Pongo rumbo ya a Mundaka, junto al estuario del río Oca y la reserva de la biosfera Urdaibai. Me encuentro con un paisaje marítimo que invita a la rendición del ensueño.
Todo el entorno se nutre de encanto, si bien es conocido mayormente por la afluencia de surfistas acuciados y concitados por el acicate de su famosa ola izquierda, de hasta 4 metros de altura y forma tubular.
Al fondo, emerge timorata la isla de Izaro. Breve parada en el colorido pueblo de Bermeo, con su precioso puerto pesquero, casi de juguete, y sus curiosas casas espigadas y estrechas. Más breve si cabe es mi inciso en Sopelana, apenas un suspiro de regocijo para darle solaz a mi cámara, que ha quedado prendada de los acantilados sobre la playa.
En una especie de cabina pasamos desde Portugalete a Getxo: personas, coches, autocares, todos transportados por los aires como “mercadería” envasada en un gran contenedor en el primer puente transbordador del mundo.