El de los superhéroes es un género bastardo: toma elementos propios de la mitología clásica, del relato de aventuras, de la fantasía, la ciencia-ficción y el folletín y los adereza, según los casos, con gotas de humor, terror o intriga para crear algo diferente que absorbe y participa de todo lo anterior ajustándolo a sus propios objetivos y esquemas. Es un género versátil, con infinidad de variantes y abundante en obras de interés. Y aunque en su gran mayoría no pueden ser calificados como ciencia ficción pura, sí hay algunos títulos vinculados con los superhéroes que tienen cabida dentro de este género. Uno de ellos está relacionado nada menos que con el primer y más grande superhéroe: Superman.
Superman fue una creación de dos entusiastas jóvenes, Jerry Siegel y Joe Shuster. Durante años, ambos intentaron una y otra vez vender su idea a varios editores. Nadie la quiso. Pero casi inmediatamente tras su estreno en la cabecera “Action Comics”, en 1938, el Hombre de Acero se convirtió en un fenómeno mundial que convenció a los antaño incrédulos para inundar el mercado de comic-books protagonizados por héroes justicieros ataviados de colorida indumentaria.
La ciencia-ficción ya hacía tiempo que formaba parte de la cultura popular gracias a las revistas pulp, ya estuvieran éstas especializadas en el género o no. El cómic comenzó a dejarse influir por aquellas publicaciones desde los años treinta, tomando de ellas contenidos, esquemas y tópicos. Desde sus comienzos, los superhéroes no fueron una excepción: inventos maravillosos, viajes en el tiempo, seres alienígenas o robots fueron pronto recursos habituales para sus guionistas. Los mismos Jerry Siegel y Joe Shuster eran aficionados al género y por ello decidieron convertir a Superman en un alienígena para explicar sus fenomenales poderes. En “Superman” nº 1 (1939), mencionaron por primera vez el planeta Krypton, mundo natal del superhéroe.
Superman gozaría de una salud editorial envidiable desde su presentación y en el curso de su carrera se enfrentaría a variopintas amenazas extraterrestres y robóticas que respondían a tópicos ya bien asentados de la ciencia-ficción. Por supuesto de vez en cuando se retomaba el planeta Krypton: la media docena de kryptonitas diferentes (pedazos de mineral de su planeta, cada una con efectos diferentes sobre el héroe), la historia de la ciudad embotellada de Kandor y su robo por parte de Brainiac; la invención de la Zona Fantasma por el padre de Superman, Jor-El; la destrucción de la luna de Krypton, Wegthor por el diabólico Jax-Ur antes de ser apresado; o la historia de amor entre Jor-El y Lara Lor-Van son algunos ejemplos. La mayoría de todas estas adiciones se debieron a Jerry Siegel, quien las fue introduciendo en los cómics de Superman durante la breve etapa en la que volvió a trabajar para DC en los años sesenta. Pero, curiosamente, ningún guionista sintió la inclinación de profundizar realmente en la historia del extinto Krypton. No hay de qué sorprenderse. En aquellos años los cómics de Superman consistían en historias autoconclusivas sin trascendencia alguna cuyo único objetivo era proporcionar entretenimiento a un público mayoritariamente infantil y que no eran tomadas en serio ni por sus propios autores.
Marvel Comics, mientras tanto, ganaba terreno ofreciendo héroes y aventuras más complejos a lectores, hijos del baby boom de los cincuenta, cuya edad media iba en aumento y cuyos gustos y exigencias se hacían cada vez más sofisticados. A DC no le quedó más remedio que contratar nuevos creadores con nuevas ideas. Fue el inicio de una renovación que culminó en 1985 con “Crisis en Tierras Infinitas“, la miniserie que puso fin al “multiverso” DC, un borrón y cuenta nueva a partir del cual redefinir todos los héroes de la casa en un tono más acorde con los tiempos. El primero de ellos, como casi cincuenta años antes, fue Superman.
