Nuestro autor plantea una novela en la que denuncia el mal reparto de los recursos del planeta –aquí de un sistema solar-, lo que origina hambruna, y critica la discriminación racial. Pero al tiempo no puede evitar el que el libro tenga un tono de space opera clásica, con su aventurero, la mascota y la chica.
A partir de aquí Leinster construye una space opera entretenida, con personajes estereotipados pero bien construidos, con un héroe definido –Calhoun, el médico-, diálogos inteligentes y escenas bien pensadas. En especial, las que tienen lugar en el planeta Orede, donde los wealdeanos –los ricos racistas- tienen millones de cabezas de ganado para su recreo-, y la estratagema final para romper el bloqueo a Dará. ¿Solución que Calhoun hace ver a los dirigentes de Weald? El comercio.
Y como es Leinster, no puede terminar la novela de otra forma que no sea haciendo un llamamiento a la aventura: “Rumbo al Sector Estelar Doce de la Vía Láctea”, “Superimpulsión” y… “¡Allá vamos otra vez!”. Faltaría más.