Es alentador el empeño de Haruki Murakami por mostrar la supervivencia de la inocencia en un mundo voraz. Logra convertir esta obra, camino de búsqueda hacia lo que uno quiere o cree que quiere, en una delicia de ingenuidad y de humor -en los encuentros con Midori alcanza ese divertidísimo contrapunto de hilaridad-. Junto a Watanabe asistiremos a un puñado de citas entre almas desnudas que hacen el amor, que disfrutan de sus pieles y se mueven en un contexto de extraña intemporalidad cuajada de referencias concretas, de música, de libros, descripciones clásicas y poéticas.
Sé que no soy nuevo encontrando un tesoro en este libro. Agradezco su recomendación a Gustavo D'Orazio, quien me brindó con él la puerta grande de entrada al mundo de Murakami, al que a partir de ahora seguiré descubriendo con avidez. Y compartiéndolo, espero.