Cuando se anunció que la responsabilidad de la renovación del Hombre de Acero recaería en John Byrne, uno de los más cotizados y competentes autores de superhéroes hasta entonces en la nómina de Marvel Comics, la noticia mereció atención mundial. Byrne supo conciliar la tradición con la necesidad de cambio. Conservó casi todo lo que había hecho grande al personaje y eliminó aquellos rasgos más vetustos que lo lastraban. Superman dejó de ser invencible; Clark Kent pasó de ser un individuo patético y tímido a convertirse en un desenvuelto periodista de éxito; Lex Luthor abandonó su papel de villano de pacotilla para pasar a ocupar el despacho de un industrial millonario… Byrne redefinió con habilidad la faceta “humana” de Superman / Clark Kent en las colecciones regulares de “Superman” y “Action Comics” antes de dirigir su atención al entorno del héroe en tres miniseries que trataban de profundizar en aquellos personajes que, de un modo indirecto, habían jugado un papel clave en su vida: “World of Krypton“, “World of Smallville” y “World of Metropolis“.
Pero no siempre fue así. En “Mundo de Krypton” Byrne nos cuenta el doloroso tránsito que llevó a sus habitantes de una fértil utopía de vida eterna a un planeta cansado, estéril e indiferente. La historia comienza miles de años antes de la destrucción de Krypton, con una escena de júbilo y fiesta en la que el joven Van-L, un antepasado de Kal-El-Superman, celebra su próximo paso a la madurez. El grave accidente que sufre su amada Vana nos desvela el oscuro secreto que, como toda utopía, esconde este mundo aparentemente
Desde el comienzo, hubo un movimiento que se opuso con firmeza a la clonación arguyendo la inmoralidad que suponía sacrificar a tantos para asegurar el bienestar de tan pocos, que los clones eran seres humanos de pleno derecho. La liberación de los clones supondría el fin de la juventud eterna y el retorno de la enfermedad, el envejecimiento y la muerte, lo que obviamente no están dispuestos a admitir muchos kryptonianos. Se suceden los disturbios y la violencia degenera en guerra abierta cuando se descubre la liberación ilegal de un clon que ha desarrollado inteligencia y alma. Cuando Kandor es aniquilado por una explosión nuclear provocada por un grupo radical, ya no hay marcha atrás.
El tercer episodio nos lleva mil años en el futuro para presentarnos a Jor-El, el padre del que se convertirá en Superman. Miembro de una sociedad fría, sin emociones y que rehuye cualquier contacto social, vive recluido en su torre obsesionado con vídeos históricos sobre la guerra de los clones. Es en estos vídeos donde se nos informa del destino de Van-L y el final de aquel conflicto que selló el destino de Krypton. El cuarto episodio es el relato que Superman hace a Lois Lane de los últimos días de su planeta, los esfuerzos de su padre por averiguar el origen de la catástrofe y su rebeldía final: robar la matriz genética de su hijo para enviarla a la Tierra y afrontar su trágico destino en compañía de la mujer a la que siempre ha admirado a distancia, Lara.
También destaca Byrne por su habilidad a la hora de crear personajes entrañables, como esos robots mayordomos preocupados por la salud mental de su amo Jor-El. O el propio Jor-El, rebelde e incómodo con la sociedad en la que ha nacido, enamorado de una mujer con la que jamás ha tenido contacto y por la que está dispuesto a saltarse reglas y tradiciones; un idealista y soñador en un mundo horripilantemente pragmático en el que han sido desterradas las emociones más básicas.
La dramática historia de Krypton y su caída en desgracia fue interpretada gráficamente por unprimerizo Mike Mignola en una etapa en la que aún no había desarrollado el elegante estilo tenebrista que le haría famoso en “Hellboy“. En la primera parte, con el fin de retratar la sofisticada civilización kryptoniana en su momento más glorioso, adopta un estilo reminiscente del de los grandes autores clásicos de Flash Gordon, como Al Williamson o Alex Raymond, aunque su éxito es solo parcial. Mignola no es un dibujante cuyo talento resida en el diseño de ambientes o maquinaria futuristas o en la expresividad facial y gestual de sus personajes, pero siempre ha sido hábil a la hora de disimular sus carencias. En esta ocasión consigue que la atención del lector recaiga más en aquello que sí se le da bien: las equilibradas y bellas composiciones de viñeta y página.
“Mundo de Krypton” es parte del Universo de Superman, sí, pero también constituye una sólida historia de ciencia-ficción que puede disfrutarse independientemente y que anima a reflexionar sobre temas relevantes: la clonación y sus límites éticos, la obcecación y el fanatismo, las consecuencias medioambientales de la guerra y la estupidez humanas, la herencia que dejaremos a las generaciones venideras y el elogio de las emociones que nos hacen humanos. Da igual que Byrne insista en llamar Krypton a ese planeta. Bien podría ser el futuro del nuestro.
Artículo original de Un universo de ciencia ficción