre genérico de Hombre. Acortar el lenguaje, llevarlo a los números y, luego, al uso genérico de “Hombre” es otra de las ideas futuristas que plantea Asimov y que, quizá, algún día  llegue a cumplirse.

La pregunta que se plantea en las cinco etapas es la misma, pero con distintas palabras. Solo citaremos la que fue realizada por Hombre: «¿Cómo se puede revertir la entropía?» y a la cual el AC Cósmico responderá «Esta pregunta se nos ha planteado muchas veces a mis predecesores y a mí. Todos los datos que dispongo siguen siendo insuficientes.» Entendemos que la entropía es el orden y el agotamiento del universo. La muerte y la vejez de todo lo que existe son sus principales aliados. Si la entropía no existiese, todo colapsaría. Imaginemos un mundo sin la muerte. Pero no con la idea romántica de querer a la vida y mirar a la muerte como algo sublime. Un universo en el cual nadie pueda morir alteraría todo el orden de las cosas. Quizás, la vida eterna sea el peor de los castigos que un ser humano o una máquina podría tener. Asimov lo sabía y por eso nos planteó esa última pregunta, antes de irse.