Muchos medios de comunicación han replicado esta lamentable noticia después de que se hiciera público el comunicado oficial en la cuenta de Facebook del cantante cristiano Julio Melgar.
Durante el proceso que el también pastor Julio Melgar estuvo atravesando, miles de personas al rededor del mundo levantaron su voz en clamor por su salud.
Se realizó un evento llamado Unidos con Julio Melgar en donde muchos declararon y proclamaron sanidad sobre su cuerpo.
Algunos profetizaban que nuestro hermano ya había vencido su cáncer de páncreas que lo aquejaba y, que lo demás era solo tiempo de esperar.
Todos gritaban declaraciones motivadoras para nuestro hermano Julio Melgar.
Hasta que Noel Navas, escritor del blog La Aventura de Componer, se atrevió a decir lo siguiente:
Yo sería de los primeros en brincar de alegría si Julio sana de su enfermedad terminal. ¡Qué grandioso sería que pasara! ¿No? Sería genial que Julio se convirtiera en un Ezequías contemporáneo y el Señor le concediera algunos años más de vida. ¡Ojalá pase así!
La pregunta es: ¿y si no sana? ¿Te has preguntado qué pasaría si Julio Melgar no sana? Vamos, esa es una posibilidad, pero lamentablemente algunos cristianos —debido a su mala teología— creen que se sanará sí o sí. ¿En serio? ¡Hermanos! ¡Eso solo Dios lo sabe!
Y en verdad sucedió lo que todo el mundo esperaba que no sucediera. Nuestro hermano Julio partió con el Dios al que siempre le dio toda la gloria.
La verdad es que motivados por nuestra mala práctica teología podemos decir un sin número de falacias y terminar dañando a quienes nos oyen.
Hoy Julio Melgar ya no se encuentra ente nosotros, y este acto —aunque doloroso— debe hacernos reflexionar acerca de nuestros errores en los que incurrimos con tal de vernos más espirituales.
Seguro que muchos no creyentes escucharon frases de sanidad total para nuestro hermano Julio. ¿Qué pensarán ahora que saben que Julio Melgar a muerto? ¿Qué pensarán los cristianos?
Muchos "cristianos" mal interpretan la promesa de sanidad escrita en Isaías 53 y la obligan a actuar a su favor declarando como garantía que se cumplirá sí o sí.
Olvidan por completo que quien decide si una persona se sana o no es nuestro Dios.
Olvidan que por más que se una a orar el mundo entero por una vida, la última palabra la tiene nuestro creador.
Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos —dice el Señor—. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse. Pues así como los cielos están más altos que la tierra, así mis caminos están más altos que sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos. (Isaías 55:8-9 NTV)
En otras palabras, los cristianos deberíamos aprender a ser prudentes en nuestro actuar. Ser prudente no es ser falto de fe.
Pero tampoco podemos estar creyendo que porque todo el mundo ore —o un súper pastor— va a ocurrir la sanidad.
Todo tipo de sanidad depende más de la voluntad absoluta y soberana de Dios que del intenso deseo de sus hijos.
Pero una vez que él haya tomado su decisión, ¿quién podrá hacerlo cambiar de parecer? Lo que quiere hacer, lo hace. (Job 23:13 NTV)
Jesús nos enseñó esto a través de su ejemplo de oración diciendo hágase tu voluntad, y no la nuestra. Y hoy desechan esas directrices y exigen que Dios cumpla sus deseos sí o sí.
Resultado final: cristianos renegados y decepcionados de Dios.
La fe ha sido convertida el día de hoy por los cristianos que declaran y confiesan en un amuleto automático que debe adaptarse a su antojo.
Si tus decretos —dicen ellos— no funcionaron, no tuviste suficiente fe o estas lejos de Dios.
Una parte de la confesión de Sadrac, Mesac y Abeg-nego que le hicieron al rey Nabucodonosor dice así:
Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero, aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua. (Daniel 3:17-18)
Fíjate bien en sus palabras: "el Dios al que servimos puede librarnos del horno", es decir, tenían una fe plena en Dios aunque eso podía significar morir achicharrados.
Esas declaraciones salieron de boca de hombres llenos de fe pero también prudentes.
Nuestra oración debería ser: "Señor, sánalo. Pero si no lo haces igual vamos a seguir creyendo en ti. Nuestra fidelidad no está condicionada a si nos das lo que pedimos o no. Creemos no por los panes y los peces, sino por quien dice la biblia que eres. Si lo sanas, ¡te daremos toda la gloria! Si no lo sanas, ¡también te vamos a glorificar!".
Esta es la manera en que deberíamos orar, con fe y prudencia.
Por lo demás, pido perdón en el nombre de Jesús a quienes escucharon hablar palabras de declaración de sanidad para nuestro hermano Julio Melgar y hoy se encuentran decepcionados porque "Dios no actuó".
No olvides que nuestro Dios trabaja según sus planes y según su voluntad, no según tu antojo y deseos.