Nuestro colaborador Sergi Sanmartí pudo disfrutar de la proyección y nos trae para todos los lectores de Claquetados este análisis reflexivo de los componentes fundamentales de la película que ha encandilado tanto a la crítica como al público en general.
El burdo catre es uno de los elementos de la película que tiene protagonismo propio y en el que se vinculan los personajes que presenta la opera prima de los directores Juanfer Andrés y Esteban Roel. Es el objeto cotidiano que da descanso y a través del cual se tergiversa la idea de relax para producir una agitación continua desde el nacimiento del personaje de Nadia de Santiago, hasta la convalecencia de Carlos (Hugo Silva).
En los escenarios encontramos una marcada diferencia entre los dos hogares que se muestran en el film: por un lado, una casa llena de imaginería devota y cuadros barrocos con componentes católicos, y por otro, la casa de un vividor culto rodeado de Venus de Milo, obras de arte contemporáneas y un piano de cola. Además, no hay que olvidar la fundamental presencia de una ventana indiscreta con cortinas rasgadas que aporta poca o ninguna obertura e información del exterior.
Macarena Gómez, en el controvertido papel de Montse, se siente debido a su enfermedad muy lejos del mundo pero en un momento determinado, un pedazo de vida entra en su casa para desestabilizar lo que acostumbraba a ser su habitual rutina. Aquel que irrumpe, es el adinerado y caradura Carlos (Hugo Silva) que, mientras se alejaba de sus obligaciones, cae por las escaleras y busca ayuda en la única puerta a la que es capaz de arrastrarse. Luis Tosar actúa como un padre “enfermo de amor”, “alto y fuerte con las manos y la cara ásperas y entristecido” que no entiende el respeto y el cariño y cuya relación con sus hijas (Nadia de Santiago y Macarena Gómez) se desestabilizó cuando su mujer murió en parto de la pequeña. Su mayor empeño es recordar a su mujer en todo lo que le rodea.
Es inexplicable lo desagradable que puede llegar a ser escuchar cuentos de un libro rojo arropado en tu dulce colcha. Duda sincera. Es angustioso tener una lacra en tu memoria por haber traído la tristeza en tu familia al nacer. Arisco resentimiento. Es insoportable tener que “aprovechar descuidos para tener tu espacio” en tu propio hogar. Ansiedad cotidiana. Es terrorífico estar secuestrado por una mente pérfida, desequilibrada y maltratada por la vida, en la cama en la que te acogieron como buen samaritano. Obsesión extrema.
Incertidumbre, angustia, parálisis y crispación envuelven como cadenas la relación de las hermanas. Son como “pequeños roedores que se esconden en su humilde hogar”. Alejadas de los hombres, alejadas del bullicio de una sociedad de los años 50 en constante cambio, defienden sus costumbres mientras suena durante toda la proyección una música de Joan Valent que combina a la perfección con la atmósfera propuesta y que recuerda a los clásicos de Hitchcock.
Desde Sitges, Sergi Sanmartí (@horadelsdaus)