Un madrugador autobús mañanero me transporta desde el balneario de Archena hasta Murcia, donde quedo “desalojado” para acometer un nuevo día de sorprendentes descubrimientos.
Mi primera parada en esta ciudad, fundada en el año 825 y que fuera capital de Al Andalus entre 1228-1232, la efectúo en la bonita y enorme iglesia parroquial de San Nicolás (S-XVIII), en la Plaza Mayor. Domina la estructura una zona muy agradable y ajardinada. Es amplia y en el interior nos esperan las excelencias de escultores de la talla de Alonso Cano, Mena y Salzillo.
Ya que comienzo este trasiego con “nota eclesiástica”, conviene no pasar de largo ante el anexo palacio de San Esteban o la iglesia de San Miguel. Posee ésta última un precioso altar barroco, así como las magníficas capillas laterales con predominio ornamental de blancos confundidos en un plasma de dorados.
Bifurcada la Murcia andalusí por la animada y amplia Gran Vía escultor Salzillo, me topo enseguida con la coqueta Plaza de Julián Romea; lugar idóneo para atender debidamente las demandas culinarias y los refrigerios. Destaca imponente y magnífico el Teatro de Romea, de fachada asalmonada y porte noble.
Atravesando el recoleto y casi clandestino arco de Santo Domingo me zambullo en la consuetudinaria “farra” jocunda de la calle Trapería y la Plaza Santo Domingo, parada esencial para “avituallamientos” en alguna de las agradables terrazas. En la calle Trapería me quedo patidifuso al encontrar en la fachada del palacio de Almodovar a dos torvos trogloditas pertrechados con sendos garrotes.
Es un mero apunte anecdótico… esta área, dominada al influjo de las tiendas, locales, animación, es uno de los acicates de la ciudad.
Pero ahora abordaré los secretos del incomparable tesoro oculto de Murcia: el inenarrable Casino Real (1852-1892). Está ubicado en la calle Trapería número 8 y entrar cuesta tres euros.
CASINO REALSe trata de una joya arquitectónica de esas que quita el aliento y escamotea las palabras cuando queremos alabar su belleza.
El estilo arquitectónico es versátil, ecléctico, juega con el modernismo para mutar de pronto al neobarroco de su vestíbulo colosal o el prodigioso patio árabe, obra de Manuel Castaños, quien se inspirara para construirlo en el Patio de los Embajadores de La Alhambra.
Funciona el casino como un club privado y la primera planta no se pude visitar. Sin embargo no es óbice ello para quedar colmados con el hechizo de este lugar declarado Patrimonio Histórico Artístico en el año 1983.
Nos dejará mudos el maravilloso y lujoso tocador de señoras, en especial por la alucinante pintura en el techo de la diosa Selene, que cae en llamas del cielo y nos persigue con la mirada por toda la sala.
CATEDRAL DE MURCIA
PATIO POMPEYANO
Mucho más adusto es el espacio “flemático” y algo taciturno que ocupa la fantástica biblioteca inglesa, donde parece recabada toda la sabiduría de la humanidad.
Es soberbio el salón de baile neobarroco (1870-75) y evocador el patio pompeyano neoclásico, jalonado de algunas estatuas mitológicas.
En la construcción de tamaño prodigio participaron arquitectos como J.Marín Baldo, Ramón Berenguer o Pedro Cerdán.
Una vez liberados de los efectos catárticos del Casino Real, llego enseguida a la enorme catedral de piedra terrosa construida entre 1392 y 1462.
Se halla en la Plaza de los Apóstoles, aunque también es recomendable la entrada por la Plaza del Cardenal Belluga.
Conjuga en su fantástica fachada estilos arquitectónicos como el gótico florido, barroco, plateresco o renacentista.
Fundada sobre una mezquita árabe anterior, es amplia, de pilares recios, claros y serenos, aunque no es especialmente luminosa.
En la capilla mayor están los restos de Alfonso X “El Sabio”.
Es interesante detenerse en la Puerta de Santa Eulalia para visitar el centro de interpretación de la muralla de Sta.Eulalia.
Este baluarte del siglo XIII tenía una altura de 15 metros y un grosor de 6 durante la época de ocupación musulmana.
Cambiando ya de tercio, y como epílogo murciano, podemos detenernos a comer en el recomendable, bonito y blanquísimo restaurante La Mary, en la calle González Adalid 13.
Servicio diligente, buena comida, amables y buen precio.