Museo de israel y belén

Por Orlando Tunnermann
MUSEO DE ISRAEL


Se me antoja imprescindible esta visita a uno de los museos de mayor relevancia mundial en cuanto a su contenido arqueológico y artístico. Abierto al público desde 1965, acaso lo que más entre en la retina para querer residir ahí, sea la impresionante maqueta de Israel, donde la podemos apreciar en el periodo del segundo templo, siglo 6 A.C, con sus murallas y el palacio de Justicia donde Cristo fue condenado a morir en la cruz. Es un trabajo increíble, el realismo histórico de Israel a tus pies.
Pero acaso la joya del museo sea el santuario del libro, donde podemos ver los rollos del mar muerto, aquellos que encontraran unos beduinos en el año 1947 en una cueva de qumran cuando iban en pos de sus camellos a la fuga. El valioso tesoro, oculto en ánforas,  se lo vendieron a un sacerdote. Estos pergaminos del Antiguo Testamento poseen un valor incalculable, por supuesto, el más antiguo tiene unos 2900 años.
La sala pretende recrear aquella gruta donde se refugiaran los camellos. Curiosa es la sala del punto negro. La nanotecnología ha hecho posible la edición de una Biblia que se puede observar escrita en su totalidad por medio de esta increíble técnica que convierte el volumen más colosal en una mota de polvo microscópica. Un video explicativo comenta cómo fue posible semejante proeza.
Ya sobre la sala de los manuscritos me topo con un ánfora blanca con chorros de agua y un muro negro de lo más siniestro.
BELÉN
Belén, "La casa del pan",  "La casa de la carne", llego ya con la prohibición flotando en el aire de permitir a los israelíes cruzar la frontera. Ya me hago una idea general de qué territorio hostil e inhóspito acabo de atravesar con el beneplácito de ser europeo, español y por tanto, de cara a mis anfitriones palestinos, superfluo e inocuo.
No es especialmente llamativa esta localidad heterogénea de musulmanes, árabes y cristianos, por mucho que quede en mi boca un sabor añejo y épico de la antigua Efrata y ciudad del rey David, por mucho que dancen en mi mente personajes bíblicos asociados a Belén, como la mismísima Raquel, esposa de Jacob. Sin mayores proemios entro ya en la iglesia de la Natividad, presunta cuna donde naciera Jesús de Nazaret. El templo, en uso, uno de las más antiguos del mundo, fue construido en el año 326 por Constantino I. Muchos años después Justiniano construiría una segunda iglesia, año 540.
Hay que agacharse para no darse en la cabeza con la enana puerta, que impedía el acceso a los caballos y obligaba a la reverencia al visitante.



Encuentro obras de restauración en su interior y un mosaico bizantino.
El acceso al pesebre de Jesús, en una gruta, me deja un tanto frío, como cuando uno espera ver la gloria y solo salen al paso fulgores tenues y sombras, como cuando uno espera el final apoteósico de una novela clásica y se encuentra con un puñado de frases torpes que pretenden mucho y no cuentan nada. Básicamente se trata de un reducto claustrofóbico lleno de gente para un espacio vital tan breve.
La iglesia es impactante, una triada singular de ritos armenios, ortodoxos y cristianos. Es alucinante la nave central ortodoxa griega.
El zar Nicolás II donó las lámparas de plata que penden suntuarias del techo.
CASA DE SAN JUAN BAUTISTA
En este viaje de peregrinación mística voy ahora a la casa de San Juan Bautista, en el pueblo de Ein Karen. Me encuentro con una iglesia, reconstruida en 1674, en el lugar donde vino al mundo hace más de 1500 años. Hay un bonito el mosaico a la entrada. 
El sagrado templo actual es una bella obra de Barluzzi del año 1939.
Por ultimo, paso de largo, he visto unos cuantos y todos se me antojan horripilantes, paso de largo pues por el Museo del Holocausto. Abominable como lo son todos los que evocan el horror indescriptible de estas masacres, entras en una especie de nicho piramidal de cemento aséptico, una tumba...
Nos rodean los reportajes, entrevistas, documentales y material de toda índole relacionado con las matanzas y los testimonios de los supervivientes.