Las primeras necrológicas que las versiones online de diarios nacionales y extranjeros publicaron esta tarde tras anunciar la muerte de Philip Seymour Hoffman recuerdan a otros personajes antes que aquél compuesto para la comedia romántica Mi novia Polly, protagonizada por Ben Stiller y Jennifer Aniston. Por ejemplo, el Truman Capote recreado bajo las órdenes de Bennet Miller, el sacerdote de La duda, el Lancaster Dodd de The Master, el rara vez recordado George Willis Jr. en la remake de Perfume de mujer (que el actor definió como verdadero debut de su prolífica carrera profesional).
Es probable que, en sintonía con la prensa especializada, gran parte del público considere que Sandy Lyle es un papel menor, en el mejor de los casos un pequeño recreo entre tanta película dramática, a veces extrema como Felicidad de Todd Solondz, presuntamente provocadora como Nadie es perfecto de Joel Schumaher, excéntrica como Todas las vidas, mi vida de Charlie Kaufman o hípercomercial como Misión imposible III de J.J. Adams. Tal vez algunos espectadores hayamos elegido despedir a Seymour Hoffman con aquel rol en mente, justo por esa razón.
Es que, cuando vimos -y cada vez que volvemos a ver- Mi novia Polly, estos mismos deudos sentimos que Philip se divirtió interpretando a ese actor tan mediocre como presumido, con un único y ocasional éxito en su haber pero convencido de que podría recuperar la fama autoadjudicada con un falso documental para el canal E! y con una (conflictiva) participación en una reposición barrial del musical Jesucristo superstar, y dispuesto a evitarle a su mejor amigo un fracaso laboral encarnando una suerte de alter ego en una reunión de directorio fundamental.
A pesar de sus defectos (incluida cierta conducta escatológica), éste fue el personaje más querible de Seymour Hoffman. De ahí, su irrupción en nuestra memoria cinéfila cuando nos enteramos del inesperado fallecimiento. De ahí este homenaje a aquella escena del “time out”, versión estadounidense del “pido” argentino que ahora nosotros usamos para recuperar el aliento y encontrar consuelo en la idea de que Philip no se fue del todo: nos dejó a Sandy Lyle.