Murphy, de Samuel Beckett

Publicado el 05 mayo 2011 por José Angel Barrueco

Aunque conozco algunas obras de teatro y algunos relatos del autor (y disfruté con su lectura), aún no me había atrevido con las novelas y los ensayos de Samuel Beckett. He empezado por Murphy, que escribió en inglés, y en cuyas páginas se notan las influencias de su vida de aquel entonces, la época en que lo escribió: Dublín, Londres, sus calles, sus tabernas, sus jardines y sus viviendas. Como apunta Harold Bloom, en Murphy no importa el argumento (gente que busca a Murphy, un hombre que se niega a trabajar y que posee cierta descoordinación entre su mente y su cuerpo), sino el estilo, la prosa, deslumbrante de metáforas, de juegos de palabras (el traductor merece una medalla), de ingenio y, sobre todo, de un humor irlandés que a veces te empuja a soltar una carcajada. Porque el narrador, omnisciente, a menudo apostilla y comenta las acciones o los pensamientos de los personajes, y lo hace con un sarcasmo envidiable.
En Murphy es evidente la influencia de James Joyce. Leí años atrás Ulises, y lo pasé en grande leyéndolo (y no es pose) y siempre digo que sólo tiene un par de capítulos difíciles, y esta novela de Beckett me ha recordado a ciertos pasajes de la narración de Leopold Bloom: el humor irlandés, los juegos de palabras, la erudición matizada con coñas, el ambiente tabernario con borrachos y prostitutas, etc. Murphy debe leerse despacio, disfrutando, sólo por el placer de la literatura, por el placer de recrearse en la prosa de Samuel Beckett. Un fragmento:
Es una desgracia lamentable, pero hemos llegado al punto de este relato en que no hay más remedio que intentar una justificación de la expresión “la mente de Murphy”. Por suerte, no tenemos que ocuparnos de tal artilugio según era realmente –lo cual sería una extravagancia y una impertinencia–, sino tan sólo de lo que él mismo se sentía y se figuraba ser. Después de todo, la mente de Murphy es el fondo de todas las presentes informaciones. Dedicándole una breve sección en este punto, nos veremos libres de volver a excusarnos por su existencia.
[Traducción de Gabriel Ferrater]