Aquel sujeto de la barra se giró como un resorte y me dirigió una mirada penetrante que me descolocó. Llevaba cinco años acudiendo a la taberna y nunca me topé con un cliente semejante. Era guapo, condenadamente guapo, y lucía un cuerpo musculoso bajo una camiseta ajustada.
* Finalista del I Concurso de microrrelatos La Bodeguita de San Segundo